Liderazgo del sector privado para un futuro sustentable en México

Existe un enorme universo de líderes de empresas grandes, medianas y pequeñas para quienes su rol en crear un futuro sustentable es poco comprendido

Liderazgo del sector privado para un futuro sustentable en México

Nuestro problema común

En 1987, la ONU publicó el reporte de la Comisión Brundtland con un elocuente título: Nuestro futuro común. Hoy, si el sector empresarial ha de contribuir a un futuro sustentable común, debe enfrentar un problema existencial: la pérdida de legitimidad del capitalismo de mercado como mecanismo para satisfacer las necesidades de la sociedad y crear un futuro sustentable para las generaciones venideras. El problema tiene dos vertientes: (1) repensar cómo las empresas de forma individual contribuyen a un futuro sustentable y (2) redefinir la posición del sector privado frente a la sociedad.

Sin duda, necesitamos nuevos paradigmas para responder a las demandas de la sociedad. Como empresas, no podemos ver el futuro sustentable como un problema meramente técnico, por ejemplo, de eficiencia o filantropía. Es un tema de gobierno corporativo que trata del propósito fundamental y posicionamiento estratégico de la empresa. Como sector empresarial, no podemos pensar que el establecimiento y la aplicación de normativas o reglas de conducta es responsabilidad exclusiva del gobierno. Podemos y debemos establecer códigos de conducta del sector privado para lograr un futuro sustentable, sobre todo cuando el gobierno no cumple con su responsabilidad.

El problema es profundo y sistémico en la estructura del capitalismo. En 2008, con motivo del primer centenario de la escuela de negocios de Harvard, su decano comisionó un estudio sobre el estado del capitalismo con el propósito de definir los temas que la escuela debía incluir en su docencia en el siguiente siglo. Tres de los más distinguidos profesores de Harvard llevaron a cabo esta investigación con base en otro estudio de escenarios de futuro del Banco Mundial[1]. Identificaron once “disruptores” asociados con futuras tendencias tecnológicas, económicas, sociopolíticas y ambientales que enfrentaría el sistema capitalista en las siguientes décadas, y recopilaron las opiniones de 2500 exalumnos en cinco continentes sobre su impacto. Sus hallazgos fueron sumamente alarmantes. En su libro de 2011, Capitalism at Risk, escribían:

Si el sistema capitalista sigue comportándose durante los siguientes 25 años como se ha comportado durante los últimos 25 años, enfrentamos una senda muy peligrosa.

Nueve años después, en 2020, los mismos autores escribieron en el prólogo de la nueva edición de su libro:

Creíamos que llamando la atención sobre estos problemas [en 2011] alentaríamos a los líderes de negocios y a los gobiernos de Estados Unidos y del extranjero a actuar. Desde entonces, los problemas que identificamos han empeorado y han emergido nuevos problemas. Los esfuerzos para enfrentarlos se han quedado cortos. Hoy los meros cimientos del sistema de mercado global están en riesgo por un conjunto de fuerzas mundiales de diversa índole: demográfica, ambiental, económica, social y tecnológica. (Bower et al., Capitalism at Risk Updated and Expanded, p.5,)

En México, llegamos a conclusiones similares a las de los autores de Capitalism at Risk. A comienzos de 2020, en una publicación del Mexico Institute del Woodrow Wilson Center, México Enfrentando el Futuro, dimos a conocer los resultados de varios estudios de escenarios de futuro llevados a cabo con compañías, grupos empresariales, agencias gubernamentales y alumnos de EGADE Business School.

