Tiempos difíciles para la política monetaria

Artículo publicado originalmente en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

El Fed y su dilema

El jueves 31 de agosto, el Fed dejó sin cambio su tasa de interés de referencia. Ello, a pesar de que destacó el crecimiento vigoroso de la actividad económica. Me explico.

En efecto, durante el segundo trimestre de este año, según el dato más reciente publicado por el Buró de Análisis Económico del gobierno de Estados Unidos, el PIB real creció a una tasa anualizada de 2.8%, con respecto al trimestre anterior. Se extendió así un periodo (casi) continuo de franca expansión, que se inició en 2021 - -obviamente después del impacto negativo del Covid-19- -. La cifra sorprendió a los analistas en general, que habían "pronosticado" un aumento menos vigoroso.

De hecho, al ubicar lo sucedido en el contexto del pasado no tan reciente, resulta que el dinamismo del PIB estadounidense ha sido notable, conforme se puede apreciar en la Gráfica 1.

Si la memoria no me traiciona, creo que el crecimiento descrito ha excedido repetidamente las expectativas. Más todavía, si se me permite la expresión, ha refutado la noción, de moda hace no mucho tiempo, de que la economía estaba al borde de una recesión. (Como quiera, he de reconocer que la idea no ha desaparecido, pero se refiere ahora a una cierta debilidad reciente del mercado laboral, consistente en el aumento ligero de la tasa de desempleo.)

El asunto se complica porque el Fed tiene un mandato dual: promover el máximo empleo y la estabilidad de los precios.

La cuestión estriba en que las cifras más recientes sobre la inflación parecen validar la existencia de una tendencia hacia la meta oficial de 2%. El Fed así lo apunta. No obstante, advierte que la inflación permanece elevada. Conviene recordar que la meta en cuestión se define en relación con un índice peculiar, que excluye los precios de los alimentos y la energía. Sin embargo, en términos de un indicador más amplio, el Índice de Precios al Consumidor, la inflación es todavía bastante alta (Gráfica 2). No en balde este asunto parece tener mucha importancia en la percepción del público (el electorado) sobre el estado de la economía.

Sea como fuere, y contra la expectativa generalizada, me atrevo a especular que el banco central no bajará su tasa de interés en la reunión de septiembre.

En todo caso, quienes hacen una profesión de oír, leer e interpretar los dichos de los responsables de la política monetaria, estarán muy atentos al discurso de Jerome Powell en el famoso simposio de Jackson Hole, a efectuarse hacia finales de agosto.

¿Y en México?

En la economía mexicana se ha registrado, por un lado, una inflación persistente, superior al 5.6% (primera quincena de julio); y, por el otro, está claro el debilitamiento de la actividad económica, patente en la estimación del crecimiento del PIB real durante el segundo trimestre de este año (1.1%).

Al respecto, es oportuno recordar que la meta oficial de Banxico es 3%, definida en el índice general de precios. (De paso: la mejoría observada en la llamada inflación subyacente es relevante, pero no es determinante.)

En consecuencia, en mi ortodoxa opinión, la Junta de Gobierno haría bien en dejar, para un tiempo más oportuno, una reducción de su tasa de interés objetivo. Por ley, el objetivo prioritario de Banxico es la estabilidad de precios.


El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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