La cosmovisión indígena, profundamente arraigada en la naturaleza y la espiritualidad, enfatiza la interconexión de toda vida. En mapudungun (el idioma mapuche), mapuche significa "pueblo de la tierra", lo que refleja su profunda relación con la naturaleza. Conocido como kimün, su sistema de creencias ve la vida como un ciclo continuo donde los humanos deben vivir en armonía con los espíritus de la naturaleza, los ngens, solicitando su permiso antes de utilizar recursos naturales como el agua o los bosques. Así, los seres humanos son vistos como una parte integral del mundo natural y espiritual, en lugar de estar separados o ser superiores a él.
Desde la anexión de sus tierras en el siglo XIX, los mapuches han luchado por sus derechos y su resistencia a menudo se ha vinculado con cuestiones medioambientales, como es el caso del reciente conflicto generado por una planta hidroeléctrica en Currarehue (Chile). Aunque este proyecto se vendió como ambientalmente amigable, lo cierto es que amenazaba la armonía espiritual del pueblo mapuche. La comunidad indígena de Lof Txankura se resistió al proyecto, no solo por defender su tierra, sino también para salvaguardar su identidad cultural y espiritual.
El artículo "Repoliticizing spirituality: A collaborative autoethnography on Indigenous identity dynamics during an environmental conflict" (Human Relations, 2024), coescrito con el líder mapuche Simón Loncopán, narra la defensa del territorio y su comunidad contra la construcción de una represa hidroeléctrica verde y su Acuerdo de Compartición de Beneficios Comunitarios. En este artículo, introducimos el concepto de espiritualidad repolitizada, una forma de resistencia que emerge cuando las comunidades indígenas y colonizadas se movilizan para conservar sus tierras ancestrales y prácticas espirituales amenazadas por megaproyectos e iniciativas de responsabilidad social corporativa (RSC).
A pesar de sus credenciales sociales progresistas y ecológicas, la instalación de la planta hidroeléctrica fue un motivo de conflicto que catalizó un resurgimiento de la identidad mapuche. Con este artículo, hacemos un llamado, tanto a las empresas como a las organizaciones públicas para que comprendan y respeten las ontologías indígenas y los posibles impactos de sus proyectos en las identidades de estas comunidades.
Esta investigación explora cómo la responsabilidad social corporativa (RSC) impacta en la identidad indígena. Aunque las iniciativas de RSC suelen estar diseñadas para promover el diálogo y el desarrollo sostenible, también pueden causar divisiones internas en las comunidades indígenas, especialmente a partir de los llamados mecanismos de compartición de beneficios comunitarios. Sin embargo, como lo demuestra la resistencia de los mapuches al proyecto hidroeléctrico, estas iniciativas también pueden terminar fortaleciendo la identidad de los pueblos indígenas.
Nuestro estudio utiliza como metodología la autoetnografía colaborativa para resaltar la importancia de comprender las ontologías indígenas en las iniciativas de RSC. Recomendamos a las empresas adoptar la llamada visión con dos ojos, un enfoque que consiste en ver con un ojo las fortalezas y formas de conocimiento indígenas, y con el otro, las occidentales. Esto permite a las empresas comprender el profundo impacto que pueden tener sus proyectos en las estructuras sociales e identidades indígenas. Es muy importante interactuar con las comunidades indígenas con humildad y responsabilidad, asegurándose de que las iniciativas de RSC no erosionen aún más las identidades culturales y espirituales de estos grupos.
Los académicos y activistas indígenas abogan por metodologías de investigación decoloniales que eviten prácticas académicas explotadoras. Uno de esos métodos es la autoetnografía colaborativa, donde las voces indígenas lideran el proceso de investigación. Este enfoque valora la cocreación del conocimiento y refleja los paradigmas indígenas de interconexión y responsabilidad relacional. Por ello, desafía directamente los marcos eurocéntricos al tiempo que promueve el resurgimiento del conocimiento indígena como una forma de resistencia. La historia de resistencia contra el proyecto hidroeléctrico gira en torno a los esfuerzos de la comunidad indígena para proteger sus tierras ancestrales de fuerzas externas que intentaban imponer un megaproyecto en su territorio.
Simón, nombrado werkén (portavoz y segundo al mando del Lonko) a los 18 años, se convirtió en el rostro de esta resistencia. Aunque la comunidad indígena opera con una estructura jerárquica, las decisiones se toman de manera colectiva, dando a todos los miembros la oportunidad de expresar sus opiniones durante las reuniones. Las protestas, las alianzas con otros grupos y el apoyo de investigadores externos dieron visibilidad a su lucha.
En un primer momento, el proyecto hidroeléctrico dividió a la comunidad, que antes se mantenía unida a través de acciones de apoyo mutuo, como el trueque de gallinas y huevos. La empresa promotora del proyecto exacerbó las divisiones internas, influyendo en los mapuches evangélicos para que apoyaran el proyecto, etiquetándolo como un "regalo de Dios". Esto creó tensiones entre aquellos que seguían creencias tradicionales mapuches y los evangélicos, fracturando familias y provocando violencia.
