John Cochrane es un distinguido economista de la Institución Hoover, en la Universidad de Stanford. Es el autor de un blog que titula, con fundamento y con franqueza, The Grumpy Economist.
Hace un año, Cochrane y Kevin Hassett (Institución Hoover) publicaron un artículo que resultó premonitorio: "Inflation: The Ingredients are in the Pot, and the Fire is On".
En el primer párrafo de su escrito, Cochrane y Hassett (CyH), describieron en tres líneas y en forma magistral la situación de la economía de Estados Unidos: el auge post-Covid está en camino, dijeron; la mayoría de la gente tiene dinero y está lista para gastarlo; y, sin embargo, persisten los "estímulos" fiscales y monetarios sin precedente. Y concluyeron: los ingredientes (para la inflación) están en la olla, y el fuego está prendido.
Cuando la inevitable inflación surja, advirtieron CyH, será desestimada usando frases tales como "presiones transitorias", o "disrupciones de oferta". El Fed responderá despacio y sus funcionarios darán muchos discursos, pero harán poco. Una parte importante de los analistas, incluyendo algunas celebridades galardonadas (Paul Krugman, por ejemplo), se sumaron a la errónea visión oficial.
Ya sabemos lo que pasó: la inflación aumentó, primero despacio y luego abruptamente. Y la explicación es sencilla: cuando la demanda se eleva y la oferta enfrenta limitaciones, los precios crecen, en forma general y persistente.
Sobre el tema, caben dos aclaraciones pertinentes: 1.-el alza de los precios empezó antes de la invasión rusa (febrero 2022) y de sus consecuencias; de hecho, en diciembre 2021, la inflación ya había llegado a 7.1%; y, 2.-los "cuellos de botella" provocaron cambios en los precios relativos (unos bienes se encarecieron con respecto a otros) pero no causaron la inflación, en el sentido correcto del término.
La parte central del artículo de CyH, a mi juicio, fue su crítica de un cambio clave en la política monetaria del Fed. (No fueron los únicos). En 2020, el banco central decidió permitir que la inflación se situara temporalmente por arriba de su meta formal de 2%, para de alguna manera "promediar" (!) lo sucedido durante el lapso en que el alza de los precios se había situado por debajo de dicha cifra.
Muchos estudiosos interpretaron correctamente la medida anterior: el Fed estaba adoptando una postura tolerante de la inflación, suponiendo que con ello favorecería la recuperación de la actividad productiva y del empleo. En lenguaje más claro: seguiría manteniendo una tasa de interés artificialmente baja, y seguiría inyectando liquidez al mercado de dinero.
Desde luego, como era de esperarse que sucediera, se deterioraron sin remedio las expectativas inflacionarias.
¿Qué significa tal cosa? Que el consumidor tiende a acelerar sus compras, previendo mayores precios por venir; que el obrero demanda aumentos de su salario nominal, anticipando la pérdida de su poder adquisitivo; que el empresario ofrece menos resistencia al incremento de los costos de sus insumos, confiando en pasarlo al precio de su producto; etc. La gráfica muestra cómo la expectativa de inflación, según la encuesta de la Universidad de Michigan entre consumidores, inició su tendencia al alza allá por el principio de 2021.
La inflación llegó a 8.5% en marzo, pero el común de los "pronósticos" supone un descenso muy significativo hacia el fin del año, conforme, se diluyan los efectos de varios "choques" de oferta, según se dice.
No es imposible que ello ocurra, pero caben graves dudas al respecto: 1.- la economía está "sobrecalentada", creciendo en forma muy vigorosa, bien por encima de su tendencia histórica; 2.- en el mercado de trabajo se registra una tasa de ocupación prácticamente de pleno empleo; 3.- la política monetaria ha reducido su extrema laxitud, pero con timidez; en todo caso, su efecto no será perceptible en el corto plazo; 4.- la política fiscal mantiene un sesgo expansivo; y, lo más importante, 5.-el clima político no es, ni será, propicio para la adopción de una postura verdaderamente anti-inflacionaria.
Un artículo reciente de Cochrane (Inflation and the End of Illusions) no presta mucha base al optimismo. Espero que esta vez se equivoque.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo originalmente publicado en Reforma.