México frente a la sustentabilidad y el futuro: antes y después de COVID-19

Incluso antes de la pandemia, México estaba mal preparado para competir en la economía de las ideas y el conocimiento. Siendo un país altamente vulnerable a las consecuencias negativas de una economía moderna a nivel social y ambiental, no contaba con instituciones preparadas para adaptarse a la nueva economía. Mientras la tecnología transformaba los negocios y la sociedad, México era un transeúnte con poca influencia en los desarrollos tecnológicos que lo afectarían profundamente. Sus grandes empresas estaban preparadas para un juego de futbol americano cuando el nuevo juego era el bádminton. Estas empresas dependían de mano de obra barata, de eficiencia y de economías escala en cadenas de valor globales, pero invertían poco en investigación y desarrollo, pese a que el éxito en la economía global se medía en términos de innovación y agilidad. Su sociedad excluía a importantes sectores de la población que, con poca educación y movilidad social, estaban abocados a una economía informal poco productiva. El medioambiente, gran acervo de un país megadiverso, se deterioraba al no dar importancia a la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la contaminación de las ciudades y del campo y, en definitiva, a la amenaza existencial del cambio climático.

En el mundo post-COVID-19, estos problemas subyacentes se han agravado. Se ha incrementado la desigualdad, debido al impacto desigual de la pandemia en cuanto a oportunidades económicas, y se han exacerbado las debilidades institucionales. Si bien la tecnología puede ser fuente de vacunas y terapias contra la pandemia, creando oportunidades para pequeñas empresas locales, la otra cara de la moneda es la desaparición de empleos entre las poblaciones más marginadas y la cruel diferenciación entre ganadores y perdedores. Avances tecnológicos como la inteligencia artificial, blockchain, robótica y edición genética conllevan desafíos que todavía no dimensionamos, tanto en el ámbito  laboral como en el medioambiental, el económico y del comportamiento ético.

Tres problemas sistémicos

El primer paso tiene que ser definir los tres problemas sistémicos de crear un futuro sustentable. Debemos:

  1. Reconocer la gravedad sistémica del problema. Todos reconocemos diario la gravedad de los problemas cotidianos de la pandemia. Sin embargo, los autores de Capitalism at Risk, resaltan un riesgo aún mas profundo, sistémico y existencial, para la legitimidad de sistema capitalista de mercado ante la sociedad. Desde 1776, cuando Adam Smith expuso el concepto de una “mano invisible” que alinea el bien individual y el bien social, hemos visto el sistema capitalista como un sistema benigno que asigna recursos y recompensa actividades humanas económicas de manera eficiente para el bien común. Sin embargo, para demasiadas personas en México, la realidad es distinta. Si bien el capitalismo ha llevado a crecimiento económico consistente, ha dejado a muchos atrás. La desigualdad se ha incrementado. Los daños a los sistemas ecológicos no son sustentables. La nueva visión del capitalismo debería integrar la definición de sustentabilidad de la Comisión Brundtland: satisfacer las necesidades de todas las presentes generaciones (no solo las más favorecidas) sin perjudicar la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas.
  2. Modernizar el gobierno corporativo. El papel del liderazgo empresarial frente a la sustentabilidad y el futuro debe ser propositivo y proactivo. Hoy unos pocos líderes de algunas de las empresas más grandes y sofisticadas que operan en México (mexicanas y extranjeras) están convencidos de que hay que actuar, y de que hay que hacerlo con sentido de urgencia. Esto debe cambiar. Frente a un problema sistémico se requiere una respuesta sistémica del sector privado, si no queremos seguir discutiendo los mismos temas dentro de diez años, cuando los retos sean aún mayores.

Podríamos decir que el problema radica en el 99.8% de las empresas que, según el INEGI, son micro, pequeñas o medianas, o podríamos señalar al 62.6% de las empresas que son informales. ¿Pero qué hacen el 0.02% de empresas grandes en México que generan el 70% del PIB? Según el INEGI, en 2019 México contaba con 10,647 empresas grandes (mayores a 250 empleados). Solo 1.4% de ellas se han adherido a los principios del Pacto Global, organismo de la ONU que promueve “los negocios como fuerza para el bien.”[2]

Existe un enorme universo de líderes de empresas grandes, medianas y pequeñas para quienes su rol en crear un futuro sustentable es poco comprendido y/o no prioritario. Muchos permanecen en una zona de confort o ven la sustentabilidad como un tema secundario de cumplimiento legal. Algunas empresas, más sofisticadas, ven la sustentabilidad como un tema operacional de minimización de desperdicios o consumo de energía o de filantropía. Pero son pocas la que realmente reconocen la necesidad de la innovación para competir en mercados impulsados por la sustentabilidad. Aún menos ven la sustentabilidad como un tema relevante para el propósito fundamental de la empresa.

