Hoy, después de dos años del inicio de la pandemia, he de conducir camino a la oficina por la vía alterna: un trayecto mucho más largo en distancia, pero más corto en tiempo. El tráfico ha vuelto, avenidas congestionadas y conductores apremiados por ser los primeros. Todos tenemos prisa por llegar a nuestro destino.
Durante el trayecto veo la capa de contaminación que oculta el cielo azul de mi ciudad natal, Monterrey, a lo lejos apenas se aprecian las montañas que la definen. He de decirlo, los niveles de contaminación prepandemia también han vuelto. Recuerdo entrenamientos de mi hijo bajo techo, ya que no era recomendable ejercitarse al aire libre. Me siento culpable de contribuir activamente a la contaminación de la ciudad, pero parece inevitable hacerlo.
Primer año de pandemia. Imágenes de estar en casa, en familia, encerrados, donde la palabra ‘reset’ aparecía con frecuencia. La pandemia nos invitó a revisitar nuestras dinámicas de vida, a cambiar algunos hábitos. Las palabras solidaridad, sentido de comunidad, el cuidado de los otros, resiliencia, empatía, fueron altamente utilizadas. La persona al centro de todo, el otro al centro de todo. Nosotros mismos al cuidado de nuestro cuerpo, mente y espíritu. La pandemia también nos mostró que sí podemos cuidar del medio ambiente; el encierro trajo como beneficio una mejora en la calidad del aire y también pareciera en la calidad de vida. Pausas, reflexiones, diálogos profundos.
Segundo año de pandemia. El objetivo era claro: diseñar protocolos para un regreso consciente a las actividades prepandemia. En algún momento próximo habíamos de regresar a la normalidad y las actividades en formato híbrido permitieron acercarnos a tan esperado momento. Paulatinamente fue posible y esencial para el regreso coincidir con otros, socializar con los colegas y amigos, reencontrarnos con los espacios físicos.
Después de dos años del inicio del COVID-19, hemos vuelto a la normalidad solo que pareciera que nos dieron ‘replay’ y que el famoso ‘reset’ nunca existió. Pasamos un año de pensar y cuidar de los otros, de nosotros mismos, un segundo año de crear protocolos de regreso consciente a la normalidad, a una normalidad sin cambio aparente ¿cómo podemos mantener el ‘reset’ que tanto hablamos y que tanto nos hizo reflexionar? ¿cómo mantenemos esos momentos de desconexión de las actividades laborales, de conectar con la familia y con nosotros mismos? ¿cómo podemos reconocer y recordar que no fue en vano el deceso de los más de 322 mil fallecidos por Covid en México, entre ellos amigos, familiares, conocidos?
Busquemos unir estos momentos de nuestras vidas, incorporar actividades que nos briden un balance de vida: mantener lo bueno del ‘reset’ y adaptarnos de vuelta a las actividades prepandemia. En la literatura del futuro del trabajo, se presentan tres ideas que pueden guiar este balance:
1. Compromiso con el bienestar. La pandemia ha hecho que las personas nos preocupemos más por nuestra salud. Contar con metas claras para mantener nuestra salud física y mental será de gran apoyo para el logro de nuestros objetivos personales y profesionales. Buscar una intención diaria con actividades como la meditación, el sueño, el ejercicio, la nutrición para mantener y mejorar la calidad de vida.
2. Compromiso con la inclusión laboral. De acuerdo con un estudio del “World Economic Forum”, durante la pandemia una de cada cuatro mujeres consideró cambiar de carrera o dejar la fuerza laboral por completo debido al impacto de COVID-19, teniendo como razón principal el cuidado de los hijos. Mantener el trabajo híbrido o trabajar desde casa será clave para las mujeres con hijos pequeños.
3. Compromiso con el cuidado del medio ambiente. En los primeros tres meses del año en curso, Monterrey ha registrado cinco alertas ambientales por una calidad del aire extremadamente mala. Diseñemos horarios de trabajo que permitan a aquellas personas que requieren invertir mayor tiempo para trasladarse al espacio de trabajo, puedan trabajar desde casa. La tecnología y el entorno digital en el que vivimos ayudó sobre medida durante la pandemia y continuará haciéndolo; hemos demostrado que sí es posible mantener el compromiso y contribuir con las metas de la organización.
Recordemos a aquellos seres queridos, colegas y amigos que perdimos durante la pandemia al reconocer la importancia del balance en nuestra vida. La reflexión continua y el cuidado del bienestar de todos nos brindan un espacio para hacer conciencia de lo que perdimos y, sobre todo, de reafirmar todo aquello que ganamos en calidad de vida, en el bienestar de todos y el respeto al medio ambiente.
La autra es Decana Asociada Académica de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y profesora investigadora en estrategia, gestión de conocimiento e innovación.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.