Un artículo reciente publicado en Project Syndicate dice que la carrera por la presidencia de Estados Unidos estará muy cerrada, a pesar de los buenos números que caracterizan a la economía bajo la administración de Joseph Biden... excepto en lo que se refiere a la inflación. Algo tiene de razón el autor, quien no esconde su aversión por Donald Trump. Preferencias políticas aparte, conviene echar una ojeada a los datos.
La gráfica ilustra la trayectoria de la inflación general a lo largo de los cinco años más recientes.
¿Qué "dice"? 1.-Que la inflación aumentó abruptamente como consecuencia de las disrupciones de oferta asociadas con el Covid-19, y también de las políticas económicas expansivas puestas en práctica para atenuar la crisis consecuente; 2.-que, una vez superada la emergencia, la inflación tendió a descender con rapidez; y, 3.-finalmente, que tiene casi un año "estancada" por arriba de 3%. Para apreciar el significado de esto último, conviene recordar que la meta del banco central (el Fed) es 2%, cuantificada en términos de un índice peculiar llamado Personal Consumption Expenditures Price Index. Por cierto, dicho indicador, en una versión que excluye del cómputo a los precios de los alimentos y de la energía situó la inflación más reciente en 2.8%. Sin embargo, por muy relevante que tal medida sea para el análisis y la toma de decisiones de la política monetaria, es obvio que no es la que más le importa al público. Al contrario, precisamente el alza de los precios de la comida y de la gasolina, por ejemplo, le resultan particularmente irritantes al consumidor.
Con algunas noticias económicas positivas (i.e., la solidez del empleo), no fue del todo sorprendente conocer que el Índice de Confianza del Consumidor, que prepara el Conference Board, y que fue publicado hace una semana, repuntó después de varios meses de caída. No obstante, al mismo tiempo, el índice mostró la preocupación de los encuestados sobre la persistencia tanto de la inflación como de tasas de interés elevadas - -que son sus compañeras lógicas- -. Por ejemplo, al final de 2021 la tasa de interés de un préstamo hipotecario a 30 años era 3%; hoy día, se sitúa cerca de 7%. Esto no es precisamente bien visto por los compradores potenciales de viviendas... es decir, por los electores.
Al examinar algunas de las cifras, se encuentra que el pasado mes de abril, la inflación en servicios fue 5.3%, mientras que la inflación general fue 3.4%. La diferencia sugiere la existencia de presiones de demanda de origen interno.
El Fed, por supuesto, está al tanto de la situación y de sus perspectivas y, en consecuencia, los miembros del Board, en general, parecen inclinados a mantener su tasa de interés objetivo sin cambio en 51⁄4-51⁄2 %, quizá cuando menos hasta el otoño. En un discurso reciente, uno de ellos dijo, a la letra: "Necesito ver varios meses más de buenos datos de inflación, antes de sentirme cómodo apoyando un aflojamiento de la postura monetaria". En términos políticos, este no es un horizonte cómodo para el presidente Biden.
Al momento de escribir este artículo no sabía, por supuesto, el resultado de las elecciones. Si sabía, como quiera, que la ganadora de la presidencia de la república enfrentará un grave problema de finanzas públicas, asunto que no apareció en los discursos de campaña. Por "buenas" razones.
Al respecto, he leído con preocupación la "solución" propuesta y prevista por muchos analistas: más impuestos. A mi juicio, un planteamiento así es erróneo. La verdadera cuestión fiscal reside en la mala estructura y en la ineficiencia del gasto público. Aumentar la tributación desalentaría el esfuerzo productivo, el ahorro, la inversión y la asunción de riesgos. Es decir, propiciaría la debilidad del crecimiento económico... como si no fuera raquítico de por sí.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.