Hace un par de semanas me ocupé aquí del PIB como un índice del nivel económico de un país, y de su relación con el bienestar de la población. Por esos días, Cato Institute publicó los resultados de la décima edición de su Indice de la Libertad Humana (2024), de cobertura internacional.
Se trata de una estadística laboriosa y compleja, que mezcla 86 indicadores de la libertad personal y económica, divididos en doce áreas. Entre estos últimos destacan, por supuesto, el Estado de Derecho; la seguridad: la libertad de expresión y de información: el tamaño del gobierno; la libertad de comerciar con el exterior; y, la regulación Se trata de un documento extenso cuyo tema es, por necesidad, complicado y debatible. Como quiera, aporta evidencias numéricas de una conexión de sentido común, avalada por la teoría económica y la historia: "existe (sic) una fuerte relación entre el nivel de la libertad y el ingreso".
Como parte de dicha investigación, Cato publicó un Indice de la Libertad Económica para 165 países. Las cifras se refieren al año 2022. Al examinar sólo los datos correspondientes algunos países del continente americano se encuentra, sin sorpresa, una relación obvia: las economías más libres son también las más prósperas (Ver el cuadro).
La infortunada República Bolivariana de Venezuela se situó, con sobrada razón, en el lugar 165. (Por pudor regional, no la incluí en el cuadro).
Vale aclarar que el bajisimo lugar ocupado por Argentina se refiere su situación antes del gobierno de Javier Milei, quien ha puesto en práctica una política radical de liberación de la actividad económica de los particulares. Sus efectos positivos han sido reseñados muy bien por Mary Anastasia O'Grady, en un artículo reciente en The Wall Street Journal (Measuring Milei's Argentine Progress, 12/8/2024).
En contraste, me temo que las medidas tomadas por la 4T en México se traducirán en un deterioro del índice cuando la medición se actualice. ¿Por qué? Simplemente porque se ha erosionado el Estado de Derecho: se ha agravado la inseguridad; y, se ha intensificado la regulación. En cuanto esto último, viene a cuento la absurda inclusión en la Constitución de la también absurda prohibición de los llamados vapeadores.
El nexo favorable entre alguna medida de la libertad económica y el nivel del PIB por persona ha sido puesto de relieve muchas veces. Hace unos quince días, John Cochrane publicó en su blog una nota en la que comenta precisamente el caso de Argentina (citando a O'Grady).
En ella reproduce una gráfica suya de 2016, donde se detecta, en una amplia muestra de países, la relación positiva entre un índice elaborado por el Banco Mundial, llamado "facilidad para emprender empresas" (ease of doing business), y el nivel del PIB por habitante.
La conclusión de Cochrane no tiene desperdicio: "el gigante del crecimiento está siendo retenido por un ejército liliputiense de reguladores politizados" (Con el debido respeto a Jonathan Swift).
Para que no haya equívocos, el Instituto Cato define su función en los siguientes términos: "Promover en Estados Unidos unas políticas públicas basadas en la libertad individual, un gobierno limitado, mercados libres y relaciones in ternacionales pacíficas" (La traducción es mía).
Un apunte final sobre el tema: la característica más general que define la libertad es la ausencia, en la sociedad, de concentraciones abrumadoras de poder (Según la idea lúcida de Michael Oakeshott. Rationalism in Politics and Other Essays).
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.