Avatares económicos del momento

Artículo publicado en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma.

¿Al borde de una recesión?

Janet Yellen, titular del Departamento del Tesoro, dijo hace poco que una recesión en la economía de Estados Unidos "no es inevitable". Tiene razón. Un chiste viejo entre economistas dice que lo único inevitable en la vida son los impuestos y la muerte. Sin embargo, dado el récord poco estelar de las opiniones futurarias de Yellen, lo sano es tomar su dicho cum grano salis

Una tesis común consiste en "predecir" que una eventual recesión vendrá como consecuencia del fin de la política monetaria súper-expansiva que ha mantenido el Fed durante muchos años. El proceso se ha llamado, con exageración, el inicio de "el ciclo restrictivo". (Digo "exageración" porque la tasa de interés sigue siendo negativa en términos reales; esto es, de restrictiva no tiene nada). En todo caso, el tímido cambio de postura es la respuesta obligada del banco central ante la resurgencia de la inflación. Su manifestación es un aumento de la tasa de interés nominal, que se supone inducirá una moderación del gasto (en consumo y en inversión) y, entonces, una despresurización de los precios. Si el Fed se extralimita, según concluye la tesis, provocará un estancamiento de la producción y del empleo, si no es que una contracción. En el mismo sentido, se postula que la falta de confianza en la habilidad del Fed para lograr un "aterrizaje suave" puede deteriorar las expectativas de los consumidores y de los inversionistas, de tal forma que dé por resultado un "aterrizaje duro", esto es, una recesión.

Otro enfoque (dudoso) arguye que la recesión puede venir como efecto de factores reales, como la continuación o el agravamiento de los "choques de oferta" actuales; i.e., caída de la producción agrícola mundial; "cuellos de botella" en el transporte marítimo; falta de mano de obra calificada; etc.

A mi juicio, un tercer modelo tiene una mayor profundidad analítica. Consiste en la noción de que la expansión monetaria, y la inflación subsecuente, provocaron una serie de distorsiones graves en los mercados tanto reales como financieros. Por ejemplo, el cómputo equivocado de la rentabilidad de los proyectos, o la explosión de los precios de las acciones en el mercado bursátil. Como ha llegado el momento de controlar la inflación - -y llega siempre- - las dislocaciones primero se han manifestado y, ahora, tienden a corregirse abruptamente. Ello ha provocado un proceso de reajuste necesario en el funcionamiento del sistema económico que, entre otros aspectos, puede desembocar en la forma de una recesión. 

Cualquiera que sea la interpretación que se prefiera, es difícil descartar la advertencia reiterada de L. Summers, de acuerdo con la cual, y casi cito, cuando la inflación es tan alta como es ahora, y el desempleo es tan bajo, casi siempre lo que sigue es una recesión dentro del plazo de dos años. (Aclaro que el neo-keynesiano Summers no es precisamente mi economista de referencia, pero reconozco que su prevención tiene, esta vez, visos de realismo. De paso, vale recordar que Summers popularizó la noción equivocada de una "nueva normalidad", caracterizada por un supuesto "estancamiento secular"). 

Sorry, Dr. Yellen.

¿Conclusión? La prudencia es la virtud apropiada para los tiempos que corren. 

Realismo en el interés

Con frecuencia preocupante se encuentra en opiniones públicas influyentes una confusión entre una tasa de interés nominal y una tasa de interés real. Para aclarar la diferencia, quizá sea de utilidad una ilustración simple, tomada del pasado reciente. Usé números redondos para facilitar la exposición. 

Supongamos que en enero 2021 Ud. invirtió $100,000 en un certificado de depósito a un año, que pagaba 4% de interés nominal. Doce meses después, en enero 2022, al vencimiento del certificado, Ud. recibió $104,000, la suma de su capital original y los intereses ganados. El problema es que, en el periodo considerado, los precios en general aumentaron 7%. En consecuencia, resulta que el poder adquisitivo de los $104,000 es apenas un poco más de $97,000. En otras palabras, su patrimonio disminuyó, en lugar de aumentar. En términos reales, la tasa de rendimiento de su ahorro fue negativa, en algo así como 3%. 

Cambiando lo procedente, el ejemplo es útil para entender las consecuencias de otras operaciones financieras.
 
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo originalmente publicado en Reforma.

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