Cada año, la atención del mundo económico, político y social se centra en el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos, donde más de 100 líderes de diversos sectores se han congregado para analizar los desafíos más apremiantes. En 2024, los temas que encabezaron la agenda de Davos fueron la seguridad y la cooperación, el crecimiento y el empleo, la inteligencia artificial y el clima, la naturaleza y la energía. No está de más decir que en un mundo en constante cambio, estas discusiones son cruciales para orientar estrategias ejecutivas hacia el futuro.
Es interesante interpretar estas preocupaciones a la luz del Reporte de Riesgos Globales 2024, publicado por el mismo WEF hace unas semanas. A diferencia del énfasis del año anterior en superar choques existentes, este documento explora los desafíos del crecimiento en medio de un vertiginoso desarrollo tecnológico y una crisis climática global. Los riesgos transnacionales identificados reflejan un mundo en transición, donde la gobernanza en tecnologías emergentes y la erosión de la cooperación global se convierten en amenazas existenciales.
El informe se basa en la preocupante premisa de un panorama global deteriorado, centrando el análisis en las fuerzas estructurales que definirán la gestión de riesgos, como son el calentamiento global, los cambios demográficos, las tecnologías emergentes y la evolución geopolítica.
¿Pero qué pueden hacer los líderes de nuestras organizaciones para gestionar mejor estos riesgos? Primero, tratar de priorizar. Según el reporte, el foco está en el impacto del clima extremo (66%), la desinformación y mal uso de la Inteligencia Artificial (53%), la polarización política y social (46%), la crisis del costo de vida (42%) y los ataques cibernéticos (39%).
En segundo lugar, definir acciones concretas para reconstruir la confianza, fomentar el optimismo y fortalecer la resiliencia. Y, tercero, procurar capturar oportunidades para innovar y ser líderes en adopción de tecnologías sostenibles.
Pese a los desafíos intrincados, hay oportunidades para aquellos que estén dispuestos a anticiparse y adaptarse. Los líderes deberán sopesar cuestiones como el balance entre el crecimiento tecnológico y la sostenibilidad, el impacto de la polarización social y política, o el aumento de los riesgos cibernéticos.
La preparación es clave. Las empresas deben definir acciones claras para fortalecer la resiliencia, tanto a nivel tecnológico como social. Ejemplos son la diversificación de fuentes de energía, la adopción de políticas inclusivas o la implementación de medidas de ciberseguridad. Al mismo tiempo, los líderes deberán fortalecer alianzas globales y comprometerse activamente en la búsqueda de soluciones sostenibles.
La capacidad de adaptarse y la agilidad estratégica son elementos fundamentales en la preparación para el futuro incierto. La noción de antifragilidad se erige como un concepto relevante. No se trata de solo enfrentar riesgos, sino de prosperar ante ellos. Es decir, la capacidad de las organizaciones y líderes para resistir impactos y además fortalecerse a través de la adversidad será esencial. La antifragilidad representa la habilidad de aprender, adaptarse y prosperar en medio de la incertidumbre, transformando los riesgos en oportunidades de crecimiento.
A nivel de organismos internacionales, el desafío principal radica en mantener la cooperación en medio de tensiones geopolíticas y la erosión de la gobernanza. La gestión de crisis transnacionales, como el cambio climático, requiere una acción concertada, mientras que la lucha contra la desinformación y el mal uso de la inteligencia artificial exige estrategias internacionales coordinadas. En este escenario, las oportunidades surgen de la creación y fortalecimiento de alianzas globales, así como la promoción de normas éticas en el uso de tecnologías emergentes.
Para los gobiernos, el reto principal reside en gestionar el impacto del cambio climático, atenuar la crisis del costo de vida en sus poblaciones, al tiempo que abordan la polarización política y social. La ciberseguridad se erige como una prioridad para proteger la infraestructura crítica y la seguridad nacional.
Las oportunidades para los gobiernos incluyen la adopción de políticas públicas serias, compartidas inclusivas y sostenibles, lejos de la influencia política. La discusión política sobre la inversión pública y privada en tecnologías limpias seguirá siendo un tema de debate político, por lo que existe una oportunidad importante.
Finalmente, desde la academia nos enfrentamos al reto de formar profesionales capaces de abordar estos problemas y proponer soluciones sólidas y viables. Asimismo, tenemos la oportunidad y responsabilidad de llevar a cabo investigaciones enfocadas a entender y resolver estos retos y desafíos. El compromiso que debemos abrazar las escuelas de negocios es transformar los negocios con una formación integral y colaborativa.
El autor es líder académico del programa programa de educación ejecutiva Senior Management Program de EGADE Business School, director del EGADE - W. P. Carey Executive MBA y director del EGADE - UNC Charlotte MBA in Global Business & Strategy.
Artículo publicado originalmente en El Economista.