Están de moda varias ideas sobre tres temas, relacionados, pero distintos: 1) la pobreza, 2) la distribución del ingreso y 3) la distribución de la riqueza. Por ejemplo, se dice (sic) que se han expandido las fronteras de la pobreza mundial, que aumentó la riqueza, pero con inequidad; que todos somos responsables de la desigualdad, etc. A mi juicio, a tales expresiones les sobran emociones y les faltan sustentos. En lo que sigue, trato de explicar por qué, echando mano de datos y de conceptos elementales. Asumo el riesgo de incursionar en un terreno "minado", donde no soy experto.
El Banco Mundial (BM) define como pobreza extrema: un ingreso diario por persona inferior a 2.15 dólares, ajustados para tomar en cuenta las diferencias del poder de compra entre países. Hay muchas otras formas de medir el fenómeno, más o menos apropiadas, según el propósito del examen. Antes de continuar, es necesario reconocer que los números empleados en las comparaciones internacionales son bastante frágiles, para decirlo con suavidad.
Según un reporte muy reciente publicado por el BM (March 2024, Update to the Poverty and Inequality Platform, PIP), la pobreza extrema en el mundo creció a consecuencia del impacto negativo del Covid-19 -como era de esperarse-. Específicamente, la proporción de la población en dicha condición pasó de 8.2% en 2019, a 9.7% en 2020. A la letra, el informe calificó lo ocurrido como "el primer aumento en décadas". El incremento se atribuyó al deterioro detectado en Asia del Sur. Vale notar que el reporte afirma que la pobreza extrema continuó disminuyendo en América Latina y en el Caribe, pero aclara que ello se debió en gran parte a lo sucedido en Brasil, dada su importancia relativa en la región, y agrega que eso puede explicarse por el papel de la política fiscal como mitigante de los impactos económicos del choque del Covid-19.
Pasada la pandemia, a nivel global, el índice mencionado retomó una tendencia descendente, situándose en 9% en 2022, cifra apenas un poco más alta que la estimada para antes de la crisis sanitaria. Es muy importante recordar que, en 1990, el porcentaje referido era casi 38%.
Así pues, resulta que no se han expandido las fronteras de la pobreza.
China: crecimiento, pobreza y desigualdad
En China, a lo largo de las décadas más cercanas a la actual, el espectacular crecimiento del PIB ha permitido que cientos de millones de personas hayan salido de la "pobreza extrema" -medida en términos de ingresos, tal como lo hace el BM-. Al mismo tiempo, la distribución de los ingresos entre el total de la población se ha tornado más desigual. Entiendo que algo similar ocurrió en la India.
En este punto, hay que tener cuidado con las palabras: desigual no significa necesariamente injusta. Eso depende del origen de la disparidad. ¿Procede del robo, de la corrupción o de un privilegio arbitrario? Es éticamente inaceptable. ¿Se generó en el trabajo, la inversión, la asunción de riegos, la innovación, el talento? Es moralmente justificable. Muchos críticos ignoran la distinción, quizás a sabiendas.
Es muy común confundir la distribución del ingreso con la distribución de la riqueza. El ingreso es un flujo (i.e. tantos pesos por año), la riqueza es el valor neto de un conjunto de activos en un momento dado.
Un ejemplo microeconómico puede servir para esclarecer el punto: supongamos el caso de un profesional joven que está en la mejor época de su vida, si ello se mide por sus muy altas percepciones anuales, que lo sitúan seguramente en el estrato superior de la distribución del ingreso entre la población. Sin embargo, resulta que nuestro sujeto no es rico, porque en términos patrimoniales, su posición neta es negativa: posee varios activos, pero sus pasivos son mayores, entre ellos, sobre todo, la hipoteca de la casa que habita con su familia. Así pues, es razonable suponer que está en la parte baja de la distribución de la riqueza.
Hay países y regiones del mundo en donde la pobreza sigue siendo aguda. Sus causas son muy variadas. Entre las principales está, según mi punto de vista, la ausencia de un marco institucional que permita y proteja el ejercicio de la libertad individual. La falta, pues, de un Estado de Derecho.
El autor es profesor de Economía en EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.