Gracias al INEGI, ya sabemos que el PIB de México creció 5% en 2021, con cifras ajustadas por estacionalidad - -una tasa claramente insuficiente para compensar el enorme desplome del año previo- -. No conocemos todavía que pasó con el consumo y la inversión, pero los indicadores parciales señalan, sin equívoco posible, que su "rebote" no alcanzó a contrarrestar la caída registrada en 2020.
En franco contraste, como ya se ha comentado, la economía de Estados Unidos se sobrepuso en forma muy vigorosa a la crisis provocada por el Covid-19. ¿Por qué? Creo que por dos razones: 1) la flexibilidad (libertad) de sus mercados, a pesar de la existencia de "cuellos de botella"; y, 2) el éxito relativo de sus políticas públicas, a pesar de la resurgencia de la inflación. Nada en el mundo es perfecto (ni permanente).
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El Bureau of Economic Analysis (BEA) es parte del Departamento de Comercio del gobierno de Estados Unidos. Su principal función es calcular "las cuentas nacionales", en especial el PIB y sus componentes.
Recientemente, el BEA publicó su estimación preliminar del crecimiento del PIB real correspondiente a 2021. La cifra resultó ser 5.7% y provocó, entre otras cosas, un comentario entusiasmado del presidente Biden. El júbilo presidencial está justificado - -aunque la cifra parece no haber tenido un efecto positivo sobre su popularidad- -.
Considerando que el PIB cayó 3.4% en 2020, el 5.7% implicó no sólo un "rebote" de la actividad económica, sino una verdadera recuperación: el PIB del 2021 superó en 2% al registrado en el "prepandémico" 2019. La gráfica permite situar lo sucedido en términos históricos.
Un par de datos adicionales proporcionados por el BEA merecen destacarse. En la ilustración, además de la trayectoria del PIB, incluí el "recorrido" del consumo y de la inversión. En 2021 las dos variables mostraron un dinamismo notable: el consumo creció 7.9% y la inversión 9.5%. Más relevante todavía: el consumo de bienes aumentó 12.1%; mientras que el consumo de servicios creció "sólo" 5.9%. Más aún: lo verdaderamente sobresaliente fue la "explosión" del consumo de bienes duraderos: ¡18%!
Lo sucedido invita una interpretación elemental: parece que el consumidor estadounidense siguió preocupado por la prevalencia del virus (riesgo de contagio), de ahí su relativa cautela en cuanto al consumo de servicios. En contraste, la demanda de bienes duraderos, insatisfecha (reprimida por el confinamiento) durante el 2020, se manifestó plenamente el año pasado.
Algunos analistas han sugerido que lo anterior se ha reflejado en una presión inflacionaria diferenciada: una mayor alza de los precios de las mercancías. Los números avalan dicha percepción: dependiendo de las categorías que se escojan para la comparación, en 2021 la inflación de las mercancías fue el triple de la correspondiente a servicios. Como quiera, es importante notar que ello ilustra un cambio en los precios relativos, pero no "explica" lo principal: los precios en general ascendieron en forma significativa. En esto último consiste propiamente la inflación.
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En total, de 2015 a 2021 la economía de México creció a una tasa media anual de 0.50%; la de Estados Unidos, a una tasa de 1.86%.
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En medio de un debate semántico sobre la "estanflación" en México, vale quizás terminar con una nota positiva: el dinamismo estadounidense conlleva un efecto favorable obvio: más exportaciones de bienes (manufacturados) y de servicios (mano de obra). Qué bueno, porque escasean los impulsores internos... y abundan los estorbos.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.