La semana pasada incluí en mi artículo una conclusión del Banco Mundial referente a las economías de América Latina. A la letra, dijo el BM, "las proyecciones indican un estancamiento de los niveles de vida". Para el caso de México, el BM planteó un crecimiento del PIB real de sólo 0.9% en el '23, lo que daría cierta base a su afirmación.
Recientemente, sin embargo, el INEGI publicó su estimación del crecimiento del PIB en el '22, situándolo en 3%. Además, el Fondo Monetario Internacional, en su flamante reporte sobre las perspectivas económicas mundiales, revisó al alza su "pronóstico" de crecimiento para México, llevándolo a 1.7% en el '23. (En números redondos, el C.I.E. de la Facultad de Economía, U.A.N.L., proyecta sólo 1.2%; la encuesta de Banxico entre especialistas, apenas 1%). Estas cifras cambian un poco el horizonte previo, pero no lo suficiente para alterar sus rasgos principales.
El PIB real por persona se utiliza por lo común como un indicador que le da contenido a la frase "nivel de vida". Veamos, para empezar, su historia durante los veinte años pasados.
La gráfica que sigue ilustra su trayectoria, pero, además, la extiende al '23, utilizando la estimación del FMI. Para todo el período, usé datos de población publicados por el Banco Mundial.
De golpe, es notorio el impacto negativo en "el nivel de vida" de dos fenómenos desastrosos: la Gran Recesión Mundial del '08-´09 y la pandemia del ´20. De hecho, el segundo causó un mayor daño. En ambos casos, hubo un "rebote" significativo. Fuere como haya sido entonces, si todo sale bien este año, el PIB por persona será aproximadamente un 2.9% menor que el alcanzado en el pico previo.
Digo "si todo sale bien", porque no se pueden ignorar los peligros que se vislumbran en el corto plazo: la prolongación o incluso el agravamiento de la invasión de Rusia a Ucrania; la persistencia de la inflación, pese a algunas buenas noticias recientes; la "prevista" desaceleración de la actividad económica en Estados Unidos; etc.
Reitero lo apuntado en mi artículo inmediato anterior: "dados sus efectos correctivos sobre diversos males sociales (...) la aceleración del crecimiento tiene el carácter de un imperativo moral".
Alentado por la moderación de la inflación y seguramente atento a ciertos signos de debilidad en la parte real de la economía, el Fed decidió moderar el aumento de su tasa de interés de referencia a sólo 25 puntos base. El alza coincidió con las expectativas de los mercados financieros, y validó el optimismo sobre la eventual ocurrencia de un "aterrizaje suave".
Sin embargo, conviene notar que Powell fue bastante cauto. Prácticamente anunció al menos dos incrementos más, lo que llevaría la tasa a un máximo de 5.25% para el final del año. Además, dijo a la letra: "Si la economía evoluciona en línea con las expectativas del Fed, no sería apropiado bajar las tasas este año". Y agregó: "sería prematuro declarar victoria (...) tenemos un camino largo por recorrer".
Sobre este discutible tema, encontré hace poco un comentario de N. G. Mankiw, un distinguido profesor de Harvard, a quien vale la pena citar: "La pregunta es, ¿qué tanta apretura monetaria es apropiada? La cuestión es difícil, y cualquiera que afirme que conoce con seguridad la respuesta, no está siendo honesto...". Frente a ello, resulta asombroso, por no decir chocante, el aplomo que exhiben muchos opinadores - - incluyendo algunos que quieren ser economistas- -.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.