El persistente rezago mexicano

Artículo publicado originalmente en la sección de Glosas Marginales del periódico Reforma.

En 2010, Sebastián Edwards publicó un estupendo libro con un título provocativo: Left Behind - -Latin America and the False Promise of Populism- -. En el prefacio, dijo: "En 1700 las colonias del norte y del sur de América tenían más o menos el mismo estándar de vida. Para 1820, sin embargo, el ingreso per cápita en América Latina era cerca de dos tercios del de Estados Unidos y Canadá. Y, en 2009, el ingreso per cápita de América Latina era un quinto del de Norteamérica". Con tersura, Edwards calificó lo sucedido como "una declinación gradual".

Diez años después, la declinación ha continuado, cuando menos en lo que se refiere a México. La Gráfica 1 muestra la trayectoria del PIB por persona en México, como porcentaje del PIB por persona de Estados Unidos (línea azul), y de Canadá (línea naranja).

Toda proporción guardada, examinar el caso con referencia a Corea del Sur - -un benchmark obligado desde hace muchos años- - conduce a un resultado aún más desfavorable. Allá por los sesenta del siglo pasado, el PIB per cápita de México era más alto que el del país asiático. Pero las cosas cambiaron radicalmente conforme Corea del Sur formó parte del grupo formidable de Tigres Asiáticos, caracterizado por las altas tasas de crecimiento económico de sus miembros. En 2001, el PIB por persona de México era aproximadamente la mitad del coreano; diez años después, era sólo la tercera parte. Esa involución se aprecia con claridad en la Gráfica 2, construida con datos similares a los usados en la primera.

¿Hay alguna mejora en la perspectiva? No, no en el corto plazo.

La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su reporte estrella semestral, llamado World Economic Outlook, que contiene sus proyecciones cuantitativas de las principales variables económicas, para un asombroso número de países. Esta vez, el reporte se tituló "Countering the Cost-of-Living Crisis". Al presentarlo, el economista principal de la institución, Pierre-Olivier Gourinchas, no se anduvo por las ramas: "lo peor está por venir", dijo, sumándose al ya poblado coro de profetas sombríos.

Como he comentado en este espacio muchas veces, conviene tomar los números en cuestión como recomendaban los clásicos: cum grano salis; es decir, con una dosis razonable de cautela. Como quiera, las cifras sirven cuando menos de puntos de referencia para "documentar el pesimismo" (parafraseando una ocurrencia de Carlos Monsiváis). El cuadro que sigue resume lo principal.

Ya sabemos que el porvenir inmediato se prevé cargado de dificultades. Pero el rezago mexicano ha sido centenario, como vimos. En resumen, ¿cuál ha sido su causa? En mi opinión, que no es otra cosa que la reiteración del juicio de los verdaderos expertos, el problema es la existencia duradera de un orden institucional ineficiente. ¿Qué quiere decir eso? Que "las Reglas del Juego" económico prevalecientes, que motivan la actuación de la población, no favorecen el esfuerzo productivo, la asunción de riesgos, el ahorro, la inversión, la innovación, etc. Al contrario, en más de un caso entorpecen dichos procesos, si no es que de plano los inhiben. Un ejemplo viejo: la estatización de la banca; uno reciente: la cancelación del aeropuerto de Texcoco.

El subdesarrollo no es casual: requiere de eficacia y de terquedad... en el error. (Argentina, ayer y hoy).

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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