El Código de Principios y Mejores Prácticas de Gobierno Corporativo emitido por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) distingue entre las responsabilidades de consejo y el director general de la empresa de la siguiente manera:

“…la labor del Consejo de Administración es definir el rumbo estratégico, vigilar la operación y aprobar la gestión, mientras que el Director General tiene a su cargo la gestión, conducción y ejecución de los negocios sujetándose a las estrategias y lineamientos aprobados por el Consejo de Administración; en la medida que esta distinción se mantenga, será́ sencillo determinar las líneas de autoridad y de responsabilidad”. (CCE. Código de Principios y Mejores Prácticas de Gobierno Corporativo, p. 12)

Es responsabilidad del consejo de administración encauzar la empresa hacia un futuro sustentable (o faltando un consejo, en el caso de las pymes, de algún órgano independiente que respalde la dirección general). Sin embargo, en México existen pocos consejos que tomen un rol proactivo y propositivo en la definición de un rumbo estratégico para la empresa. Aun las “mejores prácticas” del Código del CCE se enfocan en sus responsabilidades administrativas. El Código hace poca mención del rol del consejo directivo en definir una ruta hacia un futuro sustentable.

  1. Enfrentar los free riders. Según los economistas, los free riders son aquellos que se benefician de, y disminuyen, un bien común, pero no contribuyen a mantenerlo. La legitimidad del capitalismo frente a la sociedad es un bien común. Mantenerla requiere la participación de todos, pero hoy en día solo un puñado de empresas la toman en serio.

No podemos confiar en la “mano invisible”. Como escribió James Madison, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, “si todos los hombres fueran ángeles, los gobiernos no serían necesarios”. El tema que enfrentamos es que los gobiernos (no solo en México) no están cumpliendo con su responsabilidad. Esta omisión, paradójicamente, pone en riesgo la legitimidad del capitalismo que depende en un sistema de reglas claras y bien aplicadas para operar. Si el gobierno no lo hace, el sector privado lo tendrá que hacer por sí mismo.

En el ámbito global han surgido diversas instituciones financieras preocupadas por la sustentabilidad que buscan favorecer inversiones en empresas con mayor desempeño en factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (Environment, Social, Governance; ESG por sus siglas en ingles). Esta tendencia puede tener una gran influencia en las decisiones empresariales. Pero difícilmente influirá directamente en las decisiones de empresas mexicanas. Solo 141 empresas mexicanas cotizan en la bolsa mexicana y la capitalización de la bolsa es solo de 36% del PIB (comparado con Chile -106%- y los EE. UU. -165%-).[3]

El camino a seguir

Para que el sector privado mexicano pueda asumir su responsabilidad, y estar a la altura de los retos que se presentan, debe promoverse una filosofía basada en el logro de un futuro sustentable. El propósito tradicional, central de los negocios –que es la maximización de utilidades a corto plazo— se debe ampliar para incorporar la idea de que es necesario crear un capitalismo que funcione al largo plazo para todos. En esta forma del capitalismo la generación de utilidades no conduce a mayores desigualdades, pobreza y a la destrucción ambiental. El enfoque tiene que ser sistémico en la estructura del capitalismo. Para forjar este nuevo capitalismo, el sector privado debe trabajar de manera organizada en torno a un conjunto de objetivos comunes. Consideramos que esto requiere trabajar en dos ejes, no excluyentes sino complementarios.

El primer eje de trabajo trata del gobierno corporativo empresarial. Se requiere: (1) que las empresas grandes vean a sus consejos de administración (nosotros diríamos “consejos de dirección”) no solo como un órgano administrativo que vela por los intereses de los accionistas, sino además como un órgano directivo, innovador y promotor del cambio necesario para lograr una futura economía de mercado sustentable; y (2) que las empresas de tamaño medio y menos sofisticadas que no cuentan con un consejo de administración creen las estructuras para una gobernanza corporativa efectiva con una misión y visión claramente vinculadas a un futuro sustentable. En ambos casos, será necesario reclutar y capacitar una nueva generación de líderes empresariales, consejeros o asesores, más diversos en sus experiencias de vida y más abiertos al futuro, así como modificar los procedimientos bajo los cuales operan los consejos.

