Del griego ‘heros’ tomamos al personaje eminente con la síntesis de rasgos y capacidad para hazañas extraordinarias que salvan. Si la cultura es un conjunto de creencias y pautas de conducta social, entonces en nuestra cultura se han puesto en boga los héroes y casi todos son súper, pues el mal aumenta y la competencia por salvar al mundo arrecia.
Llama la atención que ésta nuestra cultura, tiene ahora elementos (millennials buscan quien les ayude a salvar el planeta; centennials no se atreven a tomar riesgos y admiran a quien lo hace; el mal se publicita más abierta y frecuentemente en los medios; la tecnología ha avanzado a niveles que, en apariencia, pueden ahora si tener un giro para bien) que, majados en un crisol, nos llevan a esta urgencia por salvar y ser salvados más que en otras épocas.
Woody Allen hace poco notó que ya todo el cine se volcó hacia superhéroes -y de cinco en cinco a la vez o de diez en diez-. Este vacío, al menos en la vida real (pues habrá que concordar que nadie podrá detener trenes lanzando tela arácnida), lo llenan Musk, Bezos, Gates, Zuckerberg, Page y otros superhéroes corporativos. Todos ellos quieren estar al frente de su propio universo, irán al espacio sideral, salvarán al planeta en muchos niveles y son un batman, ironman o superman en ciernes.
Los aprendices de superhéroe (como Adam Neumann, de WeWork antes de su caída), muchos de ellos al frente de empresas unicornio (otro adefesio de la cultura griega), ya vieron lo que funciona en sus mentores y todos buscan llegar y suplirlos -haciendo labores heroicas-. El mercado, por su parte, lo ha abrazado y lo ha comprado, al precio que sea -pues se deshace en vítores y en llanto al verlos hablar-.
Uno de los casos más insólitos es el de Tesla. Si Jim Collins escribió los rasgos de un líder, Musk no tiene ninguno. Quizás pronto vistiendo spandex, este héroe aspira y vende lo que sus modelos de coche deletrean (literalmente, S3XY) y en cada aparición pública se eleva a sí mismo como un Tony Stark de carne y hueso.
Su empresa es la más valiosa de la industria (1.2 trillones hasta hace un mes, antes del ajuste en bolsas), más valiosa incluso que las siguientes 12 compañías que le siguen (Toyota, Ford, GM, VW etc...) a pesar de estar por debajo del lugar 20 de producción global de coches (cerca de 0.5 MM vs 10.5 MM de Toyota, la mayor de todas, pero quien solo vale 0.26 trillones de USD).
Para lograr ese valor de Tesla, con sus números (ventas de 47,000 MM de USD, un margen EBITDA de 15.5%, un WACC de 18%, un flujo libre de 4,600 MM de USD) se requeriría un crecimiento futuro de cerca de 140% anual. Esto es prácticamente imposible por dos razones.
La primera es de consistencia financiera, pues su flujo -aunque dinámico- no ha crecido nunca a tres dígitos, por lo que para que valga eso, habríamos de creer que acelerará sus crecimientos a más del doble por los próximos 5 a 10 años, y esto es casi imposible.
La segunda es de consistencia económica: Se venden unos 80 MM de coches al año y cerca de un 5% son eléctricos (híbridos, enchufables, etc..). La demanda total crece a no más de 4% anual y la penetración de los eléctricos podría llegar, de forma optimista, al 30% en el año 2030 en EEUU y a un 42-47% en Europa y China.
Tesla tiene hoy un 15% del mercado total de eléctricos y si lo mantuviera, usando los supuestos anteriores, su valor justo ronda más bien los 70,000 MM con 5 MM de coches de ventas en 2030 (no es una relación lineal, pero suponiendo que los crecimientos de la industria y de Tesla guardan sus velocidades relativas).
Si fuera aumentando su share hasta el 60% (que deje atrás a los 40+ jugadores que hoy existen), su valor se incrementa a 140,000 MM. Para llegar al valor que tiene hoy, se requeriría el share mencionado, sobre un crecimiento anual de la demanda global de coches, que dejara ventas al 2030 al menos 50 veces mayores a las de hoy, lo cual es menos que imposible, solo por demografía. El mundo si necesita ser salvado, pero no será Tony Stark quien lo haga y menos Musk.
El autor es profesor y director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.