¿Cómo se verán las cosas en cinco años?

Artículo publicado en la sección Valor y Riesgo de Reforma.

La incertidumbre es vieja amiga (viene por el clima, la naturaleza errática de las personas y la falibilidad de la tecnología) y no hay nada -en el ámbito de lo visible- que pueda hacerse para aminorar su efecto, pues lo contrario, es decir, la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, son elementos que se producen solamente en el campo de la fe. Así que, si siempre ha estado aquí, ¿porque ahora parece pesar tanto y ser mayor que en otras épocas (sólo superada por las guerras mundiales o la gran depresión)?

Creo que ese peso viene especialmente de tres cosas, que sí distinguen a esta crisis de las demás: Primero, esta pandemia es una amenaza contra la población global que se ve una sola vez en cada generación, si acaso. Al compararla con otras, ésta es además una en la que los gobiernos están luchando ferozmente en su contra de forma coordinada. Segundo, nunca había tocado una crisis a tantos países a la vez, desde la Gran Depresión (aunque a diferencia de ésta, en aquélla los gobiernos fueron indecisos y modestos en aplicar su rescate, lo cual derivó en la larguísima duración de las caídas). Tercero, por segunda vez en una generación hay un giro dramático del modelo social, del capitalismo hacia el populismo (en los 80s el giro fue al contrario), pero este parece traer una factura grandísima, que tendrá que pagarse en anualidades por décadas hacia adelante.

En cuanto al punto uno, los encierros y el cierre de fronteras y viajes traerán efectos graves y duraderos. Tan sólo el turismo y su derrama ampliada pesan un 15% del PIB mexicano y los empleos en sectores que trabajan frente a la gente -y que no pueden hacer desde casa- son 2/3 aproximadamente en cualquier país y más en los desarrollados, pues todo servicio se otorga por lo general en persona. Cualquier ayuda del Gobierno -de nuevo, hasta hoy masiva- ha sido mucho más en forma de crédito a empresas (dando alivio a sus estados financieros) pero gravemente carente en lo que se dirige al gasto de consumo, mismo que, de existir, es muy focalizado y con fecha de caducidad.

En cuanto al punto dos, hoy no hay un motor global libre del efecto del coronavirus, aunque en el 2008 China brindó alivio y los Emergentes libraron gran parte del golpe también, así como ocurrió en el 97 y el 91 o, incluso en los ochentas, ya sea Japón, Alemania o EEUU podían balancear las pérdidas, pero eso hoy es imposible. Europa ha comenzado a resurgir de la primera ola y Asia igualmente, pero Carmen Reinhart del Banco Mundial advierte que un rebote no es una recuperación, que la crisis llega justo cuando fundamentales macro ya flaqueaban y que el daño al PIB per cápita en promedio ha sido de 8 años a lo largo de la historia de las crisis.

En cuanto al punto tres, el efecto más grave será en el comercio (que ya había caído desde 2008 a la mitad de lo que tenía antes de la crisis y que creen expertos caerá otro 25% la próxima década), pues la desglobalización se alimenta de múltiples canales, siendo la guerra sino-americana el peor de todos.

En conclusión, ¿que se espera para los próximos cinco años? Muchas economías entrarán en una crisis financiera, al terminar la contracción económica causada por los encierros, pues la cartera vencida erosionará el crédito bancario y las quiebras incrementarán el desempleo -dice el Banco Mundial-. Países pequeños entrarán en default al tiempo que la globalización se diezma aún más. Con más pobreza habrá mejor caldo para el populismo, que engordará también a los gobiernos.

Sectores enteros tendrán un reboot desde cero como retail, inmobiliario, educación y transporte-logística (incluida la "última milla" o entrega en casa), mientras otros vivirán un ascenso vertiginoso como la industria de todo lo digital, la robótica y la salud.

Tiempos difíciles, pero no de echar para atrás, sino al contrario. Oí una historia sobre un jefe cherokee que dice a su nieto: Dentro de todos hay dos lobos, uno valiente y uno cobarde. ¿Y cuál gana? -pregunta el nieto-, el que alimentes hijo, contestó el Abuelo.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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