¿Es razonable responder a los aranceles con aranceles?

Aunque los aranceles de represalia son una respuesta impulsiva natural, no es necesariamente la más positiva para la economía

La teoría económica ha demostrado que, en la mayoría de los casos, es mejor no tener barreras al comercio internacional. Prueba de ello es el tratado de libre comercio México-Estados Unidos-Canadá (TLCAN, luego T-MEC), firmado hace más de 30 años. Gracias al cual, se intercambia en promedio US$ 1,5 millones por minuto en bienes y servicio entre México y Estados Unidos.

Este intercambio ha crecido espectacularmente a lo largo del tiempo y no ha sido por casualidad, sino porque ambos países se benefician económicamente en gran medida de ello. Esto ha sido avalado por un gran número de investigaciones académicas realizas en esta materia.

Sin embargo, el volumen difiere significativamente: las exportaciones de México representan actualmente alrededor del 40% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, mientras que las de Estados Unidos suponen alrededor del 11%. Dicho de otra forma, las exportaciones son casi cuatro veces más importantes para la economía mexicana que para la estadounidense. Pero a la alta dependencia que tiene México del sector externo se suma un factor adicional: más del 80% de sus exportaciones se dirigen hacia Estados Unidos, cuando México es apenas el receptor del 15% de las exportaciones de Estados Unidos.

Ante esta situación, si se aplicara un impuesto o arancel similar entre ambos países, definitivamente el más afectado sería México, dada la importancia del comercio exterior en el valor total de su producción interna. Adicionalmente, el presidente Donald Trump ha advertido que, si México responde aplicando aranceles, ellos tomarán medidas adicionales que podrían afectar aún más la relación comercial.

La evidencia muestra que es habitual que los países retalíen con aranceles a las importaciones de aquellos países que les pusieron aranceles primero. Aunque este tipo de aranceles de represalia son una respuesta impulsiva natural, no necesariamente es la más positiva para la economía. El país al que se le imponen los aranceles (en este caso México) debería reaccionar buscando siempre un beneficio para su economía.  

Supongamos que México responde a los aranceles de Estados Unidos con sus propios aranceles de represalia. ¿Con qué escenario nos encontraríamos? En primer lugar, un incremento en el precio de ciertos insumos y productos finales en el país, con efectos en diversos frentes:

  1. Los costos de producción de las empresas que utilizan insumos provenientes de Estados Unidos aumentarían, afectando la cadena productiva del país y haciendo menos competitivos ciertos productos mexicanos. Esta pérdida en competitividad podría, en el mediano plazo, terminar impactando aún más a las exportaciones mexicanas, que tenderían a disminuir.
  2. El consumidor mexicano se vería perjudicado, ya que compraría a un mayor precio aquellos productos provenientes de Estados Unidos, los cuales ahora tendrían un arancel.
  3. Podrían generarse presiones inflacionarias que, además de lastimar el bolsillo de la población en general, podrían reducir el margen de maniobra de Banxico para bajar las tasas de interés en el mediano plazo, dificultando un mayor crecimiento económico en el país.

Por estos motivos, México no debería responder con aranceles de represalia a Estados Unidos, independientemente de lo que termine decidiendo Donald Trump, porque seguramente el daño que nosotros mismos nos infringiríamos sería mayor que la ganancia.

Dado que la existencia de un tratado de libre comercio entre México y Estados Unidos ha sido altamente beneficiosa en términos económicos para ambos países, se espera que las sanciones arancelarias que pueda imponer Estados Unidos a México sean temporales. Su duración depende del rédito político que saque el presidente Trump de esta medida.

Un escenario óptimo es que el apoyo popular a esta medida se erosione de forma acelerada y termine imperando el beneficio económico mutuo. Por el bien de todos, esperemos que así sea.


El autor es director del Departamento de Finanzas y Economía de Negocios de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.

Artículo publicado originalmente en SIMALCO.

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