Si decides preguntarle a un grupo de personas “¿qué es lo quieres ser en la vida?”, más de uno te dirá “quiero ser feliz”.
Y en efecto, la felicidad desde tiempos ancestrales ha sido y seguirá siendo uno de los pilares que guía a los hombres en su toma de decisiones con el fin de tratar de alcanzarla.
Sin embargo, una de las principales barreras para alcanzar la dicha de ser feliz, es que muchas veces ni siquiera nos ponemos a reflexionar qué acciones son las que nos llevan al estado de felicidad y terminamos comprando falsas ideas que nos hacen creer que la felicidad se encuentra detrás del siguiente “click” para comprar un producto o en la siguiente piña colada que te estarás tomando en tus vacaciones en la playa. En realidad, el camino hacia la felicidad se encuentra en el lado opuesto de lo que uno piensa.
Para encontrar el camino correcto y comenzar a tomar acción, un punto relevante es contestar la pregunta “¿El dinero compra la felicidad?”. Existen muchas decisiones que giran en torno a esta pregunta. Por ejemplo, al elegir un trabajo siempre existe la opción de ganar más dinero realizando actividades que te traen insatisfacción o elegir un trabajo en donde sacrificamos ganancias, pero desempeñamos labores que nos apasionan.
Contestando a la pregunta si el dinero compra la felicidad, me remontaré en el año 2010 cuando Daniel Kahneman y Angus Deaton realizaron una investigación para entender si el tener más dinero mantiene una relación lineal con nuestra felicidad o de qué manera funciona esta relación.
Los resultados arrojaron que el dinero sí genera felicidad cuando se tienen que satisfacer necesidades como alimentarse, bañarse, tener salud, un techo, etc. Pero una vez saciadas estas necesidades, alcanzas un punto de equilibro en donde ganar más dinero ya no te va a generar más felicidad.
Por el otro lado, hablando únicamente de la definición de “felicidad”, Dan Ariely, en su libro “Payoff”, menciona que para alcanzar la plenitud debemos tener un equilibrio entre actividades que nos generan propósito y actividades que nos generan placer. Dicho esto, la felicidad no se encuentra en unas vacaciones eternas en la playa, uno así puede pensarlo, porque derivado a la escasez de nuestro periodo vacacional, nuestras emociones se intensifican y por ello disfrutas al máximo este momento de placer, pero si uno se fuera a vivir a la playa en unas vacaciones eternas, muy probablemente llegue el momento en el que comience a frustrarse por el exceso de placer y la escasez de un propósito.
Finalmente, Paul Dolan, en su libro “Happiness by Design”, nos refuerza que eres más feliz cuando en tu rutina diaria realizas actividades con propósito y actividades de placer. Por esa razón, nos invita a no solamente enfocarnos en la manera que pensamos, sino también en la manera en la que actuamos.
Para ello el autor recomienda llevar una bitácora para que registres las acciones que has disfrutado realizar y las que te han traído desagrado, de esa forma podrás ir diseñando tu vida alineándola lo mayor posible a tu bienestar. Por ejemplo, si en la noche comiste tacos y te cayeron pesados, regístralo en tu bitácora para recordarte a ti mismo que esa acción no te generó bienestar y por ello no deberías repetirlo.
En conclusión, la felicidad tiene tintes subjetivos pero constantes que podemos ir identificando para mejorar nuestra calidad de vida. Te resumo los tres puntos más importantes de la lectura, para que puedas continuar con tu exploración hacia una vida plena:
El autor es profesor del departamento de Contabilidad y Finanzas en el campus Monterrey y está adscrito al Financial Access, Inclusion and Research Center (FAIR Center) de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.