Comercio libre: apuntes (quizá) útiles

Artículo publicado en la columna Glosas Marginales del periódico Reforma

En términos económicos, me atrevo a decir que, en México, los dos cambios institucionales más importantes de las cuatro décadas más recientes han sido la apertura comercial al exterior y la autonomía de Banxico.

La liberalización del comercio exterior empezó en la década de los ochenta, y se afianzó institucionalmente en 1994, con la entrada en vigor del TLCAN. Sin considerar esta reforma, sería inexplicable la estructura actual de la economía mexicana. En específico, nos resultaría inentendible el auge de Ramos Arizpe, de Silao y de Reynosa, para citar tres ejemplos de crecimiento económico ligado a la exportación. Sería incomprensible también la enorme diversidad de la oferta de productos que se encuentra en el común de los supermercados, en cualquier ciudad del territorio nacional.

La integración parcial de las tres economías de América del Norte --que, ya dije, no data de ayer-- incrementó la competencia en los respectivos mercados internos; aumentó por ende la eficiencia productiva de las empresas; y, a fin de cuentas, elevó el bienestar del consumidor. Por cierto, el propósito último de la liberación comercial, el que la justifica de veras, es precisamente que resulta en beneficio del (liberado) consumidor.

Dicho lo anterior, me parecen oportunos unos cuantos apuntes generales sobre la economía de las transacciones con el exterior.

1) Para empezar, hay que reiterar: a) que el comercio exterior no es "un juego que suma cero"; b) que no es una competencia deportiva en la que uno de los participantes gana porque el otro pierde; y, c) que, cuando es libre, la operación se efectúa si, y sólo si, los partícipes (adultos racionales) la consideran benéfica. Así de simple.

2) De paso, vale apuntar que el intercambio externo de mercancías y de servicios lo realizan las personas físicas y las empresas, no los países. Hablar, digamos, de "las exportaciones de México", no es otra cosa que una expresión que suma lo que han hecho algunos de sus residentes. En dicha forma se utiliza por lo común, pero hay que mantener en mente que lo fundamental es la actividad individual y empresarial.

3) El comercio mundial ha crecido en forma extraordinaria a lo largo de muchos años. En 1970, la suma del valor de exportaciones e importaciones era algo así como 25% del PIB global; en la época actual, es quizá 60%, en números redondos. Es obvio que los cientos de millones que participan en esa actividad (empresarios y consumidores) han hallado mucho de útil en el proceso. Esto no es sorprendente; es apenas una muestra de los beneficios de la especialización, que es un fenómeno económico lógico --muy a menudo obstaculizado por los gobiernos--.

4) El único sentido económico de una exportación es una importación consecuente. Se venden productos y servicios al exterior para tener (divisas) con qué pagar los productos, servicios y activos que se compran en el exterior. Los chinos exportan más bienes de los que importan. ¿Qué hacen con la diferencia? Adquieren instrumentos financieros en Estados Unidos (esto es, importan valores), y los usan en parte como reserva de liquidez.

5) La balanza externa de mercancías de un país muestra sólo una fracción de las relaciones económicas de sus residentes con los extranjeros. Por ejemplo, "Estados Unidos" (es decir, los estadounidenses) tiene(n) un déficit en la cuenta de bienes, y un superávit en la cuenta de servicios.

6) Un déficit bilateral en la balanza de bienes y servicios (i.e., EUA "vs" China) no es necesariamente un problema. Esto lo saben bien los economistas. Como quiera, los políticos lo usan a veces como bandera nacionalista.

7) La expansión eficiente del comercio internacional de una economía es impensable si se invierte poco; si su población no es instruida y saludable; si su infraestructura física es deficiente; y, si no rige en ella el imperio de la ley. Desde luego, lo mismo es cierto para el crecimiento económico.

Los comentarios previos no tienen, ni remotamente, la pretensión de cubrir un tema clave, complejo y fascinante.

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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