Corrección política y corrección fiscal

Artículo publicado en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

Según la famosa frase de Shakespeare, el nombre de las cosas no importa: "Una rosa, con cualquier otro nombre, olería igual de dulce". Puede ser, pero los nombres tienen consecuencias. En los tiempos que corren, es cada vez más común utilizar eufemismos para designar ciertas cosas (eventos, situaciones, personas, etc.) que, nombradas con franqueza resultarían desagradables -o incluso ofensivas- para algunas sensibilidades. Por ejemplo, se habla y se escribe de "personas en situación de calle", en lugar de decir simplemente que no tienen vivienda. (Cervantes describió así el final de Alonso Quijano el Bueno: "dio su espíritu, quiero decir que se murió").

En el ámbito de la economía, el tema viene a cuento porque está claro que las finanzas del sector público federal de México presentan algunos aspectos importantes que necesitan, y necesitarán, una corrección drástica. El término, sin embargo, quizás les parece demasiado fuerte a muchos comentaristas. Por eso, me imagino, usan frases como "ajuste fiscal"; "consolidación"; "reestructura"; etc. Pero suavizar el lenguaje no cambia la realidad.

Específicamente, según las propias autoridades, lo que se llama en palabras llanas el saldo de la deuda pública llegará este año a 50.2% del PIB, en comparación con 46.8% en 2023. La (cuestionable) cifra, se dice, igual en 2025. Para apreciar el aumento, es útil verlo en forma gráfica (1).

Aparte de lo mencionado, es muy importante notar el "salto" de la deuda registrado entre 2019 y 2020, que fue equivalente a 7 puntos porcentuales del PIB. Supongo que ello fue causado: a) por la combinación de una caída en la recaudación impositiva asociada a la contracción económica causada por la pandemia; y, b) por el aumento del gasto público destinado a atenuar algunos efectos de la crisis. El tamaño relativo de la deuda se redujo después, pero no regresó a su nivel inicial. Eso es lo más frecuente en todas partes del mundo.



El problema inmediato consiste ahora en la programación oficial expresa de un déficit extraordinario para 2024, cercano al 6% del PIB. De acuerdo con la SHCP, ello será ocasionado por los gastos de "inversión" requeridos por la terminación de los proyectos insignia del régimen. Por tanto, se dice, el desequilibrio será temporal, y se reducirá al 3% en 2025 (Gráfica 2).

Dicha expectativa parece demasiado optimista, por varias razones: 1.-la terminación referida es incierta: 2.las obras en cuestión generarán pérdidas recurrentes (sin mencionar las atribuibles a Pemex); 3.-los compromisos de "gasto social" son ya muy significativos y tenderán a crecer; 4.-una depreciación eventual del peso implicaría un alza de la carga del servicio de la deuda externa; 5.-...

Todo lo anterior ha sido señalado con preocupación por analistas tanto nacionales como extranjeros y, a mi juicio, está fundamentado.

Así pues, se justifica la noción de que, tan temprano como en 2025, será indispensable una "consolidación fiscal". Lo lógico sería que ese proceso consistiera en una contracción selectiva del gasto y en un aumento de su eficiencia; y, si acaso, de manera secundaria, en un alza de la carga tributaria. Es poco probable que así sea.


El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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