El peor activo del mundo

Artículo publicado originalmente en la columna Valor y Riesgo del periódico Reforma

El mejor activo del mundo tendría que ser uno que creciera en su valor constantemente; que tuviera atractivo, aplicaciones y usos reales que fueran valiosos; que generara altos flujos de ingreso periódico y con amplia reputación entre los inversionistas.

Los activos son todo aquello - -de lo cual eres dueño o se te debe- - que puede proveer un beneficio económico corriente, futuro o potencial. Se clasifican de acuerdo con su liquidez; en sí, son tangibles o intangibles (como una marca); de acuerdo con su madurez y su forma de generar pagos: así, los de renta variable no tienen madurez o pagos definidos, como las acciones, pues se redimen en cualquier momento que se encuentre otro comprador, pero los bonos si maduran y generan cupones o interés.

Los mejores activos tienen alto retorno con un riesgo moderado, para que el intercambio entre ambos efectos sea sostenible y sano. Tienen también baja correlación con el mercado, para que brinden diversificación.

Un muy buen activo es un coche antiguo a la vez escaso y codiciado, como el Mustang Shelby 1965. Un cuadro de Picasso o Klimt goza del mismo efecto. Un bono de una empresa con financieros sólidos como el de Xignux con cupón de 8.96 por ciento que vence en 2023. La acción de GMéxico o la de Amazon, con retornos anuales -por 25 años- de 14 y 37 por ciento en dólares, respectivamente.

Una característica más para juzgar un activo es su sostenibilidad. Si la fuente de su valor es agotable (como un pozo de gas, un boxeador o una veta de plata) su valor se irá depreciando a la medida de su consumo. Si es ilegal, su valor se volverá cero ante una legislación sumaria (como la red de intercambio de música Napster). Un activo fraudulento incumple sus promesas de generación de valor (como Theranos, la firma de pruebas de sangre por internet que resultó ser una farsa, aunque su creación y su actividad si eran legales) y la realidad la llevará a cero igualmente.

Con todo esto, ¿qué tan buen activo es una criptomoneda? Pues todas prometen grandes virtudes: Más rápidas, más baratas, con mayor descentralismo, más inclusión para los pobres, cobertura contra la inflación y baja correlación con otros activos; en fin, una fuente de esperanza, de hermandad, de equidad y democracia. No obstante, hasta hoy, después de 13 años de operación (y ya con 11,000 criptos distintas), no han cumplido con ni una sola de estas aspiraciones.

El valor conjunto - -que llegara a casi 3 trillones de dólares o hasta 8 por ciento del M1 global- ha caído cerca de 60 por ciento, aunque Terra Luna, una de las más "seguras", cayó más de 99 por ciento. Las comisiones suelen ser mucho mayores que las monedas comunes y no han cumplido tampoco con alguna de las funciones de éstas (ser unidad de cuenta, medio de intercambio y reserva de valor).

Son finalmente activos de muy alto riesgo de una industria rebelde y oscura: tienen una altísima presión para ofrecer ganancias en el corto plazo (y por ello se rodean de influencers que difunden, sin tener idea en realidad, amplísimas cadenas de buenas nuevas); proclives al lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo, a la evasión fiscal, al hackeo y las redes a ciegas, con registros opacos usando seudónimos y el anonimato de los verdaderos participantes, plagado de estafadores con negocios a la sombra y rodeado de cuestiones cercanas a la droga y el crimen.

¿Es entonces una cripto una inversión estable? No. ¿Debe estar en su portafolio? No. ¿Puede estarlo? Sí. Pero debe confinarse a un porcentaje dentro de su cartera destinada al "juego", como gastar en casinos, después de asignar las porciones debidas a los activos buenos, como fue descrito arriba: acciones, bonos, efectivo, metales, el arte y los coleccionables.

Todas las criptos terminarán mal, mas no se sabe cuándo. Quizá sobrevivirá una forma de ellas, una que ofrezca mayor protección al inversionista y que esté sujeta a la regulación - -aunque sea mínima- -. Su funcionamiento si es ingenioso (aunque consumen más electricidad que todas las big tech juntas) y su tecnología puede ser aprovechable en otras áreas, pero hoy, sí están entre los peores activos del mundo.

El autor es profesor y director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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