La resistencia no solo afectó la salud mental y física de los miembros de la comunidad, sino que también tuvo un impacto en la vida familiar. Los miembros del grupo de Simón experimentaron trastornos del sueño, estrés y cargas adicionales en las tareas del hogar. El conflicto se volvió tan profundo que un aliado clave, un sanador con conocimientos en medicina tradicional, falleció en circunstancias vinculadas, según sus creencias, al daño espiritual causado por el conflicto.
Uno de los resultados más significativos de esta oposición fue el fortalecimiento de la identidad indígena, particularmente a través de la repolitización de la espiritualidad. A medida que la comunidad enfrentaba presión externa, los miembros, incluidos aquellos que se habían convertido al cristianismo evangélico, regresaron a sus raíces ancestrales, dándose cuenta de que defender la tierra no era solo una batalla medioambiental, sino también espiritual y política. Esta reconexión con las tradiciones indígenas, simbolizada por la colocación de estructuras ceremoniales, fue vista como un acto de desafío político contra el megaproyecto.
El grupo de resistencia se negó a entablar un diálogo con la empresa hidroeléctrica o con aquellos que la apoyaban dentro de la comunidad. Simón explicó que el grupo no podía negociar ni comprometer sus principios, ya que hacerlo significaría traicionar su identidad y espiritualidad. A pesar de los intentos de la empresa por hacer el proyecto más "amigable con el medioambiente" y utilizar soluciones de ingeniería para minimizar el daño físico, los mapuches consideraron que los impactos socioespirituales eran irreparables. La incapacidad de la empresa para comprender la conexión espiritual más profunda que los mapuches tenían con su tierra llevó a su eventual fracaso.
El megaproyecto, que inicialmente debilitó la cohesión social, paradójicamente terminó por fortalecer a la comunidad. El conflicto creó un renovado sentido de unidad, aprendiendo de otros movimientos globales y reforzando su pertenencia cultural y espiritual. Esta nueva solidaridad se convirtió en una fuerza poderosa contra el proyecto, ya que los mapuches se negaron a ceder o ser convencidos.
Como resultado, Simón emprendió un proyecto para mapear el territorio según la cosmovisión indígena. Este mapa representaba elementos espirituales y cosmológicos únicos de su tierra, ilustrando cuán profundamente la identidad está ligada al territorio para los indígenas. Se convirtió en una herramienta para visualizar los aspectos espirituales, políticos y culturales de la resistencia, subrayando aún más que la lucha era mucho más que por la tierra; se trataba de preservar su propia identidad.
La historia de la resistencia de esta comunidad es un testimonio de la interconexión de espiritualidad, identidad y política en su lucha contra proyectos extractivos modernos. La espiritualidad, lejos de ser pasiva o exclusivamente personal, se convierte en una fuerza activa e insurgente que guía su resistencia.
Este estudio enfatiza el impacto de la RSC en las dinámicas indígenas, destacando cómo una identidad colectiva decolonial puede resurgir ante este tipo de iniciativas controvertidas, particularmente en conflictos relacionados con el territorio y el agua. La investigación muestra la reactivación de la espiritualidad indígena como un elemento vital en la formación de la identidad colectiva, un proceso que desafía los paradigmas coloniales-modernos y reconecta a los grupos indígenas con sus formas de vida ancestrales.
Este artículo contribuye a la investigación sobre RSC y resistencia indígena al teorizar que la repolitización de la espiritualidad trasciende los marcos occidentales tradicionales de ética y responsabilidad. En lugar de ver la espiritualidad como un elemento cultural pasivo, la espiritualidad actúa como una fuerza que guía la resistencia indígena. Esta reconceptualización desafía los dualismos de naturaleza-cultura e individuo-comunidad que subyacen a los enfoques occidentales de RSC y gobernanza medioambiental.
Desde un punto de vista práctico, esperamos un mayor respeto por las ontologías indígenas en la RSC y en las prácticas empresariales en general. Para promover un diálogo intercultural exitoso, se requiere que las empresas y los responsables de políticas públicas se involucren genuinamente con las formas de conocimiento indígenas, en lugar de tratar de imponer marcos occidentales. Se proponen prácticas colaborativas, como la elaboración de contramapas, como herramientas potenciales para fomentar la comprensión mutua entre las comunidades indígenas y las empresas, especialmente en proyectos no extractivos como el ecoturismo y la conservación.
A través de la autoetnografía colaborativa, esta investigación contribuye a decolonizar las prácticas académicas y promueve la justicia epistémica, ofreciendo un modelo para poner en práctica metodologías de investigación más inclusivas y respetuosas. Al recordar las consecuencias a largo plazo de los conflictos de RSC, enfatizamos la importancia de ejercer un compromiso genuino y respetuoso con las comunidades indígenas para prevenir el daño social y cultural, el cual suele durar mucho tiempo después de que las empresas se hayan ido.
El autor es profesor investigador del Departamento de Estrategia y Liderazgo de EGADE Business School.