Conjeturas sobre una posible estanflación

Artículo publicado en la columna Glosas Marginales de Reforma

En fechas recientes, se ha venido utilizando la palabra "estanflación" para "presagiar" el muy incierto porvenir de la economía estadounidense. A la luz del vigor que ha presentado hasta ahora la actividad económica al norte del Bravo, no todos los analistas están de acuerdo, por supuesto.

Para aclarar conceptos, vale reiterar que el término "estanflación" se emplea para describir una situación caracterizada por dos aspectos clave: 1) un alza de precios generalizada y persistente; y, 2) al mismo tiempo, un estancamiento de la producción, si no es que una recesión. Ciertamente, tal no es el caso actual de Estados Unidos. Vamos por partes.

En cuanto a la inflación, resulta que, en febrero de 2022, el índice de precios al consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos alcanzó la extraordinaria cifra de 7.9% anual. Dicho dato ha sido el más alto ¡en los últimos 40 años! Aunque hay bases para esperar que dicha tasa descienda, no las hay para suponer que retornará a algo que se pueda llamar estabilidad. El clima político es favorable a una tolerancia relativa de la inflación.

En lo que toca al crecimiento del PIB, con la excepción de lo ocurrido en el catastrófico 2020, la norma ha sido una expansión moderada. De hecho, específicamente, el año pasado el PIB real creció 5.7%, superando con ello su nivel de prepandemia. Más relevante todavía, a lo largo de los últimos veinte años, la tasa media anual de crecimiento ha sido casi 2%. Para una economía desarrollada, ese número es más o menos su potencial.

Aunado a lo anterior, vale señalar que el mercado laboral se encuentra prácticamente en pleno empleo, y con salarios nominales al alza. El consumo, el renglón más importante de la demanda, ha continuado aumentando, incluso compensando lo comprimido en el 2020. La inversión, uno de los factores determinantes del crecimiento en el largo plazo, ha mantenido cierta robustez. Es posible ver con facilidad parte de lo mencionado en la siguiente gráfica, elaborada con cifras del BEA (Bureau of Economic Analysis).

Dado lo positivo del panorama previo, ¿por qué cabe la posibilidad de un eventual debilitamiento de la actividad económica? Básicamente, por dos razones:

1) La economía sufre de inflación, y la "medicina" monetaria adecuada para tal enfermedad no ha sido administrada con oportunidad, ni en la dosis adecuada. Como se sabe, el 16 de marzo, después de muchos titubeos, el Fed decidió incrementar su tasa de interés de referencia en ¼ de punto porcentual. Aunque en la dirección correcta, el movimiento careció de la suficiente fuerza inicial para, digamos, al menos atenuar las expectativas inflacionarias. Así pues, muy probablemente en algún momento, en un futuro no tan lejano, el Fed tendrá que "apretar" con rigor, causando, como en muchas ocasiones anteriores, una desaceleración significativa del PIB. Ello, sin considerar los efectos adversos del alza de las tasas en los mercados financieros; y, sin tomar en cuenta el impacto negativo de la guerra europea.

2) La expansión de la demanda ha sido alimentada por una laxitud fiscal anormal, esto es, un gasto público sin precedente. El problema es que una expansión de ese tipo no puede continuar sin límite.

Así pues, una "estanflación" no es impensable (¿2023, 2024?).

Dicho lo anterior, cabe una advertencia obvia (o dos): dada la variabilidad reinante en el contexto mundial, cualquier "pronóstico" del porvenir económico (o político, o social) debe ser tomado con sano escepticismo. Esto, con más razón todavía si quien lo emite, como yo, no tiene una credencial de experto en la economía estadounidense. Agrego, como quiera, que dudo que tal especie exista de veras, y me apoyo para ello en el récord no muy estelar de los augures de oficio.

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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