Históricamente, la innovación ha permitido a la humanidad enfrentar los desafíos del entorno. Los primeros avances tecnológicos solucionaron necesidades de la vida cotidiana, como transportarse más rápido, aumentar la producción agrícola o traer agua para el consumo desde grandes distancias, entre otras.
En los últimos 250 años, desde la primera revolución industrial, este proceso innovador se ha acelerado en todos los ámbitos de la vida humana, mejorando las condiciones de vida de gran parte de la humanidad. Hace solo 40 años, videollamadas, robots inteligentes de limpieza o el acceso casi instantáneo a millones de libros, documentos, videos o revistas de cualquier tema y nivel de profundidad eran verdaderos sueños de películas futuristas.
Sin embargo, este progreso ha traído consigo un grave deterioro de nuestro planeta. Cada año se contaminan mares, ríos, aire y tierra con enormes cantidades de desechos de todo tipo y vemos ecosistemas completamente destruidos por el interés económico de ciertos grupos. Durante décadas consideramos que esta contaminación era el costo del progreso.
No obstante, hemos llegado al punto en que nuestra propia subsistencia como especie se cuestiona debido a los efectos de la contaminación sobre la salud humana y un cambio climático cada vez más agresivo. Parecería que ya no hay vuelta atrás, pues nos hemos vuelto dependientes del plástico, los combustibles fósiles, la extracción de recursos no renovables y de químicos altamente tóxicos para mantener nuestro estilo de vida. Así como el hombre de la antigüedad se enfrentaba con dificultad a un entorno agresivo y desafiante, hoy esa lucha toma la forma de entornos amenazantes para la subsistencia humana.
La innovación, como proceso que modifica y mejora lo ya existente, debe ayudarnos a cambiar este paradigma de producción-consumo que amenaza nuestra especie.
Han surgido voces desde diferentes trincheras que promueven diversas alternativas, como el uso de autos impulsados con energía renovable, el regreso a un estilo de vida minimalista o el decrecimiento de la economía. Algunas parecen más fáciles de adoptar, pero otras significan dar un volantazo a 200 años de historia económica en donde el crecimiento económico a nivel micro o macro es un dogma incuestionable.
Sin embargo, como humanidad no tenemos opción y tendremos que encontrar nuevos modos de subsistencia que frenen el deterioro del planeta y nos permitan recuperar el ecosistema que heredamos de nuestros antepasados. Una gran lección que nos ha dejado la actual pandemia es que somos capaces de desarrollar soluciones ante problemas apremiantes en tiempo récord, como la vacuna contra la covid-19.
Parece difícil saber por dónde empezar, pero queda claro a dónde queremos llegar, y esto requiere un esfuerzo global y constante que se traduzca en resultados. Por tanto, partiendo de nuestra trinchera, como sociedad debemos buscar formas más sustentables de satisfacer nuestras necesidades.
Un ejemplo es una empresa chilena, Algramo, que impulsa la venta de alimentos no perecederos a granel en envases que el mismo cliente lleva. Los fundadores desarrollaron una máquina que pudiera entregar la cantidad requerida de alimento y recibir dinero en efectivo y otras formas de pago. A parte de evitar el uso de envases desechables, se logran economías de escala ofreciendo mejores precios al consumidor. Este caso supone un desafío al branding tradicional que acompaña los envases. Pero nuevamente, será necesario generar lealtad al cliente bajo este formato de entrega de producto.
Otro ejemplo son las empresas de biogás que han surgido en diferentes partes del mundo aprovechando residuos, tanto materiales como líquidos, para generar electricidad y calor. Con esta innovación es posible producir parte de la energía que necesitamos en nuestra vida cotidiana.
Es momento de tomar acciones más drásticas para lograr mantener las condiciones que nos permitan proyectarnos en el futuro como humanidad. Y, en ese sentido, la innovación juega un rol preponderante para este gran desafío.
El autor es profesor de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, en colaboración con EGADE Business School a través de su Centro de Innovación y Emprendimiento
Artículo publicado originalmente en Mundo Ejecutivo.