El FMI, el futuro... y una nota futbolera

Artículo publicado en la columna Glosas Marginales de Reforma

Adivinanzas educadas

Hace unos cuantos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró formalmente que la guerra entre Rusia y Ucrania, y las sanciones asociadas a ella, "tendrán un impacto severo en la economía global". ¿Por qué? Por razones obvias: han creado un choque adverso sobre la actividad económica, y han dado un impulso adicional a la inflación - -en un momento en que las presiones de precios son altas de por sí- -.

En fecha próxima, el FMI se ocupará de "traducir" lo anterior en una perspectiva numérica, dando la impresión de una cierta capacidad como pronosticador de la economía.

Por desgracia, la realidad es muy distinta. No voy a examinar en detalle las credenciales del FMI como augur económico. Para evaluarlas, bastará con echar una ojeada a lo ocurrido en 2020. En enero de ese año, el FMI predijo que el PIB mundial crecería 3.3%, y el de México 1.0%.

Desde luego, ya sabemos lo que sucedió. Apareció el Covid-19, y el PIB mundial cayó 3.2%, y el de México 8.3%. He usado al FMI como ilustración de la falla, pero el desempeño de los pronosticadores en general, públicos y privados, no fue mejor.

¿Cuál es la enseñanza que se deriva del episodio? Una muy sencilla y muy aleccionadora de veras: cuando hay cambios en el entorno, sobre todo si son drásticos, las predicciones económicas no tienen mucha utilidad - -para decirlo con caridad- -.

¿A qué viene el comentario anterior? Simplemente, me pareció oportuno, dado que la guerra en curso es, sin duda, uno de esos eventos que alteran radicalmente el ambiente en que se desarrollan las actividades económicas.

Yo no soy experto en geopolítica, casi sobra aclararlo, pero me atrevo a decir que nadie conoce el eventual desenlace del conflicto. Ni Putin, ni Zelensky, ni Biden, para nombrar a los principales actores del drama. En consecuencia, es imposible estimar cuantitativamente sus efectos económicos, con alguna pretensión de exactitud. Caben, eso sí, algunas adivinanzas educadas, fincadas en el poder de la lógica económica. Es decir, en el sentido común disciplinado por una ciencia social.

Los economistas manejan instrumentos estadísticos muy refinados para realizar sus pronósticos. Pero tienen un problema notable: se basan necesariamente en cifras históricas. Cuando el horizonte es similar al pasado inmediato, el ejercicio arroja resultados aceptables, aunque rara vez libres de error. Sin embargo, cuando el panorama se caracteriza por alteraciones abruptas, los diversos "modelos" no tienen mucha capacidad predictiva.

Lo dicho no quiere ser una descalificación de la profesión - -lo que indicaría inclinaciones suicidas- - sino un humilde reconocimiento de limitaciones. A pesar de ellas, es un hecho que las predicciones de los econometristas se siguen demandando y usando intensamente. La explicación es simple: por lo común son mejores que las profecías de los aficionados (wannabe economists), que quizá leen el porvenir en los asientos de un café tempranero.

Los iluminados que presumen de tener contacto con el futuro son parte del mundo de la política o del espectáculo, no de la comunidad científica.

Pecadores y justos

Lo ocurrido en La Corregidora merece los muchos adjetivos negativos que ha recibido, y aún más. La FMF reaccionó suspendiendo todos los juegos posteriores, hasta nuevo aviso. En mi opinión sesgada de aficionado futbolero longevo, la medida fue incongruente y, por tanto, no resolvió nada.

Para intentar fundamentar mi dicho, aquí va un ejemplo hipotético, quién sabe si relevante. Supongamos que ocurre un accidente grave, digamos, en el aeropuerto de Querétaro. En respuesta, las autoridades deciden suspender los vuelos en todos los aeropuertos del país. Absurdo, a mi juicio.

El autor es profesor de Economía de EGADE Business School

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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