Estamos en presencia de una revolución ideológica donde lo que parecía la norma se vuelca poco a poco en el olvido. Y no es solamente por la pandemia y todo lo que nos hizo cambiar de tajo, sino también por una urgencia histórica de afrontar los efectos del cambio climático y todo lo que pueda representar el creciente interés por la sostenibilidad. Si un pequeño virus nos hizo poner de cabeza la economía mundial y perder en tan sólo seis meses casi todos los empleos creados en la década, desde la última crisis económica, imaginemos qué pudiera representar un aumento descontrolado del nivel del mar, la ocurrencia cada vez más frecuente de tormentas que típicamente se daban cada cien años o catástrofes ambientales que, cada vez más, asolan nuestra riqueza natural.
Y todo ocurre en un mundo impaciente que busca acortar las brechas sociales, raciales y de género. Muchas llamadas de atención desde distintos flancos porque quizá solo poníamos atención en lo económico. Y con eso quizá hasta se nos olvidó que pretender que la economía pudiera ser la panacea y que crecería sin más, básicamente para siempre.
A pesar de saber que en la naturaleza nada crece para siempre, y que vivimos en un entorno sistémico, donde enfocarnos solamente en algo, no significa que se atienda todo lo demás sin embargo, todo está interconectado y tarde o temprano lo tendremos que entender, por las buenas o por las malas.
Pero que esto bien pudiera ser un argumento a favor de que no estamos poniendo atención en los temas importantes, y que estamos ya viviendo una revolución verde de la cual podemos aprender todos los días, porque se suman poco a poco nuevos hitos que nos llevan a un entendimiento más completo de la sostenibilidad.
Justo hace unos días la firma PwC, una de las cuatro firmas de contabilidad más grandes del mundo, anunciaba su intención de incorporar más de 100,000 nuevos empleados para atender los llamados temas ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) en una estrategia que llaman “la nueva ecuación”.
Y a esto se suman importantes anuncios recientes, como el del gigante de las inversiones Blackrock, que propone alcanzar un objetivo que llaman net zero para 2050, que básicamente implica una drástica reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Y esto no sería un tema mayor, de no ser que que Blackrock es quizá el gestor de inversiones más grande a nivel global.
Y buscar este ambicioso objetivo básicamente quiere decir que el mundo tiene que tomar un respiro hondo y pensar cómo podremos ofrecer opciones para alcanzarlo , ya que los más de nueve trillones de dólares (es decir un nueve con doce ceros , por si queda duda) de activos que maneja Blackrock no son nada desdeñables. E incluso, puede ser que sea justamente el empujón que necesiten las economías globales para verdaderamente alinearse con el Acuerdo de París.
Y dicho sea de paso, es el mismo acuerdo que Joe Biden tuvo a bien retomar como uno de sus primeros actos de gobierno al tomar posesión como presidente del vecino del norte. Y es relevante porque limitar el calentamiento global a 1.5°C es el objetivo real que nos pudiera ayudar a “evitar el desastre climático”, como lo resalta Bill Gates al llamar así su más reciente libro. Y es también uno de los principales objetivos en la agenda económica y política de la Unión Europea, que busca que la sostenibilidad sea una parte integral de su política financiera e incluso habla de apoyar el llamado “Pacto Verde Europeo”.
Mitigar los efectos económicos a largo plazo del cambio climático requiere una transformación completa de la economía global. Y ya lo decía la activista Greta Thunberg, quien a los 16 años desafiaba a las elites globales con el reclamo de que “le estamos dejando esa carga a los niños” por nuestra falta de madurez para afrontar las cosas como son. Y aunque duro, es verdad que es la crisis más importante que haya vivido la humanidad hasta hoy.
Espero haber logrado ser lo suficiente elocuente, en este espacio, para aportar algo. Las llamadas de atención son claras, los primeros avances comienzan a verse, esperemos no dejarlos tan sólo en buenas intenciones. Tenemos una responsabilidad histórica y se lo debemos a las generaciones venideras. Parece ser que las grandes empresas, algunos multimillonarios y algunos países ya lo ven, pero también tenemos que buscar cómo sumar a las pequeñas y medianas empresas y ese puede llegar a ser el gran reto para nosotros en México.
La autor es profesor de Finanzas en EGADE Business School.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.