El papel de las expectativas es fundamental en la economía. La razón cae por su propio peso al considerar la NIF A-5 Elementos básicos de los estados financieros, donde la definición de un activo es: “… un recurso controlado por una entidad, identificado, cuantificado en términos monetarios, del que se esperan fundadamente beneficios económicos futuros, derivado de operaciones ocurridas en el pasado, que han afectado económicamente a dicha entidad”. Énfasis en se esperan fundadamente beneficios económicos futuros, no hay manera de decirlo mejor.
Esta definición es congruente con un método de valuación aplicado en particular a acciones -aún y cuando algunos autores la ubican para la renta fija o deuda- que es el Flujo de Efectivo Descontado (o DCF por sus siglas en inglés). En esencia es proyectar los estados financieros por un período de 3 a 5 años o más, pero al menos un ciclo de negocio completo. Es decir, para una empresa minera, por ejemplo, desde que comienza la exploración hasta que vende su producto. De los estados financieros se identifica el flujo libre de efectivo. Es libre porque es el remanente, -si es que queda- para el accionista.
Otra arista de las expectativas está relacionada con la inflación. Efectivamente hay lo que se conoce como el canal de las expectativas de inflación por el que se auto- alimenta. Si los fijadores de precios creen que la inflación subirá, entonces suben sus precios “porque probablemente subirán los precios” y desde luego, dado que todos aumentan los precios luego entonces la inflación aumenta. Son las profecías que se auto cumplen y es un canal que los bancos centrales se esfuerzan por contener porque una vez que se desata es muy difícil frenarlo.
En otro contexto, las empresas y los inversionistas para decidir invertir en proyectos de largo plazo toman su decisión trayendo a valor presente -al día de hoy- también los beneficios futuros esperados y se le descuentan las inversiones necesarias. Si el resultado es positivo, se dice que tiene un valor presente neto mayor a cero y por tanto financieramente conviene invertir.
Claro que si la autoridad le juega al Big Brother, -como el de Aldous Huxley, no como el de la television que a decir verdad nunca he visto- y “las reglas cambian” en realidad los supuestos cambian con respecto a las expectativas originales y, ya embarcados resulta que no fue conveniente la inversión por más cuidadosa que pudo haber sido tomada la decisión. ¿Qué pasará? Simplemente que se dejará de invertir. Eso genera un círculo vicioso: a menor empleo, menos pago de impuestos, más personas requerirán apoyos gubernamentales y si encima el régimen está dado a regalar dinero … ¿de donde? Habrá endeudamiento que lo pagarán los hijos y los nietos. Pensemos en las herencias que dejaremos como generación: los abuelos de los muchachos encarcelados por el régimen castrista celebraron hace más de 60 años la llegada de la dictadura. Todo es por un seguir un trasnochado y fallido experimento llamado comunismo con sus derivaciones. ¿Qué expectativas les estamos dejando a nuestros nietos?
Ps. El clásico le dijo al dijo al dictador: “comes y te vas”. El régimen dictatorial nos dice: “pagas (tus impuestos o te aplico terrorismo fiscal), te callas (solo ellos pueden bloquear avenidas por meses) y te aguantas (los insultos que se nos dé la gana aplicarte)”. Creen que México es de su propiedad porque el pueblo bueno y sabio escoge no darse cuenta de que los políticos hacen caravana con el sombrero ajeno de los impuestos. ¿A santo de qué tenemos que mantenerlos y todavía aguantar insultos?
El autor es profesor de Finanzas en EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.