Dentro de 10 años su asesor de inversiones será un youtuber. No sé si a Ud., pero a su humilde editorialista, la idea le choca, a muerte; así como choca la idea de que su médico, psicólogo, entrenador, abogado y su diseñador serán youtubers igualmente -su agencia de noticias ya lo es-.
¿Cómo confiar mi patrimonio, mi salud física y mental y mi libertad a un avatar, a una persona de la que sé muy poco, que no sabe nada de mí, una que quizás ni exista y cuyas credenciales desconozco? Y, si falla, ¿cómo reclamo mis derechos?
Nada de eso importara pues al final, la relación con el proveedor de un servicio especializado requiere de tres cosas: la confianza en su dominio del oficio, la atención particular a mis necesidades y el precio. En el universo digital, el volumen y los stats cumplen con los tres, de sobra. Y en cuanto a sus errores, sí es un riesgo que tendrás que tomar, al igual que en el mundo "real".
¿Pero y la regulación? ¿permitirá la autoridad que cualquiera sea asesor de temas que versan con la vida y con todo lo de valor que hay en ella? Por un tiempo no podrán hacer nada y efectivamente (como se demostró en el reciente caso de Reddit-GameStop) cada quien es libre de tomar sus propias decisiones cuando le conciernen a su persona y sus cercanos, aunque lo más probable es que ésta -la regulación- se irá adecuando lentamente, pero aún bajo ese poroso paraguas, esta tendencia es implacable.
Y hablando de ella, tres factores la han alimentado -con esteroides-: Las redes sociales, la pandemia y el envío de cheques por correo para aliviarla. A su vez, éstos han facilitado otros tres que han catapultado un cambio en todas las industrias de servicios profesionales: 1. Que el multi-universo en internet ha abierto la puerta a más y más anillos concéntricos de anarquía, y a medida que te alejas del centro jerárquico, más difícil es regresar; 2. Que las cadenas de valor de todo se han acortado al extremo minimalista (en finanzas, el dueño, usuario, inversor, producto, bróker, proveedor y activo, son todo uno o dos eslabones ahora, reduciendo por ejemplo el costo de cada trade a cero); y 3. Que esto ha producido mercados de tamaños gigantescos, nunca antes imaginados para cualquier jugador, aún los pequeños y los micro, de tal forma que las plataformas encuentran su quid intercambiando contenido (dietas, medicina, videos, recomendaciones de bolsa trading) por la data de compradores para los anunciantes, que son los que hacen posible el modelo.
Las plataformas entonces (todas, Robinhood, Square, etc.) quieren ser fintechs y ellas, querrán ofrecer el paquete completo de servicios, haciendo el rol de bancos. Los reguladores quieren poner jerarquía a la anarquía existente, pero la tecnología va en su contra, y al sobrerregular y coartar la creatividad, conducen a nuevos bríos de anarquía. Los jugadores, en especial los millennials y Gen Z´s quieren la libertad que la anarquía da y solo están dispuestos a consumir lo que es cool, y no se sentaran a leer un manual de como drogarse si la plataforma (Robinhood) ofrece la droga en directo. La banca, por su parte, quiere conquistar el mundo donde residen las plataformas y las fintechs, pero subsisten en otro y no va a ocurrir.
En conclusión, ese mundo es el chocante pero inequívoco destino, ya sea tarde o temprano y de una forma o de otra -a pesar de que eso no asegura un resultado óptimo o siquiera bueno-. La anarquía produce mayor desorden, abuso y caos. Mediciones recientes reportadas por Kathleen DeRose de NYU, muestran que traders de ruido (jóvenes que tienen un "lottery love", todo emoción nada research, bolseros por diversión, que admiran a Elon Musk en vez de Warren Buffet) tienen un pobre desempeño económico en sus aventuras financieras. Lex Sokolin, un fintecho aguzado opina que las plataformas ofrecen inclusión financiera favorable, pero deberían dar también educación, al menos al modo de TikTok. Benjamin Graham, mentor de Buffet solía decir: "El mercado debería parecerse más a una báscula que a una votación", pero a la larga, nadie ganará de un mercado que se asemeje más a Donkey Kong.
Artículo original publicado en Reforma.