Secuelas económicas del Covid-19

Artículo publicado en la columna Valor y Riesgo del periódico Reforma

Navegamos todos -esto es, en los mercados y en las economías que los sustentan- las mismas aguas y así como hay tendencias evidentes, tanto de ésas que se instalaban antes de la pandemia (como el envejecimiento de la población), también las hay de las que ésta trajo o al menos aceleró (como el uso intenso de las herramientas tecnológicas que permiten el trabajo virtual).

Empezando por lo más sencillo, y en realidad repitiendo lo mencionado en ensayos anteriores (ver por ejemplo: "Las Causas de las Causas", columna Riesgo y Valor, Julio 2020), hay cosas que tienen una génesis anterior al 2020, ya sea que sean raíces de cambios o consecuencias de éstos: El cambio climático es uno, el demográfico es otro; el ascenso de China nos viene por otro flanco y un capitalismo centrado en la oferta (el que da mano a empresas y no a trabajadores) es corriente antigua también.

Algunas otras, consecuencias de éstas, han puesto en la mezcla políticas económicas muy agresivas, como la expansión infinita de los balances de los bancos centrales (lo cual trae bajas inflaciones y tasas de interés reales negativas) a lo cual, le acompaña un gasto gubernamental desmesurado (y luego monetizado por los propios bancos centrales, toda vez que éstos compran los bonos que aquellos emiten para financiarlo).

Aunque las políticas del lado de la oferta antes mencionada son neoliberales en el capitalismo, este "gran Gobierno" se parece más a un keynesianismo (o sea un regreso a él), lo cual vendrá acompañado necesariamente de altísimas deudas públicas, y con ellas, una implosión eventual algunos años adelante en los países que hayan sido más aguerridos. Por esta razón quizás, se puede prever que los Gobiernos -en especial en la OCDE- estarán indispuestos para apoyar en la siguiente crisis.

La pandemia, en particular, ha traído la acumulación de efectivo y el aumento del ahorro, acompañado por una desconfianza en aquel -extrañamente- debido a las políticas monetarias mencionadas, lo cual, a su vez, ha incentivado el inflado de burbujas en todo tipo de activos, la Bolsa misma (pero también las casas, de nuevo) entre ellos. La empleabilidad de trabajadores -especialmente en sectores golpeados como turismo y trasporte- se verá reducida por la etapa de inactividad y desconexión y en especial el acceso a empleos por parte de la juventud. La inequidad y la pobreza habrán aumentado sensiblemente, lo cual afecta a la inversión y al PIB potencial a medio plazo; también, propician movimientos políticos populistas y muchos de ellos hacia la izquierda (como se nota en Latinoamérica).

Una tendencia poco explorada y escondida de la primera luz de análisis y no obstante universal, ha sido la caída en la productividad desde los 90, a pesar del aumento en la automatización de los procesos industriales e innovación -tanto tecnológica como corporativa- en todos los niveles. P. Artus de Natixis, ofrece esta explicación: Los gigantes tecnológicos usan la innovación como barrera de entrada, sin que se disemine su beneficio al resto de la economía. Otras razones pueden ser la alta concentración de la riqueza (lo que dificulta financiar proyectos); el hecho de que las nuevas tecnologías no producen las altas destrezas laborales que se producen en la manufactura (la cual ha caído fuertemente en total de empleos) y, por lo tanto, caen los salarios, aumentando gravemente el retorno al capital requerido, lo cual desincentiva, a su vez, a la inversión de largo plazo.

De hecho, una pista fehaciente de que el aumento en la riqueza no es permanente, sino sólo debido al "dinero helicóptero" del que se habló antes (y las burbujas que se han creado), es precisamente la caída de la inversión corporativa, pues cuando la riqueza no es transitoria y proviene de mejoras percibidas en la productividad, la inversión tiende a subir. En conclusión, varias cosas han llegado para bien de todos (como el trabajo en casa), pero otras tantas, son riesgos graves que habrá que ponderar en la planeación corporativa.

El autor es director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.

Artículo originalmente publicado en Reforma.

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