Allá por 2019 participé en un evento cuyo tema central era discutir los problemas y las perspectivas de la economía mexicana. En mi opinión, dije entonces, las características principales de la situación económica eran una cierta debilidad de la actividad productiva, acentuada por el ciclo sexenal; una inflación moderada, pero persistentemente por encima de la meta de Banxico; un sector externo fuerte y dependiente de la economía de Estados Unidos; una relativa estabilidad cambiaria y una postura fiscal amenazada por la potencial expansión del gasto público.
Lo anterior, en referencia lo coyuntural. En cuanto las cuestiones de largo plazo, lo sobresaliente y preocupante era la mediocridad de la tasa de crecimiento promedio anual del PIB, observada duran te algo así como un cuarto de siglo.
Otros comentaristas coincidieron más o menos con lo expresado, pero con mayor o menor énfasis en cada uno de los aspectos mencionados... y también con algunas disidencias.
Lo más interesante del evento vino después, al plantearse la pregunta crucial: ¿Qué hacer para acelerar el crecimiento de México y, por tanto, el nivel de vida de la población?
Seis años más tarde de aquel ejercicio, resulta muy lamentable constatar que siguen vigentes, con algunas variaciones de tono, tanto la descripción de las circunstancias económicas prevalecientes, como la preocupación sobre la anemia del crecimiento.
Para enfocar con propiedad este último asunto, conviene revisar unos cuantos concep tos básicos y unas cuantas cifras clave.
El progreso económico de una sociedad depende del aumento de la productividad de su población, es decir, de su capacidad de generar más bienes servicios utilizando los factores de la producción de que dispone. En términos coloquiales, "hacer más con menos".
Y aquí está el punto central: según las estimaciones preparadas y publicadas por el Instituto Nacional de Geografía e Informática (Inegi), en México, entre 1991 y 2023, la variación promedio anual de la productividad ha sido -0,5%.
(Se refiere lo que se conoce como Productividad Total de los Factores, PTF, para la economía en su conjunto). Eso quiere decir que el aumento del PIB real que ha ocurrido ha sido consecuencia sólo del empleo de más mano de obra de más capital, no de un alza de la eficiencia en su utilización.
La teoría la evidencia empírica (y el sentido común) avalan la idea de que los países con más alta PTF son también los más "ricos" (de mayor ingreso por persona). ¿Qué se puede hacer para lograr una mayor productividad? Aquí va un recetario estándar comentado.
La primera en importancia, en todos los sentidos, consiste en invertir en capital humano. Esto es elevar la educación. la salud y las habilidades técnicas de la fuerza de trabajo. Desafortunadamente, como se sabe de sobra, en este renglón México ha presentado un deterioro notable, juzgar por los resultados recientes de la reputada encuesta PISA (Programme for International Student Assessment), elaborada por la OCDE. La puntuación de los estudiantes mexicanos en comprensión de lectura, matemáticas y ciencias ha descendido, está muy lejos del promedio de los países de la institución citada.
Además, está claro que la economía mexicana está plagada de rigideces de distorsiones que causan que los factores productivos no se localicen en los sectores de mayor eficiencia potencial. Un ejemplo simple (aunque debatible) está a mano: la prohibición oficial de utilizar el maíz transgénico para siembra. Y no es el único.
La apertura del comercio internacional es una tercera vía posible de mejora de la productividad. Esto es asi, entre otras razones, porque la competencia con el exterior propicia la eficiencia, porque permite aprovechar las ventajas de producir grandes volúmenes (economías de escala).
Desafortunadamente, la corriente de moda es exacta mente la contraria: se expresa como un rechazo a la globalización y una vuelta al proteccionismo (D. Trump), incluyendo la resurrección de la idea de "sustituir importaciones" (Plan México).
La esperanza el temor son "dos rostros del incierto futuro". decía Borges en alguna parte. Me apena reconocer que, en cuanto al porvenir de la economía mexicana, por ahora, abrigo más temores que esperanzas.
El autor es profesor de Economía en la EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.