El crecimiento, la cultura Smith... y Twitter

Artículo publicado en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

La semana pasada dije que "la lentitud del crecimiento (económico) fue consecuencia de la formación de un ambiente de negocios caracterizado por la incertidumbre sobre 'las reglas del juego' económico; la inseguridad personal y patrimonial; la impunidad; y, la corrupción. En una frase: por la fragilidad del Estado de Derecho". Y agregué que, si de veras se quiere acelerar el progreso de México, la agenda de políticas públicas tiene que abocarse a enfrentar esos problemas.

No hay nada nuevo en lo anterior. Hace casi 250 años, Adam Smith escribió lo siguiente; "Para llevar a una sociedad al grado más alto de opulencia, a partir de la forma más baja de barbarie, se necesita poco más que paz, impuestos simples y una administración tolerable de la justicia: todo el resto surgirá en el curso natural de las cosas". Ninguno de esos tres elementos smithianos caracterizan la situación actual de México.

Smith desde luego tenía razón, pero los estudiosos modernos han agregado a su planteamiento un énfasis apropiado en el papel de la cultura prevaleciente en la sociedad. De ello me he ocupado varias veces en este espacio a lo largo de los años. Si recuerdo bien, por ejemplo, alguna vez cité una frase de John Gardner, que no tiene desperdicio: "Los economistas han aprendido que, una vez que han diagnosticado los problemas económicos de una sociedad subdesarrollada, deben hacer frente a los hábitos, actitudes y sistemas de creencias que impiden el crecimiento económico". (Self-Renewal, The Individual and the Innovative Society, 1964). ¿Como cuáles?

Yo no soy sociólogo, pero me parece que uno de los hábitos mexicanos contrarios al crecimiento es la tendencia a esperar la intervención del gobierno para solucionar todo (todo) tipo de problemas. Ello se deriva de una actitud que consiste en la renuencia a asumir las responsabilidades inherentes al ejercicio de la libertad individual. En cuanto a las creencias, prevalece, según mi entender, la fe en la capacidad del poder del Estado para dirigir bien la economía.

Más recientemente, he dedicado algunas páginas a las tesis de Joel Mokyr (A Culture of Growth, 2016) y de Deidre McCloskey (Why Liberalism Works, 2019). Todas relevantes para avalar la citada advertencia de Gardner.

@EverElizondoA en Twitter, cinco años después

Empecé a participar en Twitter allá por el verano de 2019, a instancias de una buena amiga mía. He seguido haciéndolo hasta ahora (en X). No siempre ha sido una experiencia agradable. Es un medio dominado con frecuencia por "el sonido y la furia", que ahuyentan el razonamiento y la civilidad.

En todo caso, se me ocurrió la semana pasada revisar los comentarios que publiqué durante aquel año. Resultó que, casi un quinquenio después, algunos de ellos califican como vigentes, lo que es muy preocupante. Aquí va un par de muestras de lo que señalo. Para el caso, conviene recordar dos rasgos relevantes de 2019: fue el primer año del gobierno actual; y, la economía prácticamente se estancó.

Por ejemplo, en lo que toca a la paz referida por Adam Smith, en octubre 2019 dije en Twitter:" Un gobierno que no puede, o no quiere, proteger la integridad física de los ciudadanos, está fallando en su tarea más elemental". Agregué una cita de John Locke: "Donde no hay ley, no existe libertad". Y concluí: "lo demás es retórica".

Y en lo que toca a las dificultades fiscales del gobierno federal, siguen vigentes dos comentarios. Uno data de julio y se refiere a una declaración de Carlos Urzúa, entonces secretario de la SHCP, publicada en Proceso: "En materia presupuestaria, (Urzúa) simplemente aceptó lo que todos sabíamos desde la campaña: el aumento del gasto social pretendido es incompatible con la disciplina fiscal ofrecida".

El otro lo escribí en agosto y atañe al papel de los incentivos en el ámbito de las políticas públicas: "En 1977, James Buchanan publicó Democracy in Deficit, cuya tesis principal es muy poderosa: los políticos ceden a los incentivos: gastar más les gana simpatías; gravar más les gana impopularidad. El resultado es una tendencia al desequilibrio fiscal. El legado es de Keynes". Buchanan ganó el Premio Nobel en 1986.
 

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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