Amartya Sen, un economista y filósofo indio, publicó en 1980 un artículo (Equality of What?) que, en mi opinión, influyó en forma muy significativa sobre la discusión de la naturaleza y el significado del desarrollo económico --además de sus implicaciones para el bienestar humano--. En 1998, Sen ganó el Premio Nobel de Economía. Un año después, publicó un libro trascendente: Desarrollo y Libertad (Development as Freedom), donde expuso en detalle el concepto de "capacidades", que (casi) ha normado desde entonces el enfoque sobre la medición adecuada del desarrollo.
El tema gira alrededor de la idea de que el PIB per cápita real (es decir, ajustado por inflación) es un buen indicador del desarrollo humano, pero no es suficiente. El análisis de Sen parte de la noción de "libertad positiva", que quiere decir simplemente la existencia de algo que se requiere para hacer efectivo un derecho. Por ejemplo, la libertad para leer, sin restricciones oficiales, es inútil si la persona es analfabeta.
La Organización de Naciones Unidas ha elaborado un Índice de Desarrollo Humano (IDH) que incluye tres variables: la esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el ingreso per-cápita. La inclusión de las primeras dos en el IDH, intenta darle al concepto de desarrollo humano una dimensión que excede a la mera cuantificación del ingreso. Allá por los noventa, Sen participó en la preparación del IDH.
Ahora bien, como es lógico, resulta que las estadísticas internacionales "prueban" una correlación alta entre el ingreso per-cápita y cada una de las otras variables que se usan para describir el "desarrollo humano". En este sentido, en buena medida, la disyuntiva entre crecimiento y desarrollo es más aparente que real.
Veamos el caso de México a lo largo de los casi cuarenta años más recientes. Si comparamos la trayectoria de la esperanza de vida al nacer con la del PIB per cápita, tal como se observa en la gráfica, está claro que muestran una relación muy estrecha, aunque no perfecta. Cada punto representa la combinación de las dos variables para un año determinado. De 1980 a 2018, la esperanza de vida aumentó ocho años, y el PIB per cápita creció 30%.
Durante 2019, según se calcula, la actividad económica se estancó, si no es que se contrajo ligeramente. En otras palabras, no hubo crecimiento. Así pues, dado que la población siguió aumentando, el PIB real por persona se redujo algo así como 1.1%.
A pesar de ello, a juicio de algunos politicos, en el 2019 hubo "desarrollo". Al parecer, fincan su opinión en la idea de que el gobierno distribuyó dinero, "con justicia", a ciertos grupos seleccionados. En tales expresiones, se confunde a menudo el concepto de ingreso con el de riqueza
En rigor, el crecimiento al que se refieren los economistas consiste en producir más bienes y servicios reales. Cambiar la composición del gasto público no es lo mismo. Canalizar recursos adicionales al "gasto social", y reducir los destinados a la inversión, produce seguramente algunos efectos positivos de corto plazo en el consumo, pero a costa del aumento necesario de la capacidad productiva de la economía. El futuro se sacrifica en aras del presente.
Finalmente, vale aclarar que el PIB es un flujo periódico de ingresos, mientras que la riqueza es el resultado acumulado del ahorro. En términos contables ordinarios, digamos para ejemplificar, una cosa es la utilidad y otra cosa es el capital.
Publicado originalmente en Reforma.