El común de los comentarios sobre la dramática caravana de centroamericanos hacia Estados Unidos se ubica en una de dos posiciones: 1.-la humanista --admirable— que consiste en expresar compasión y solidaridad con los migrantes; y, 2.-la oportunista --rutinaria— que aprovecha el suceso para, otra vez, criticar la política migratoria de Estados Unidos.
Unos pocos declarantes y articulistas se han ocupado de las causas del problema, destacando entre ellas, con buen juicio, la pobreza y la violencia que caracterizan a la región. Algunos números pueden servir de marco para enfatizar el punto.
Según el Banco Mundial, en 2017 el PIB por habitante en Honduras fue algo así como 2,500 dólares (corrientes) anuales. Por comparación, el PIB por habitante en México fue 8,900 dólares y, en Estados Unidos, 41,000 dólares. Con tales diferencias abismales, la migración tiene un atractivo extraordinario.
De acuerdo con el mismo banco, en Honduras un 66% de la población vive en condiciones de pobreza. Además, es uno de los países con mayor indice de violencia en el mundo, con 44 homicidios por cada 100,000 habitantes. Uno puede, si quiere, y sin mayor esfuerzo intelectual, atribuir esos males a Estados Unidos en general, y a su actual presidente en particular. Pero ello no sería otra cosa que una expresión retórica gastada. La cuestión de veras tiene una raíz muy profunda en términos históricos.
La teoría moderna del desarrollo económico enfatiza el papel de las instituciones en dicho proceso. Una manera simple de apreciar su relevancia consiste en interpretar la palabra "instituciones" como las "reglas del juego" politico, social y económico. En la lógica de los economistas, las reglas referidas generan incentivos, los cuales inducen cierto tipo de conducta de las personas. Ello, a fin de cuentas, determina no sólo el estado de la sociedad, sino también su evolución.
Lo anterior puede parecer muy abstracto. Un ejemplo económico realista quizás ayude.
Antes de 1994, el Banco de México era, para todo fin práctico, una dependencia más del Ejecutivo. Como el sector público federal gasta ordinariamente más de lo que recibe en impuestos (y en otro tipo de ingresos), el Presidente en turno enfrentaba la tentación de financiar el déficit resultante obligando al banco central a emitir dinero, a cambio de deuda gubernamental. Por supuesto, al Presidente lo vencía por lo común la tentación, y el resultado era... inflación: un impuesto''no legislado y regresivo. Las "reglas del juego" producían una consecuencia negativa para la población. La inflación se evitó sólo cuando personas excepcionales, como Antonio Ortiz Mena y Rodrigo Gómez (en la SHCP y Banxico, respectivamente), fueron capaces de acotar la inclinación presidencial. Todo ello cambió con la autonomía de Banxico: el Art. 28 constitucional dice, a la letra "Ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento". Ninguna, incluyendo, desde luego al Presidente. Con nuevas reglas del juego, la consecuencia positiva fue (casi) palpable la inflación descendió en forma espectacular.
En América Latina en general, durante siglos, las instituciones politicas, sociales y económicas han sido contrarias al desarrollo. En el ámbito económico la lista es larga y penosa el latifundismo (en México, luego, el ejido); el proteccionismo comercial; los monopolios; los bancos centrales dependientes; los sistemas fiscales ineficientes; la sobre-regulación; la manipulación cambiaria; el excesivo endeudamiento externo; etc. El subdesarrollo no es casual. Las críticas de moda habría que dirigirlas hacia adentro y hacia el sur.
En un plano más amplio, la falla clave ha consistido en la debilidad del Estado de Derecho. Cuando la ley no se respeta, cuando no se aplica por igual a todos los ciudadanos, la vida social se deteriora.
Volvamos a la economía, para terminar. Donde el Estado de Derecho es frágil, el sector informal es extenso. Los países donde el sector informal es muy grande, la población sufre una mayor incidencia de la pobreza, hay una mayor desigualdad de la distribución del ingreso. ¿Suena conocido?
Publicado originalmente en Reforma.