En tratándose de proyectos de inversión de capital (¿hace cuánto que no leía el “en tratándose”?), dado que dichos proyectos son de largo plazo, y como dijera Mark Twain “es difícil hacer predicciones, sobre todo si se trata del futuro”, se hace necesario llevar a cabo análisis del tipo “que pasaría si¬ …”.
Hay cuatro categorías de simulaciones. La primera es el análisis de sensibilidad, en donde se cambian los valores de alguna variable -una a la vez- y se recalcula el valor presente neto (digamos que estamos utilizando este criterio de aceptación) para ver cuanto cambia. Tal cual su nombre lo indica: que tan sensible es el resultado final al cambio de alguna variable en particular.
Otra categoría de análisis son las simulaciones. En este tipo de análisis, se plantean escenarios con cambios en varias variables, ya que es más realista pensar que si cambia alguna variable, digamos el tipo de cambio, es probable que varias variables cambien a la vez. Así se establecen los consabidos escenarios esperado, optimista y pesimista.
Sin embargo, es difícil cubrir todas las posibles variaciones encasillándolas en tan solo tres posibles escenarios. Aquí entra el Análisis de Monte Carlo. Se llama así en honor a la ciudad famosa por su casino, porque se basa en múltiples simulaciones como si fueran miles -literalmente- jugadas de cartas. Uno de los padres de esta técnica fue el matemático Von Newmann que, junto con el economista Morgestern fundaron la teoría de juegos de aplicación en varias disciplinas.
El Análisis de Montecarlo, en vez de proporcionar un resultado en particular, muestra una distribución de probabilidades de los posibles resultados, de tal manera que el tomador de decisiones cuente con un panorama de que es lo más probable que suceda.
Todavía más sofisticado es el análisis con opciones reales. En este tipo de análisis, se aplican los principios de los derivados financieros a proyectos reales, de ahí su nombre. Sin embargo, aplica solo si los proyectos contienen opcionalidades como expandirse, esperar, abandonar, etc.
En México las simulaciones son radicalmente distintas. Si se quisiera aplicar la ley, -no creo que nos tocará verlo por varias generaciones, si es que algún día sucediera- no se haría uso político de las confesiones de un presunto criminal. Se le enjuicia a él y a quien resultara responsable, cuidando el debido proceso y aplicándose las penalidades correspondientes. Pero no, estamos en México e importa más, mucho más, el estúpido y perverso jueguito político que el estado de derecho, porque solo unos cuantos manejan el país a su propia conveniencia y beneficio.
Y así contestan los opositores-enemigos políticos. Otro video-misil guardadito para cuando la ocasión lo amerite. Y la ocasión lo ameritó … y lo difundieron. ¿Haberlo entregado a las autoridades correspondientes en su momento para que, de haber delito -que parece que sí lo hay- se persiguiera? Claro que no, se guarda para ocasiones especiales. La defensa de los defensores del régimen -pagados con nuestros impuestos- simulan que es delito chiquito y está justificadito.
Unos simulan que trabajan y otros simulan que les pagan. Unas empresas facturan operaciones simuladas y otras empresas deducen operaciones simuladas (conste que no entra la clase política, es el empresariado. Tache). Hay quienes simulan cuidar la salud de la población contra los productos chatarra (pero solo de las marcas que estén en contra del régimen cada vez más dictatorial) y simulan ser científicos y justifican con estupideces como “no es fuerza de contagio, es fuerza moral”. Los políticos simulan que les interesa el pueblo, pero el pueblo desafortunadamente no simula, les cree. Ni como ayudarnos.
Publicado originalmente en El Financiero.