¿México en mundo tripolar?

Artículo publicado originalmente en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

Allá por el final de los ochenta del siglo pasado, Paul Kennedy (PK), un distinguido historiador británico, publicó un libro que lo hizo famoso a nivel mundial: The Rise and Fall of the Great Powers. Con franqueza, su tesis central no era muy sorprendente: el ascenso de la posición militar y estratégica de un país se basa en el crecimiento de su poderío económico. Y su declinación, agregaba PK, se origina en parte en la dispersión de sus recursos en la construcción y el mantenimiento de un imperio sobredimensionado.

Recientemente, PK ha expresado una opinión provocativa y debatible, inserta -según se dice- en "el fin del orden internacional neoliberal". Por ese término, supongo que puede entenderse, entre otras cosas, un sistema que se caracteriza por la liberación del comercio y las finanzas internacionales, la existencia de gobiernos de corte democrático y el peso dominante de Estados Unidos.

Para imaginar el futuro, PK confía en ciertas proyecciones económicas más menos comunes, según las cuales, allá por el año 2050, el panorama geopolítico estará dominado por tres grandes potencias: Estados Unidos, China y la India. Ahora bien, en las circunstancias actuales, los economistas tienen grandes dificultades para "pronosticar" lo que sucederá en 2025, ya no digamos en el próximo cuarto de siglo. Así pues, antes de ir más adelante con las reflexiones futuristas de PK, es oportuno advertir, como decía Borges, a quien he citado con frecuencia, que "traficar en consejos y en profecías es riesgoso, cuando no impertinente". (Un proverbio árabe apócrifo dice: "El que predice el futuro miente, aunque diga la verdad").

Como quiera, la conjetura general de PK tiene cierto fundamento. Después de todo, de acuerdo con algunos cálculos razonables, en cuanto al PIB total, la economía de Estados Unidos es hoy la más grande del mundo, seguida por la de China: la de la India ocupa el quinto, ha crecido a tasas espectaculares a lo largo de los años más cercanos al actual-. Claro, ese ordenamiento cambia mucho si la variable escogida para efectuarlo no PIB, sino el PIB por habitante: en tales términos más estrictos, tanto China como la India están (muy) lejos de Estados Unidos.

Sea como fuere en lo que toca a estadísticas, PK ofrece algunos puntos de vista que pueden ser significativos.

Por ejemplo, dice PK, se supone que una gran potencia se involucra, por necesidad, en los problemas mundiales. Sin embargo, PK plantea la pregunta de si las tres potencias mencionadas les preocupa de veras, militar mente, lo que sucede más allá de sus fronteras.

La historia enseña que una nación poderosa se mete a menudo en conflictos que, a fin de cuentas, no son de la incumbencia de sus ciudadanos. Los ejemplos abundan. (Estados Unidos en Vietnam; Rusia en Afganistán). A China y a la India no parece importarles mucho, digamos, lo que pasa en el Medio Oriente. Según PK, lo de Trump con Canadá y Groenlandia no pasa de ser una bravata. De hecho, los tres países, di ce PK, cuentan con suficiente espacio físico para no andar pisándose los callos ("stand on each other's toes", en el original). A lo anterior, hay que agregar el factor clave: se trata de un trio con capacidad nuclear, lo que propicia la cautela.

PK, siendo europeo, añade un comentario políticamente delicado, que consiste en interpretar el frecuente discurso cuyo tema es la necesidad de una Europa como una manifestación de la ansiedad de sus líderes sobre la irrelevancia de ese continente en los asuntos mundiales futuros.

Así pues, parece concluir PK, quizás sea tolerable un siglo XXI tripolar. El resto de países tendrá que buscar un acomodo en ese ámbito.

En cuanto a México, el realismo político señala sin duda cuál es ese sitio, independientemente de las turbulentas condiciones creadas por el nuevo régimen de Trump. La necesaria revisión del T-MEC provee la oportunidad para rediseñar las políticas públicas nacionales, con el fin de acelerar de veras el mediocre crecimiento económico.

El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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