El 1 de noviembre el Fed decidió dejar sin cambio su tasa de interés objetivo (Fed Funds). Eso era exactamente lo que esperaban en general tanto los analistas como los mercados financieros.
El Fed (de hecho, el comité encargado de la política monetaria, el Federal Open Market Committee) apoyó su decisión en argumentos que expresó en dos párrafos con un total de siete líneas, en un admirable ejemplo de síntesis: la actividad económica crece con fuerza y la inflación continúa elevada; el impacto de la restricción financiera es incierto; y, las autoridades se mantienen muy atentas a los riesgos inflacionarios.
A pesar del tono precautorio del texto, la mayoría de los "enterados" llegó a la conclusión de que el llamado "ciclo alcista" de la tasa de interés ha terminado. Sin embargo, en la conferencia de prensa correspondiente, Jerome Powell dijo que todavía hay terreno por recorrer, antes de lograr la estabilidad de los precios. La meta oficial es 2% y el dato más reciente se situó en 3.7%. Así pues, con realismo, no se puede descartar la posibilidad de un incremento de la tasa en la próxima reunión del Comité.
Como quiera, la decisión provocó una reacción positiva de Wall Street y una apreciación significativa del peso mexicano. No fueron duraderas, pero resultaron cuando menos curiosas: si lo hecho por el Fed no fue sorpresivo, entonces, ¿por qué los precios de las acciones y el tipo de cambio se movieron en forma tan notable? No lo sé. Quizá las expectativas iniciales no eran tan firmes como parecían.
Unos cuantos días después, Neel Kashkari, quien preside el banco de la Reserva Federal de Minneapolis, se encargó de "enfriar" un tanto los mercados. En una entrevista en la televisión apuntó lo obvio: la inflación ha descendido, pero no ha desaparecido; y agregó que, en política monetaria, es mejor equivocarse apretando de más que quedando corto en el esfuerzo desinflador. (La palabra es horrible, pero es apropiada.) El jueves 10, Powell dijo que el Fed no titubeará en subir de nuevo la tasa de interés, si considera que la inflación no está controlada. El mercado resintió el golpe.
Los episodios avalan una idea popular entre los críticos, según la cual, los haceres y los decires del Fed son un factor causal de inestabilidad financiera.
El 9 de noviembre Banxico informó lo que también era totalmente esperado: la tasa de interés objetivo se mantuvo otra vez (la quinta) en 11.25%. Aunque reconoció avances en el control de la inflación, el banco señaló, con razón, que "el balance de riesgos" se inclina al alza. En conclusión, Banxico anunció que dejará "la tasa de referencia en su nivel actual por cierto tiempo". (El énfasis es mío.) La cuestión clave es que "cierto tiempo" no es lo mismo que "tiempo prolongado" - -según se expresó en ocasión de la decisión anterior, de septiembre 28- -. El cambió de fraseo se interpretó como un aflojamiento de la postura monetaria y el peso se depreció. Como quiera, ¿cuánto tiempo es "cierto tiempo"? A mi juicio ortodoxo, debería ser mucho, porque la propia Junta estima que la inflación se aproximará a la meta de 3% allá por "el segundo trimestre de 2025" (sic). Parafraseando a Powell, hay mucho trecho todavía por cubrir, y no será fácil.
En las dos economías - -toda proporción guardada- - la persistencia de la inflación, y la necesaria existencia de tasas de interés altas, conlleva un riesgo de largo plazo para la estabilización. Consiste en el aumento de la carga del servicio de la deuda en la estructura de las finanzas públicas. Conforme crece dicha carga, reduce la disponibilidad de recursos para otras partidas de gasto; en consecuencia, apoya la noción de que las tasas son "excesivas", minando políticamente la postura estabilizadora del banco central.
En Estados Unidos, en el tercer trimestre de este año, la carga por intereses aumentó 30% con respecto al mismo periodo de 2022, y representó 3.6% del PIB. A lo largo del quinquenio más reciente, el alza ha sido 78%. (Las cifras son de FRED.)
En México, dicho renglón aumentará casi 12% entre 2023 y 2024, y significará cerca del 3.7% del PIB; en 2018 era 2.5%. Para apreciar su cuantía, vale notar que la recaudación atribuible al IVA se estima en 3.9% del PIB para 2023. (Los datos son de la SHCP).
El autor el profesor de Economía en EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.