Mariana Mazzucato (MM) es una profesora de Economía de la Innovación en una universidad inglesa. En los años más recientes, ha alcanzado fama con base en sus tesis sobre la importancia del Estado en la solución de casi todo tipo de cuestiones: el cambio tecnológico, las crisis financieras, el calentamiento global (y, ahora), las pandemias, etcétera. Sus puntos de vista han sido acogidos con fervor por los "progresistas". Este grupo variopinto abraza siempre, con afecto, todas las ideas que se traducen en una ampliación del poder del gobierno, no sólo en la economía, sino en todos los órdenes de la vida social. "Hay que dejar de lado las reservas ideológicas sobre la participación del Estado en la economía", dijo MM hace poco. Una afirmación curiosa, viniendo de alguien que vive en el Reino Unido, donde el gasto del gobierno general equivale a 41% del PIB.
La orientación de MM encaja muy bien en el ambiente contemporáneo, caracterizado, en lo intelectual, por una crítica generalizada a un espantajo llamado "neoliberalismo"; y, en lo práctico, a la agresiva reacción gubernamental frente a la calamidad sanitaria iniciada por el coronavirus.
En términos históricos, las crisis son el caldo de cultivo ideal para la expansión de la injerencia del gobierno en el sistema político, económico y social. En Estados Unidos, un ejemplo palmario de ello fue --hace poco más de diez años-- la Gran Recesión Mundial, que indujo, entre otras cosas, una política monetaria "heterodoxa", sin precedente en los anales de la banca central moderna. En español, eso significó inundar de liquidez los mercados financieros, rescatar instituciones emproblemadas y llevar artificialmente las tasas de interés de corto plazo a cero, para todo fin práctico (e incluso debajo de cero, en otros países). La crisis propició la Ley Dodd-Frank (2010), cuyo propósito es regular aún más las operaciones bancarias. El episodio ha sido calificado como un éxito, haciendo olvidar que la debacle fue gestada, en lo principal, por una colección de políticas públicas erróneas, tanto del Fed como del Gobierno Federal (pero esto último es otro cuento).
El impacto del Covid-19 ha dado lugar --en Estados Unidos, otra vez-- a un aumento extraordinario del gasto público. De acuerdo con las estimaciones más recientes (junio 8) de la Oficina Presupuestal del Congreso, las erogaciones aumentaron 53% en mayo 2020, con respecto a lo gastado el mismo mes un año antes, y el déficit fue 170% superior. En lo que toca al Fed, resulta que los activos financieros en su balance aumentaron 70% entre febrero y junio: el banco central ha comprado masivamente no sólo deuda del Tesoro sino también toda clase de valores privados. Estos números explosivos no corresponden a un ente con "reservas ideológicas" sobre su participación en la economía. Ciertamente, la recomendación de MM es extemporánea.
Como en todas partes una porción del gasto público adicional se ha canalizado a apoyar a las empresas, MM ha sugerido que tales beneficios deben ser "condicionados" (No more free-lunch bailouts, Project Syndicate, 25-06-20). Su propuesta consiste en aprovechar la situación para reorientar la estructura de la producción. MM se apresura a aclarar que no se trata de adoptar una postura (a la letra) dirigista. En francés, el término original dirigisme se refiere a un sistema económico en el que el gobierno influye fuertemente en las decisiones del sector privado. Para su sugerencia, MM utiliza, en inglés, la palabra steer. Un eufemismo, desde luego, porque los sinónimos de steer son conduct, direct, guide, lead, marshal, etcétera. El producto (y su efecto) es el mismo, aunque la etiqueta sea distinta.
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El lector interesado en la relación teórica y empírica sobre las crisis y un Estado creciente puede consultar con provecho (en mi parcial opinión) una lista corta de libros clave: F. A. Hayek, The Road to Serfdom; J.F. Revel, The Totalitarian Temptation; R. Higgs, Crisis and Leviathan; K. Minogue, The Servile Mind.
Publicado originalmente en Reforma.