Sin pretender hacer una recopilación o un tratado de los antecedentes del comunismo, nos podemos remontar a finales del siglo XIX, cunado nació Karl Heinrich Marx, filósofo y economista alemán. Junto con Federico Engels, reconocido como padre del comunismo moderno, del marxismo y del materialismo histórico, escribieron el “El capital” así como el “Manifiesto del partido comunista”. Podríamos decir que son la causa incausada de las actuales izquierdas. Y están vigentes todavía: desde marzo de este año, en la ciudad de Gelsenkirchen, Alemania, se quedó por inaugurar, a causa del Covid-19, una estatua de Lenin. Tirándose estatuas de dictadores y otros sátrapas, se erige una estatua para el padre del marxismo leninismo. Go figure, como dicen los americanos.
En contraste, en días pasados se publicó en las páginas de El Financiero, “La raíz del progreso económico” por Manuel Sánchez González, exsubgobernador del Banco de México, que a su vez hace referencia a Deirdre McCloskey historiadora económica. La tesis central de ella es que “el progreso económico fue posible gracias a una transformación cultural y de lenguaje, consistente en la revalorización de las actividades comerciales realizadas típicamente por la clase media, también llamada “burguesía”. Entiéndase a la burguesía, como la clase media que se dedica a emprender negocios…y que a su vez crean fuentes de trabajo, pagando impuestos directos e indirectos con los que hace caravana con sombrero ajeno el gobernante en turno.
En la maestría en el IPADE nos decían que debíamos separar los hechos de las opiniones, de ahí encontrar los problemas y proponer soluciones. Veamos algunos hechos para ver quien ha logrado más. De acuerdo con el World Fact Book, en orden alfabético el PIB (medido como PPP, en billones de notación americana, con datos a 2017) de Argentina fue de $922; Bolivia, $84; Corea del Norte, $40 (estimado para 2005); Cuba, $137; Nicaragua, $36; Venezuela, $382. Para contrastar: México, dos mil 436.
Considerando los tamaños distintos de países, por lo que veamos ahora el per-cápita: Argentina, 20 mil 900; Bolivia, siete mil 600; Corea del Norte, mil 700 (estimado para 2005); Cuba, 12 mil 300; Nicaragua, cinco mil 900; Venezuela, 12 mil 500. De nuevo, para contrastar: México, 19 mil 900.
El per-cápita de Canadá es 48 mil 400; Dinamarca, 50 mil 100; la Unión Europea 40 mil 900; Hong-Kong, 64 mil 900; Corea del Sur, 39 mil 500; Holanda, 53 mil 900; Estados Unidos, 59 mil 800. El promedio del mundo mundial es de 17 mil 500.
¿Cómo para donde le tiramos como país? Déjeme replantear la pregunta: ¿Ha visto caravanas de migrantes que le den p’a Venezuela o que busquen llegar a Cuba? Si ocupan lancha, seguro que se les puede ayudar.
Dogmáticamente se basan en los antecedentes comunistas, pero ellos como en la Rebelión en la Granja, de George Orwell, en la que al principio decían que “Todos los animales son iguales”, los cerdos lo cambiaron a “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”
A raíz de los múltiples descubrimientos de propiedades y otros lujitos entre los gobernantes de izquierda -¿cuántos neoliberales si acaso tendrán una sola casita o reloj normal?- no queda más que preguntarse: ¿Cómo es posible que haya gente que les crea que primero los pobres? No hemos entendido: las izquierdas te quieren pobre y hacen todo lo posible para lograrlo. Una más de tantas, ahogándose la economía y en medio de una crisis epidemiológica, no les da para más que proponer cambiar el nombre de cámara de diputadas y diputados, de senadoras y senadores. Hay que reconocer que son unos valientes que no le temen al ridículo.
Acabar con la clase media, es ir en contra del progreso: esa forma de pensar es una fábrica de producir pobres.
Publicado originalmente en El Financiero.