En México, las empresas familiares representan más del 90% de las unidades económicas registradas por el INEGI en el censo económico del 2024. En el escenario global, y de acuerdo con el “Family Business Index EY & University of St. Gallen” 2025, se afirma que las 500 empresas familiares más grandes que conforman dicho índice están creciendo más rápido que la economía mundial.
Estos datos reflejan la importancia de las empresas familiares, tanto en su contribución al producto interno bruto (PIB) como en la generación de empleo, con más de 25 millones generados por estas 500 empresas familiares.
Más allá de los números y los resultados, las familias empresarias que lideran estos grupos empresariales se preparan para la transformación y continuidad multigeneracional principalmente impulsando el espíritu emprendedor en las generaciones nacientes.
Como fundadora de empresas, y al mismo tiempo académica que investiga y aprende del emprendimiento familiar, he podido observar y experimentar lo que resulta ser el génesis del emprendimiento: contar con un caldo de cultivo propicio para que la semilla del espíritu emprendedor germine, dando frutos por generaciones.
No todo el emprendimiento que florece está llamado a permanecer en la empresa familiar, lo cual no siempre debe ser interpretado como falta de capacidad o atractividad de la empresa existente para retener o atraer el talento de las nuevas generaciones.
Desarrollar la capacidad del emprendimiento familiar, al punto de convertirla en una ventaja competitiva, implica conocer, saber hacer y ser un emprendedor o emprendedora. Cada familia tendrá que construir el ecosistema propicio para impulsar el emprendimiento en cada integrante.
Un primer nivel de dominio es conocer qué es emprender, qué implica ser emprendedor en la familia, qué mecanismos existen para implementar una solución a una problemática determinada (pues no siempre emprender significará crear empresa), en qué contextos se puede emprender, qué tecnología existe, y muchos otros cuestionamientos relacionados.
Efectivamente, se trata de aprender y conocer todo lo relacionado al emprendimiento, y las técnicas a utilizar dependerán de lo que se haya vivido en cada etapa (niñez, adolescencia, adultez, vejez).
Para moverse a un siguiente nivel -saber hacer- en esta competencia del emprendimiento familiar, accionar es necesario.
Así sea experimentar la venta de “cupcakes” en el colegio (cuando somos niños) o producir cinturones de piel con los cortes que sobraban en una peletería especializada en cuero (a la edad de 20 años); incluso, dejar de ser empleado de una multinacional, en la que eres responsable de una unidad de negocio, para perseguir un sueño con el que has madurado y quisieras hacerlo realidad.
Todo esto es el saber hacer del emprendimiento. Incluso, llegar casi a los 60 años y tener el valor de iniciar algo, aunque ponga en riesgo un patrimonio creado por décadas, robustecerá el mismo espíritu emprendedor que nunca se marchitó.
Por último, ser un emprendedor o emprendedora responde a una forma de actuar, de pensar, de reaccionar. Las repeticiones en nuestro actuar generan hábitos, y los hábitos con intención conforman los famosos “mindsets”.
Si deseamos impulsar el emprendimiento familiar, debemos tomar nota de lo que implica el compromiso en los múltiples roles y responsabilidades como parte de una familia empresaria que fortalece el emprendimiento como una de sus ventajas competitivas.
Si la evidencia empírica muestra que existe una simbiosis para crear valor entre el emprendimiento y la familia empresaria, ¿cuáles serían las máximas para garantizar el caldo de cultivo para el emprendimiento familiar? A continuación, les comparto cinco de ellas:
Cultivar el espíritu emprendedor es una cuestión de valor. Como familias empresarias tenemos la gran oportunidad de construir legados de múltiples generaciones, gracias a la visión de largo plazo que se desarrolla junto con una competencia en el nivel de dominio de saber ser, la determinación es nuestra. Empieza ya.
La autora es directora del Instituto de Familias Empresarias (IFEM) para México y LATAM del Tecnológico de Monterrey.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.