En lo económico, el mundo se encuentra en una etapa incómoda, pues no está creciendo, manera acelerada; pero tampoco está en recesión, pues crece aún. El Fondo Monetario (IMF) lit nido revisando a la baja desde octubre -a crédito de una lista cada vez mayor de riesgos globales- sus estimaciones, siendo la última -y quizás no la última- un 3.5% real, desde 3.9% que había publicado hace unos meses.
Es doloroso ver que, aunque los factores que influyen en el crecimiento son de por sí múltiples, y muchos de ellos capturan simplemente la dinámica de los negocios, el consumo y la confianza en los mercados de dinero y de capitales, las corrientes que nos llevan hacia resultados potencialmente dañinos son de fabricación propia, a veces, de la mano de un puñado de personas en posiciones de liderazgo.
En este tenor, el riesgo que tiene el potencial de hacer más daño a la economía global -y que lo ha probado ya en el pasado-, es el giro hacia el nacionalismo en la retórica politica de los últimos años y sus consecuencias en la política comercial de las naciones, volviéndolas más proteccionistas de sus industrias domésticas, en detrimento del intercambio económico y financiero y con ellos, del desempeño de sus mercados.
Elevando el argumento a como un pájaro lo ve, la globalización se ha dado en ciclos y ha tenido diferentes etapas; sus olas se pueden ver en un solo indicador. La suma de las exportaciones más las importaciones como porcentaje del PIB global. Desde la revolución industrial, ha habido dos grandes olas, la primera a fines del siglo 19 e inicios, del 20 y la segunda, a fines del 20 e inicios del 21. En ésta última, los eventos que claramente empujaron a la globalización fueron la ronda de Uruguay en 1994 y la entrada de China al WTO en 2001. En la primera ola, fue la Guerra Mundial de 1914 la que la descarriló y, la Gran Depresión de 1929 y el fuerte giro hacia el nacionalismo y proteccionismo que acompañó, la terminaron matando.
Hoy es diferente, pero es lo mismo (decía Mark Twain que la historia no se repite, pero sí rima), pues Martin Wolf del Financial Times escribe que, en desorden, las mismas fuerzas están amenazando con matar la ola actual de globalización.
Greg Ip del Wall Street Journal escribe que, además, hay una salida coordinada -si bien desincronizada- de la estrategia expansionista de los bancos centrales en las economías más grandes, frenando con ello la dinámica del crecimiento.
No obstante, nos preguntamos cómo puede ser que al drenar unas cuantas gotas de la gran inyección de liquidez que la autoridad monetaria realizó después de la gran recesión del 2009, se obtenga esta masiva reacción en la inversión privada, que es la principal fuerza que está detrás de la gran desaceleración que se observa en China, Alemania, Japón, Rusia, Inglaterra y el propio EEUU (aunque todavía ahí sin afectar de manera contundente; pero con espacio para hacerlo muy pronto) que además, jalará con él a México?
La respuesta quizás, esté en el equilibrio de bajos crecimientos en el que el mundo ae' 'encuentra de pronto, debido a fuerzas de larga data y no de coyuntura: Una escleica productividad de la mano de obra (una que el Big Tech no ha podido desatorar aún) y una demografia global que solo se mueve hacia la vejez. A una nación que se comporta así, no se le pueden subir las tasas de interés como antes (pues no lo aguanta). Si la Fed ya terminó su ciclo de alzas, entonces su tasa real estará por debajo de 0.5%, casi un punto y medio debajo del promedio histórico. Otras naciones figuran igual. Si la tasa neutral de interés debería ser la que equilibre los ahorros y la inversión, y si hay menos consumidores y menos trabajadores para quienes comprar maquinaria, entonces menos inversión lleva a menos ahorro y eso, a menores tasas para atraerlo.
La versión tierna que tenemos del cuento de los tres osos y la niña era de miedo en la versión original y si parece que a la economía global la persiguen al menos tres osos; a la economía mexicana igual, más otros tantos animales.
Pulicado originalmente de Reforma.