Neoliberalismo y cifras, allá y aquí
Artículo publicado en la sección “Glosas marginales” del periódico Reforma.
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ALLÁ
Varios autores extranjeros connotados han atribuido el aumento de la desigualdad en la economía de Estados Unidos, desde luego, a las políticas "neoliberales". Específicamente, destacan como perniciosas las aplicadas durante las presidencias Republicanas. Las estadísticas oficiales no prestan mucho apoyo a dicha crítica. De hecho, a la luz de las cifras, tales nociones parecen claramente partidistas.

Para empezar, es cierto que la desigualdad de la distribución del ingreso ha crecido, casi uniformemente, a lo largo de las tres décadas y media más recientes. La Oficina Presupuestal del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), publica varios índices al respeto. El más conocido de ellos es el llamado Coeficiente de Gini. Sin entrar en detalles técnicos, basta con decir que puede ubicarse entre cero y uno, donde cero es la perfecta igualdad, y uno la situación donde una persona (o familia, según sea el caso) recibe todo el ingreso.

La gráfica muestra la trayectoria ascendente del índice referido, en dos variantes, de 1979 a 2015. El periodo cubre (o casi) las presidencias de J. Carter (2 años); R Reagan (ocho años); G.H.W. Bush (cuatro años); W. Clinton (ocho años); G.W. Bush (ocho años); y, B. Obama (seis años). Resulta que, de los treinta y seis años considerados, los republicanos gobernaron el país en veinte y los demócratas en dieciséis. Una ojeada a la ilustración es suficiente para apreciar que la desigualdad creció en general. La denominación del partido en el poder no tuvo mucha relación con la tendencia, salvo quizá en la primera parte de la etapa señalada. Además, es importante notar que la distribución del ingreso es significativamente menos desigual si se toma en cuenta el efecto de los impuestos y de las transferencias. La razón es muy sencilla: los "de arriba" pagan más impuestos y reciben menos transferencias que los 'de abajo". Más todavía: la desigualdad de la distribución del consumo es menor que las dos anteriores; y ha crecido menos que ambas a lo largo de las cinco décadas pasadas. (B.D. Meyer y J.K Sullivan, Consumption and Income Inequality in the US sine the 1960s, NBER, Working Papers, Agosto 2107).

En todo caso, tirios y troyanos están de acuerdo en un punto: los altos ingresos se "justifican" sólo cuando se originan en una genuina contribución a la generación de riqueza (bienestar) de la sociedad, y no cuando se fincan en la existencia de privilegios o de posiciones dominantes en los mercados. En las economías modernas, lo primero es exactamente lo que distingue a un productor de bienes y servicios que satisface las necesidades del consumidor. Lo segundo es típico del "capitalismo preferencial", caracterizado por distorsiones casi siempre establecidas (o toleradas) por el gobierno.

El tema de la distribución del ingreso es enormemente complejo en temimos economicos, políticos, sociales y éticos. No admite explicaciones ni remedios simplistas, salvo en los discursos.

AQUÍ
Leyendo y oyendo múltiples y reiteradas declaraciones gubernamentales, parece como si todos los males mexicanos (y, por supuesto, los mundiales) fueran causados por el "neoliberalismo". Entre otros, se destacan lo magro del crecimiento económico, la desigualdad, la contaminación ambiental, la migración, la discriminación racial, la inequidad de género, el aumento de los divorcios, la corrupción (obviamente), la pobreza, la inseguridad, etc. etc, y así, ad infinitum.

Hace poco, me tocó sufrir la afirmación de un funcionario, según la cual, el sistema de salud pública federal está en una situación desastrosa, a consecuencia de los "lineamientos ideológicos neoliberales". ¿Cuáles, específicamente?: los afanes privatizadores y el recorte presupuestal. Francamente, no estoy capacitado para discutir el estado del sistema de salud, pero el desastre aludido no se detecta al menos en un par de indicadores clave: la esperanza de vida al nacer y la mortalidad infantil. De 1980 a 2017, el primero aumentó notablemente y el segundo descendió en forma muy significativa. Aunque ninguno de los dos está al nivel de lo observado en los países más desarrollados, es absurdo desconocer los avances.

