Decía el célebre físico Richard P. Feynman (Premio Nobel 1965) que el conocimiento está tan especializado, que pocas personas tienen la capacidad de opinar con profundidad sobre asuntos situados más allá de su esfera de competencia. Cuando lo hacen, concluía, corren el riesgo de parecer tontos. (Consciente de ello, Feynman, se aventuró como quiera a expresar sus ideas sobre temas muy diversos, en un ciclo de tres conferencias cuyo contenido se publicó en 1998. Lo dicho tomó la forma de un libro pequeño con un título magnífico: The Meaning of It All, Thoughts of a Citizen-Scientist).
En México, en los turbulentos tiempos que corren, muchos comentaristas, - -que carecen de las altas credenciales que distinguían a Feynman- - se aventuran a expresar juicios sobre temas que en realidad ignoran. Tal es el caso, entre otros, de literatos que, aunque notables en su campo, repentinamente se presentan en público como analistas sociales, políticos y económicos.
Recientemente, me topé con un ejemplo de lo anterior. Un distinguido novelista dijo que "la austeridad" fiscal, de la que presume el gobierno de la 4T, es una medida claramente "neoliberal", esto es, propia de muchos gobiernos anteriores. Tal afirmación simplemente no encuentra sustento en la historia mexicana de las tres décadas más recientes. Sin mayor análisis, como se puede apreciar en la gráfica, el Gasto Público Federal, expresado como porcentaje del PIB, bajó de 22.5% en 1990 a 17.2% en 1998. Sin embargo, de ahí en adelante aumentó en forma muy notable, llegando a 26.6% en 2016. Un ascenso de ese tipo no "aguanta" el calificativo de "austero". De hecho, la cifra se situó en 23.8% en el último año de la administración de EPN. En 2021, a la mitad de la gestión de AMLO, el cociente en cuestión fue 25.7%. Q.E.D.
Otra idea sin base, también propalada por escribidores inquietos, consiste en que, durante "el periodo neoliberal", los impuestos a "los ricos" no aumentaron. (Vale notar que decir "los ricos", no es lo mismo que decir "los de altos ingresos", pero eso es una distinción quizá demasiado fina para ciertos autores de relatos).
El cuadro que sigue sirve para aclarar partidas.
No ignoro, desde luego, que la tasa efectiva no es necesariamente igual que la tasa estatutaria. (En mi caso, desgraciadamente, sí lo es, o casi).
El gobierno federal "neoliberal" bajó la tasa marginal durante el auge petrolero, pero la aumentó más tarde, porque el "boom" se acabó y porque el fisco persistió en una política expansiva de gasto.
De paso, es importante señalar que el ISR pagado por las personas situadas en el decil más alto de ingresos, constituye un poco más de la mitad del total recaudado por dicho impuesto (SHCP). Si eso coincide o no con la noción de lo que es "justo" en materia tributaria, es asunto que cae en el ámbito de los juicios de valor, sobre los que hombres razonables pueden diferir (Milton Friedman dixit).
El gobierno actual prometió no aumentar los impuestos y prometió también no crear nuevos. (Ergo, se dice, en realidad es "neoliberal"). Entiendo que confiaba en obtener recursos reduciendo la corrupción. Fuere como haya sido, lo cierto es que ha tenido que echar mano de los ahorros generados en la era "neoliberal". Al presente, el fisco recibe el beneficio de los altos precios internacionales del petróleo, pero al parecer lo transfiere a la población en un subsidio regresivo que, de paso, amortigua artificialmente la inflación.
Nota final: Curiosamente, quienes insisten ahora en una reforma tributaria recaudatoria son a menudo los mismos que deploran la ineficiencia del gasto público.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.