Veces que he oído Apocalipsis

Artículo publicado originalmente en la columna Riesgo y Valor del periódico Reforma

En un verano en los 70, sobre una mesita de la abuela de mi vecino, la cartelera del cine mostraba en grande el anuncio de Mad Max, pero era para adultos y siendo niño no pude ir. Años antes nos proyectaron en el auditorio de la escuela El Planeta de los Simios, con Charlton Heston y quedé muy angustiado con la narrativa de un planeta que en un futuro muy lejano, regresa en la evolución.

Esas fueron las dos ocasiones más tempranas en que me enfrenté a la historia de un mundo que termina, pero las veces que he leído o escuchado esta historia va en aumento cada día y deben estar acumulando ya los miles.

Si el cine (y los libros) son al menos un diáfano reflejo de los tiempos y sus angustias, la gente está preocupada por el fin. Sean meteoros, robots o zombies; sean aliens o guerras nucleares; fuego, fríos, el diablo o terremotos y claro, un virus mortal, el cine ha captado la aflicción que siente la gente y los jóvenes aún más. En las bases de datos de películas (como Imdb.com) aparecen cerca de 1,200 sobre el tema del apocalipsis y más del 70% de ellas son de este nuevo siglo. El primer registro es Metrópolis de 1927. Blade Runner y The Matrix son clásicos del género y Ch. Heston y Max Von Sydow hicieron varias, así como S. Kubrik y I. Bergman dirigieron otras tantas. En 1960 salió en cine La Máquina del Tiempo de H. G. Wells, en la que un viajero visita un futuro distópico.

De nuevo, lo anterior son solo reflejos y, para la sensatez promedio (que este editorialista cree tener), mucho son cuentos. No obstante, los virus son muy reales y el cambio climático también. ¿Qué pasaría si el temor o el cinismo -que todo esto conlleva-cambiaran la actitud de los jóvenes hacia el trabajo y la vida en general? ¿Hay evidencia de esto en los datos?

Si los jóvenes pensaran con seriedad práctica que el mundo pronto se terminará, dejarían de ahorrar, viajarían más -en general, toda actividad recreativa y de ocio-, trabajarían menos en empleos permanentes, dejarían de estudiar en programas largos y dejarían de casarse y tener hijos. ¿Hay evidencia de esto en los datos económicos? La respuesta rápida es sí.

Desde hace más de 30 años, todas las cifras del cambio climático presentan grave deterioro, por más que los esfuerzos de lucha se hayan publicitado con avidez (certificaciones, regulaciones nuevas, etc..). P. Artus, un analista en Wall St., encuentra también que efectivamente hay una caída muy grave en la tasa de fertilidad humana. Además, el tiempo dedicado a trabajo en horas por empleado ha caído estas décadas; sin embargo, ni el ahorro ha declinado ni lo han hecho las graduaciones de universidades.

Por otro lado, los jóvenes entre 16-29 años, muestran una clara tendencia a desear trabajar menos, con participaciones que bajan de 67% a 64% en últimos años. Cerca del 80% de la población trabajadora en potencia (pues muchos de ellos hoy aún estudian) son los jóvenes nacidos entre 1981 y 2012 (las llamadas generación Z, con un 21% de la población total y los millennials con otro tanto), grupo demográfico que en encuestas, reflejan los mayores temores a que la vida en la Tierra termine.

¿Pero en qué deriva todo esto? La variable del desempleo es la clave para luchar contra la inflación, si aquélla no aumenta, ésta no bajará y las autoridades deberán luchar subiendo tasas aún más, los bancos prestarán menos y las bolsas y las economías quedarán atoradas por varios trimestres.

A medida que sube el desempleo, deberían bajar las vacantes, pero ahora hay muchas más vacantes para los desempleos que se observan. Expertos opinan que esto se debe a que la oferta de trabajadores es menor, quizás por un cambio de actitud hacia el trabajo, opina Eichengreen, otro analista. Si la productividad no aumenta y sigue habiendo muchas vacantes, por más que baje el PIB, no subirá el desempleo y la inflación persistirá.

Si está el mundo entrampado con el tema del clima, los jóvenes, el empleo y la inflación, pero cada mañana hay un nueva esperanza y el mundo y la vida no se acabarán todavía. Las economías se mueven por ciclos y la gente se ajusta a los nuevos que llegan.

El autor es profesor y director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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