Una opción real se define como “El derecho, pero no la obligación, de tomar, ampliar, prorrogar o abandonar un proyecto, con una inversión determinada, llamada precio de ejercicio por un tiempo determinado, la vida de la opción.” Su nombre lo derivan de las opciones financieras, pero aplicadas a proyectos reales.
Las opciones financieras son parte de la familia de los derivados, los cuales derivan -literalmente- su valor en función del comportamiento de una acción, un indice, una tasa de interés, un tipo de cambio, etc. al que se refiere como el subyacente. Es decir, no se invierte directamente en un índice -no se puede comprar directamente un índice, por ejemplo el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores- pero sí seguir su comportamiento para de ahí derivar el precio de alguna opción cuyo subyacente fuera dicho IPC.
No son nada distintas a un seguro, digamos de automóvil. Uno adquiere el seguro pagando una prima y si no se tiene -esperemos- ningún accidente, no pasa nada pero se “gastó” el monto de la prima. Si desafortunadamente se tiene un accidente, entonces se ejerce el derecho a que la compañía de seguros pague la reparación.
Hay opciones para comprar una acción, por ejemplo y e paga una prima por el derecho a comprar el subyacente a un precio determinado. Se llaman opciones porque literalmente se tiene la posibilidad de ejercer ese derecho de compra o no. Si el precio de la acción está por debajo del precio al que se “aseguró” la compra, entonces no la ejerzo (aunque pierda la prima). Si el precio de la acción está por encima del precio que se había pactado, entonces claro que la compro a dicho precio.
Existen desde hace siglos. Ya Platón hacía referencia a derivados sobre el aceite de oliva. En Holanda, se popularizo su uso con la fiebre de los tulipanes. En Estados Unidos, como hemos mencionado en otras ocasiones, estábamos saliendo de nuestra independencia cuando se fundo en Chicago la bolsa de derivados.
Las opciones reales consideran el largo plazo las posibilidades que puede tener un proyecto más allá -mucho más allá- que el típico escenario esperado, optimista y pesimista. Tratan de lidiar con la incertidumbre que se puede generar y por tanto escenarios variados. Eso implica tener una visión de largo plazo.
Precisamente eso es lo que faltó con el fallido proyecto de Monterrey VI y que falló porque políticamente se buscó que se cancelara: “no a la privatización de agua”(¿?). No porque el proyecto en sí mismo valiera la pena o no, sino porque no había visión de largo plazo para darse cuenta, con dos dedos de frente, que se podría llegar a tener las presas vacías. Baste ver a Torreón: La Laguna de Mayrán ya no existe. Ya que se tiene el problema encima se proponen soluciones como construir otra presa (¿y la lluvia apá?), “toda opción está sobre la mesa”: traducción: apenas se va a pensar que se va a hacer y el
que las empresas “cedan sus pozos”: ¿De que hablan?. En tratándose de ocurrencias no hay técnica que sirva.
Ps: ¿Ooooootra reforma electoral? Eso es lo bueno de vivir en Politilandia: la tierra del nunca jamás …. Nunca jamás han hecho nada de provecho y por eso se les hace fácil dilapidar en tontera y media lo que nosotros pagamos. Cuando eran minoría querían diputados plurinominales; ahora que son mayoría los quieren desaparecer, junto con el INE, el mismo que les dio su constancia de mayoría. ¿Qué no tienen que hacer o simplemente no se les da el gobernar?
El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.