Recomendamos acelerar la transición hacia un modelo de negocios sustentables con el establecimiento de comités de futuro sustentable dentro de (renombrados) consejos de dirección. Estos comités tendrían el rol explicito de incorporar tanto los criterios de rentabilidad financiera a largo plazo frente a un futuro incierto, como los de impacto social y ambiental. Podrían, por ejemplo, adaptar los criterios de valor compartido o del ESG que ya utilizan un número creciente de empresas, e incluso bancos y administradores de activos en todo el mundo, para evaluar decisiones de inversión o el otorgamiento de créditos. La visión del comité futuro sustentable no puede ser estática. Requerirán de un “radar al futuro” que se renueve constantemente con cambios en el entorno de negocios, tecnología, sociedad y medioambiente.

El segundo eje tiene que ver con el autogobierno riguroso y verificable por organismos del sector privado. Sugerimos que los organismos empresariales en México establezcan códigos de conducta sectoriales verificables alrededor de los lineamientos de los Objetivos de Desarrollo Sustentable y los principios del Pacto Global. Complementarían, y se coordinarían, con cambios sistémicos como el creciente interés por los factores ESG en mercados de capital de bolsa y de deuda. Esto no se logrará de hoy para mañana. Habría que definir criterios, niveles de participación, rampas de entrada y programas de apoyo, pero la necesidad es urgente y existen precedentes.

En 2009, Elinor Ostrom ganó el premio Nobel en economía por su investigación y trabajo sobre el autogobierno de “recursos de bien común” por actores económicos [4]. Reconoció el potencial de autogobierno en entes privados, y definió ocho principios para dicho auto-gobierno. Entre ellos destacan: la clara definición de los lineamientos con amplia participación por los afectados “de abajo hacia arriba;” sistemas de monitoreo imparcial; sistemas de sanciones graduadas acordados por las partes afectadas; y mecanismos sencillos de resolución de conflictos. Siguiendo las recomendaciones de Ostrom, órganos del sector privado podrían crear un marco de aplicación general que sirva de guía a las empresas y que, de manera coordinada, establezca metas sociales y ambientales concretas y verificables. Este marco podría ser consensuado por las diferentes cámaras industriales, de comercio y otras asociaciones empresariales.

Existe un precedente importante en la industria química. En la noche del 2 de diciembre de 1984 hubo un accidente en una fabrica de Union Carbide India, en Bhopal (India). Los datos son inciertos, pero el número de muertos y heridos excedió por un factor de 2 o 3 el número de muertos y heridos en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. En respuesta a la tragedia en Bhopal, la asociación de la industria química de Canadá estableció un código de conducta, Responsible Care, al cual todas las empresas miembros de la asociación deberían adherirse. Eventualmente, este código fue adoptado mundialmente y contribuyó a un importante mejoramiento en los procedimientos de seguridad industrial a nivel mundial y en la licencia social de operación de la industria química mundial. En México, su equivalente es el programa de Responsabilidad Integral de la Asociación Nacional de la Industria Química. Pero de forma más amplia, el desafío del futuro será crear un nuevo código para un Futuro Sustentable Integral.

Artículo publicado originalmente en Alto Nivel.

[1] Joseph Bower, Herman Leonard y, Lynn Paine, Capitalism at Risk, Harvard Business School Publishing, 2011

[2] Es probable que otras pocas han tomado acciones importantes, pero no han visto la necesidad de reportar su acción a órganos internacionales. Sin embargo, la gran mayoría no ven la sustentabilidad como importante para su empresa.

[3] Al grado que los factores ESG influyan en mercados de deuda pueden convertirse en un factor de decisión de mayor importancia en México.

[4] Su trabajo influyo la decisión de la Cumbre de Paris de permitir que cada país propusiera sus propias metas de reducción de GEIs

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