El sistema financiero mundial se ha quedado sorprendido al presenciar la repentina caída del Banco de Silicon Valley (SVB), uno de los grandes en Estados Unidos. El banco perdió 17 billones de dólares (bdd) por minusvalías en su posición de bonos de gobierno, más otros 27 bdd el año pasado en una corrida de sus clientes por temores de incumplimiento, más otros 42 bdd de otra más este año, de los más de 200 bdd que el banco tenía en su balance. Otros bancos han sufrido también, aunque en menor grado. En general, el índice KBW que cubre a los bancos, ha caído 20% este mes y el de algunos bancos afectados, hasta el 60%.
Hay a nivel mundial unos 10,000 bancos comerciales. Solo en Estados Unidos, de acuerdo con el Instituto de Seguro para el Depósito (FDIC en inglés) hay 4,700 bancos, de los cuales 4,127 son comerciales (entre ellos, hay 819 uniones de crédito) y el resto (cerca de 580), son instituciones de ahorro y préstamo.
De entre ellos, 761 bancos son muy pequeños (menos de 100 millones de dólares en activos) y la mayoría cae en la categoría de medianos -entre 100 y 1,000 mdd o 1 billón de dólares- con 2,964 bancos en ella. Hay 823 bancos grandes -entre 1 y 10 bdd- y 145 bancos de tamaño muy grande entre 10 y 250 bdd. En el mercado americano, solo hay 13 bancos con más de 250 bdd en activos.
Todo el mercado bancario tiene 23.6 trillones de dólares en activos (casi una vez el PIB americano del 2022). El mayor de todos es JP Morgan, con activos por 3.2 trillones de dólares (tdd). Los primeros 25 bancos suman 15 tdd en activos, es decir el sistema está, aún con su gran número de instituciones, muy concentrado.
En toda Latinoamérica hay entre 2,500 y 3,500 instituciones bancarias donde la mayoría son bancos comerciales. Hay 52 bancos comerciales en México, 170 en Brasil, 24 en Colombia, 16 en Perú y 48 en Argentina.
No obstante lo anterior (y tomando en cuenta que toda la región está claramente sub-bancarizada), hay miles de instituciones financieras no bancarias (IFNB´s) en cada país, muchas de ellas realizando actividades complementarias como arrendadoras, casas de Bolsa, casas de cambio, empresas de factoraje, cooperativas de crédito, administradoras de pensiones, casas de empeño, aseguradoras, sociedades de inversión, uniones de crédito, cajas de ahorro, almacenadoras, etc.…
En México hay unas 6,000 de estas instituciones (lo que incluye las llamadas Sofomes, por sus siglas, Sociedades Financieras de Objeto Múltiple que son casi 3,000 y que dan crédito a pequeñas y medianas empresas y a sectores en la economía a los que los bancos tradicionales no atienden por riesgo y por tamaño). En Argentina hay 2,700 IFNB´s y un poco más de 3,000 en Perú, por ejemplo.
En muchos casos la regulación de estas entidades es muy superficial, haciéndolas altamente vulnerables a mayores riesgos de mercado y en sus fuentes de fondeo, que suelen ser los propios bancos y fuentes no institucionales como familia y amigos. Todo esto significa que hay cientos de nacimientos y muertes de IFNB´s cada mes en la región latina, por lo que hablar de una crisis tendría que llevar una connotación más dramática que la rutina mencionada.
En primer lugar, su cobertura de reservas contra activos es muy baja (2% vs 12% en bancos grandes); tienen mucho mayor dependencia de depósitos para sus préstamos (82% vs 60% en bancos grandes) -la mayoría de los cuales no tiene el seguro del FDIC- y han tomado préstamos de la autoridad en montos correspondientes al 100% de sus reservas, vs solo un 45% por parte de los bancos grandes. Lo más preocupante es que 28% de sus carteras - vs solo el 8% en el caso de los bancos grandes- está colocado en el sector de bienes raíces comerciales, que es uno de los que seguirán causando más quebrantos.
Volviendo al caso estadounidense, que es donde se ha dado el estallido inicial (más allá de algunos casos aislados en México -como Credijusto o Alfacredit-, así como en Chile -como Banswiss, Cruz del Sur y otros similares por toda la región-), se ha levantado un justificado nerviosismo entre la comunidad de analistas por el caso de los bancos regionales, pues sus parámetros se han venido deteriorando los últimos años.
En primer lugar, su cobertura de reservas contra activos es muy baja (2% vs 12% en bancos grandes); tienen mucho mayor dependencia de depósitos para sus préstamos (82% vs 60% en bancos grandes) -la mayoría de los cuales no tiene el seguro del FDIC- y han tomado préstamos de la autoridad en montos correspondientes al 100% de sus reservas, vs solo un 45% por parte de los bancos grandes. Lo más preocupante es que 28% de sus carteras - vs solo el 8% en el caso de los bancos grandes- está colocado en el sector de bienes raíces comerciales, que es uno de los que seguirán causando más quebrantos.
Si las crisis llegan porque se va formando capa a capa una bola de nieve, todo esto podría perfilarse como una nueva, pero en este punto -como en otros momentos posteriores y previos a la anterior, en noviembre 2008-, es imposible calcular el “momento Lehman”, es decir, el evento a partir del cual esta proverbial bola toma hacia abajo en la colina con velocidad implacable. En cualquiera de los escenarios, si hay una exposición al riesgo por los excesos a los que se llegó en la pandemia y por el daño que pueden causar las altas tasas de interés.
El autor es director del Think Tank Financiero de EGADE Business School y Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, e investigador de la CFA Society Foundation.
Publicado originalmente en Expansión.