Un otoño (económico) complicado

Artículo publicado en la columna Glosas Marginales del periódico Reforma

El torpor de la inversión

Hace unos cuantos días, el INEGI publicó su estimación del índice de la Inversión Fija Bruta (IFB) durante agosto 2021. Algunos medios de comunicación destacaron, con razón, dos aspectos: 1) su rápido crecimiento con respecto al mes inmediato anterior (6.6%); y, 2) su elevada variación en referencia al mismo mes del año previo (13.9%). Dichos datos son correctos y son importantes, pero deben verse con cuidado. ¿Por qué? Porque corresponden a un periodo anormal, dominado por los efectos económicos de la pandemia. En mi opinión, ojear un panorama más amplio puede resultar de mayor relevancia.

La gráfica describe la trayectoria de la IFB de 2010 a 2021. En ese contexto, el dato de agosto de este año sugiere dos observaciones: 1) se situó un 17.5% abajo del pico registrado al final de 2016; y, 2) es apenas similar al correspondiente a mayo 2011.

Así pues, aunque la tendencia reciente es favorable, la situación puntual dista mucho todavía de una recuperación, en el sentido literal. Esto, que ya se ha dicho muchas veces, es muy preocupante.

Primero, a mi entender, una abundante evidencia empírica indica que la tasa de ahorro e inversión es el factor causal más importante de la tasa de crecimiento económico de largo plazo. En México, por lo común, el cociente IFB/PIB apenas supera 20%. En los países asiáticos de crecimiento acelerado, el coeficiente aludido llegó a ser el doble del observado en México.

Segundo, la experiencia señala también que la calidad del Gobierno y la vigencia y respeto de los derechos de propiedad influyen en forma decisiva en la formación de capital y, por ende, en el desarrollo. La economía de México no obtiene buenas notas en esas asignaturas.

Tercero, la cuantía y la eficiencia de la IFB no están disociadas de la inversión en educación. Al contrario, la falta de capital humano limita sin duda la composición y el ritmo de avance del capital físico. Como he apuntado en otras ocasiones, México presenta rezagos graves en este renglón, como en muchos otros.

Finalmente, cabe notar que una alta productividad induce la acumulación de capital, porque hace a las inversiones más rentables. En México, según calcula el INEGI, el crecimiento de la llamada Productividad Total de los Factores ha sido negativo (1990-2019).

En suma, el reciente desplome y el posterior "rebote" de la IFB, asociados a la pandemia, son parte sólo de una historia compleja y significativa, de la que se derivan retos clave para las políticas públicas.

La agilidad de la inflación

Hablando de retos, los números más recientes sobre la inflación, ya muy comentados para ahora, plantean a la política monetaria de Banxico dos problemas formidables: 1) tratar de controlar un repunte de corto plazo que ha sido mucho más vigoroso que el previsto; y, 2) intentar aproximarse de nueva cuenta, desde muy arriba, a la meta formal de 3%.

En lo que toca a lo inmediato, el asunto se complica porque ya hay signos de que la actividad económica se ha desacelerado. En lo que atañe al plazo medio, la cuestión es que el deseado acercamiento al 3% se ve poco viable en el horizonte.

La llamada inflación subyacente, que se computa sin incluir los precios los precios (volátiles) de los energéticos y de los alimentos, llegó a 5.2% en octubre. Vale notar que tiene al menos tres años de rondar el 4%. Esto es un antecedente preocupante por su duración.

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La Junta de Gobierno de Banxico decidió el jueves 11 aumentar en sólo 25 puntos base su tasa de interés objetivo.

No es una época fácil para un banquero central, en ninguna parte.

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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