Cierro la puerta de casa, pero casi de inmediato me percato que algo falta: ¡las bolsas de tela! Estas no pueden faltar. Aseguradas ya en mis manos ya estamos listos para partir por la despensa. Después de las vueltas en los pasillos y asegurar que la lista esté completa estamos listos para salir. Es aquí cuando, como seguramente le ha pasado, en un segundo de descuido ya le empacaron la mitad de las compras en bolsas plásticas. En ese instante solicita que saquen todo y lo reacomoden en las bolsas que usted trajo. Todo este esfuerzo para procurar reducir el uso de plástico en su hogar y que, aunque pareciera pequeño, no lo es.
Pero, ¿se ha preguntado cuánto plástico lleva también dentro de sus bolsas de tela? Es decir, ¿cuántos de los productos de los que compró fueron fabricados parcial o totalmente en este material o bien fueron empacados con él? Solamente imagínese que, de acuerdo a SEDEMA, una persona en la ciudad de México generó en el 2017 aproximadamente 1.37 kilogramos de desechos sólidos al día. Esto significa un total de 12,998 toneladas diarias de este tipo de desecho cuando en la ciudad únicamente se recicla alrededor del 5%.
Y si el problema de los desechos de plástico es tan grande, ¿por qué seguimos usando este material? Resulta que, aunque quisiera, nadie podría debatir los beneficios del plástico. No solamente es un insumo barato, sino también se puede fabricar fácilmente. Y qué decir de su conveniente ligereza.
Pero con tantas bondades, ¿por qué este material parece provocar tanta antipatía? El pasado mes de mayo se aprobó una reforma a la ley de residuos sólidos de la Ciudad de México, en la cual se incluyó una prohibición para la comercialización y distribución de plásticos de un solo uso. No más popotes, cubiertos, platos y vasos desechables, a partir del 2021, y mucho menos bolsas plásticas para su despensa. Estos últimos los primeros en decir adiós cuando inicie el 2020. Los únicos plásticos de un solo uso que podrán seguirse utilizando, cuando no haya alternativas compostables, serán aquellos que sirven para asegurar la higiene y conservación de alimentos.
El problema más importante relacionado al plástico radica en el que fue fabricado para un solo uso y que en cuanto haya pasado por nuestras manos terminará su vida útil. Este tipo de plástico alcanza cantidades muy difíciles de imaginar. De acuerdo con Naciones Unidas, aproximadamente 38% del plástico que se produce a nivel mundial al año se dedica al empaque de otros productos y será en su mayoría desechado de manera inmediata. Esta misma institución además calcula que a este ritmo de consumo, para el 2050 habrá 13 billones de toneladas de plástico en la tierra, ya sea en relleno sanitario o flotando por ahí.
A este respecto, la prohibición ha provocado numerosas discusiones desde los dos extremos de opinión. Por un lado, están aquellos que apoyan este tipo de iniciativas y aquellos que incluso estarían posiblemente de acuerdo con algunas políticas más severas. Por el otro, están los que resaltan los efectos negativos a la economía. Ellos señalan que la nueva ley provocará pérdida de empleos relacionados con la recolección de estos desechos además de pérdidas de ingresos para las empresas que no tendrán tiempo para ajustar procesos, tecnología, entre otros elementos de su modelo de negocios. Lo complejo de este asunto es que ambos lados tienen poca o mucha razón.
El problema del plástico y en específico del plástico de un solo uso es un problema sistémico, en el que muchos aspectos están interrelacionados y son interdependientes. Una vez que un elemento del sistema se toca, habrá efectos en muchos otros. De acuerdo a un reporte de las Naciones Unidas, las prohibiciones y multas se han adoptado recientemente por aproximadamente 60 países y de ellos solamente se ha documentado resultados en la mitad de los casos. De estos, 30% ha reportado haber tenido éxito mientras que 20% no ha detectado cambios significativos. De esta forma podemos tener una idea de la necesidad de acciones complementarias para realmente llegar a los objetivos deseados.
La intervención del gobierno en la forma de regulación puede ser necesaria para combatir la problemática, pero es también imperativo desarrollar sistemas de incentivos que promuevan y apoyen la creación de modelos de negocio alineados a una economía circular. La empresa Biofase es un gran ejemplo de este tipo de modelo en el cual haciendo uso de un material que hubiera ido a parar a la basura, la semilla de aguacate, se genera un producto nuevo que tendrá un uso y al final de su vida útil se degradará más fácilmente reduciendo el impacto en el medio ambiente. Sería importante analizar también los plazos para comprender el efecto en la actividad de los sectores directa o indirectamente afectados por la nueva ley.
Por su parte la empresa privada también requiere de inversión en Investigación y Desarrollo para encontrar alternativas a este insumo tan popular o para encontrar formas en las que, a pesar de su uso, se reduzca sustancialmente el impacto negativo en el entorno. Para ello ya hay iniciativas importantes como la Asociación Nacional de Industrias del Plástico, A.C. (ANIPAC) que reúne a los principales actores del sector para sumar esfuerzos en esta línea. Las alianzas serán una herramienta muy útil para crear sinergias en torno a este asunto.
Otra dimensión importante es la de la sociedad. Podemos prohibir todo lo que queramos, pero si los usuarios no estamos conscientes de la relevancia de nuestra propia actuación para resolver la problemática, seguramente alguien encontrará una forma de romper la regla. Y es que en los casos en los que no ha funcionado la regulación, la falta de aplicación de la ley ha sido una de las razones más citadas. Podemos entender entonces que este tema del plástico nos involucra a todos, gobierno, empresas y sociedad y para ello todos debemos tener un rol en la solución y sumar fuerzas.
Sea cual sea el destino del plástico y su uso, algo que este caso nos enseña es el de la imperativa adopción de la sostenibilidad corporativa en la estrategia de la organización. La sostenibilidad corporativa es esencial para poder preparar a la organización para enfrentar este tipo de situación, pero más que eso, tiene el potencial de brindarle la base necesaria para adelantarse a ella reduciendo los riesgos asociados. Algunos de los temas relevantes para las empresas van desde la gestión de grupos de interés para entender lo que ellos necesitan y cómo juntos podemos generar más valor, hasta el análisis e identificación de los temas que debemos atender dentro de las iniciativas de responsabilidad social. Una vez que haya sido adoptada como una forma de hacer negocios, la sostenibilidad corporativa nos evitará sorpresas que puedan poner en riesgo la actividad económica de nuestras organizaciones.