Está en curso una discusión animada cuyo tema es muy importante, y que se plantea en forma de una pregunta: ¿cuándo llegará la inflación a su "pico" en México?
La única respuesta seria que merece la interrogación anterior es muy breve y muy humilde: "Quién sabe". No se trata de un caso de un ataque repentino de agnosticismo profesional. Es cuestión simplemente de aceptar las limitaciones de la ciencia económica, en cuanto a su capacidad para adivinar el futuro.
Para probar lo apropiado de la contestación referida, bastaría con examinar la serie de fallas de "pronóstico" que sufrieron los gurúes a lo largo del '21. Pero un ejemplo debe ser suficiente: en abril del año pasado, la inflación fue 6.1%; dos meses después, en promedio, la "expectativa" de los enterados era que la inflación llegaría a 5.6% en diciembre. En otras palabras, se supuso que el "pico" había quedado atrás. En realidad, como se sabe, el alza general de los precios alcanzó 7.4% al fin del año.
En todo caso, el debate aludido desvía la atención del público de un aspecto sustantivo --al menos de una parte--. Supongamos, sin conceder, que, en efecto, la inflación tenderá pronto a descender. Eso lo único que significará es que los precios crecerán un poco menos aprisa, pero no que dejarán de subir. (Sé que el apunte previo es obvio, pero me detengo en destacarlo como preámbulo del comentario que sigue). Veamos.
La inflación acumulada a lo largo de los nueve años comprendidos entre diciembre '12 y el mismo mes del '21, implicó una caída de un poco más de 31% en el poder adquisitivo del peso. Esto se ilustra en la Gráfica 1. (Las cifras originales son de Banxico). El daño ya es un dato. Y continuará, aunque sea a menor ritmo. Eso es lo que implica el actual vaticinio estándar de una inflación de "sólo" 4.5% para este año.
Si dividimos el lapso completo en los dos periodos presidenciales que abarca, resulta que en el primero, de seis años, la reducción del poder adquisitivo fue cerca de 22%. (Gráfica 2)
En el segundo tramo, de sólo tres años, ya ha ocurrido un deterioro de 12.2%. Lo sucedido incluyó, entre marzo y abril del '20, una recuperación momentánea significativa, es decir una caída del índice general de precios --esa sí, transitoria--. Ello fue consecuencia del impacto depresivo del Covid-19 sobre la demanda y, por tanto, sobre la actividad económica. (Gráfica 3).
Bajo la luz elemental de lo apuntado, y considerando a la letra la Ley de Banxico, la discusión sobre la postura adecuada de la política monetaria resulta bizantina, es decir, absurda. A la letra, el Artículo 2 de la Ley referida dice: "El Banco de México tendrá como finalidad proveer a la economía del país de moneda nacional. En la consecución de esta finalidad tendrá como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda". ("Prioritario", por cierto, quiere decir que tiene la cualidad de ser primero en el orden). Las cursivas son mías, por supuesto.
En resumen: 1) la pérdida de poder adquisitivo del peso ha sido notable y persistente; 2) el problema tiene visos de permanencia, aunque sea atenuada; y, 3) en consecuencia, la única dirección apropiada para la política monetaria es la restricción.
El autor es profesor de Economía en EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.