Publicado originalmente en Reforma.

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Varios autores extranjeros connotados han atribuido el aumento de la desigualdad en la economía de Estados Unidos, desde luego, a las políticas "neoliberales". Específicamente, destacan como perniciosas las aplicadas durante las presidencias Republicanas. Las estadísticas oficiales no prestan mucho apoyo a dicha crítica. De hecho, a la luz de las cifras, tales nociones parecen claramente partidistas.

Para empezar, es cierto que la desigualdad de la distribución del ingreso ha crecido, casi uniformemente, a lo largo de las tres décadas y media más recientes. La Oficina Presupuestal del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), publica varios índices al respeto. El más conocido de ellos es el llamado Coeficiente de Gini. Sin entrar en detalles técnicos, basta con decir que puede ubicarse entre cero y uno, donde cero es la perfecta igualdad, y uno la situación donde una persona (o familia, según sea el caso) recibe todo el ingreso.

La gráfica muestra la trayectoria ascendente del índice referido, en dos variantes, de 1979 a 2015. El periodo cubre (o casi) las presidencias de J. Carter (2 años); R Reagan (ocho años); G.H.W. Bush (cuatro años); W. Clinton (ocho años); G.W. Bush (ocho años); y, B. Obama (seis años). Resulta que, de los treinta y seis años considerados, los republicanos gobernaron el país en veinte y los demócratas en dieciséis. Una ojeada a la ilustración es suficiente para apreciar que la desigualdad creció en general. La denominación del partido en el poder no tuvo mucha relación con la tendencia, salvo quizá en la primera parte de la etapa señalada. Además, es importante notar que la distribución del ingreso es significativamente menos desigual si se toma en cuenta el efecto de los impuestos y de las transferencias. La razón es muy sencilla: los "de arriba" pagan más impuestos y reciben menos transferencias que los 'de abajo". Más todavía: la desigualdad de la distribución del consumo es menor que las dos anteriores; y ha crecido menos que ambas a lo largo de las cinco décadas pasadas. (B.D. Meyer y J.K Sullivan, Consumption and Income Inequality in the US sine the 1960s, NBER, Working Papers, Agosto 2107).

En todo caso, tirios y troyanos están de acuerdo en un punto: los altos ingresos se "justifican" sólo cuando se originan en una genuina contribución a la generación de riqueza (bienestar) de la sociedad, y no cuando se fincan en la existencia de privilegios o de posiciones dominantes en los mercados. En las economías modernas, lo primero es exactamente lo que distingue a un productor de bienes y servicios que satisface las necesidades del consumidor. Lo segundo es típico del "capitalismo preferencial", caracterizado por distorsiones casi siempre establecidas (o toleradas) por el gobierno.

El tema de la distribución del ingreso es enormemente complejo en temimos economicos, políticos, sociales y éticos. No admite explicaciones ni remedios simplistas, salvo en los discursos.

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Leyendo y oyendo múltiples y reiteradas declaraciones gubernamentales, parece como si todos los males mexicanos (y, por supuesto, los mundiales) fueran causados por el "neoliberalismo". Entre otros, se destacan lo magro del crecimiento económico, la desigualdad, la contaminación ambiental, la migración, la discriminación racial, la inequidad de género, el aumento de los divorcios, la corrupción (obviamente), la pobreza, la inseguridad, etc. etc, y así, ad infinitum.

Hace poco, me tocó sufrir la afirmación de un funcionario, según la cual, el sistema de salud pública federal está en una situación desastrosa, a consecuencia de los "lineamientos ideológicos neoliberales". ¿Cuáles, específicamente?: los afanes privatizadores y el recorte presupuestal. Francamente, no estoy capacitado para discutir el estado del sistema de salud, pero el desastre aludido no se detecta al menos en un par de indicadores clave: la esperanza de vida al nacer y la mortalidad infantil. De 1980 a 2017, el primero aumentó notablemente y el segundo descendió en forma muy significativa. Aunque ninguno de los dos está al nivel de lo observado en los países más desarrollados, es absurdo desconocer los avances.

Publicado originalmente en Reforma.

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