De acuerdo con la 24ava. Encuesta Global Anual de PwC a Directores Generales del 2021, las repuestas a la pregunta de “¿Qué tan preocupado está por las amenazas potenciales a las perspectivas de crecimiento de su organización?” y considerando solamente a las diez respuestas “extremadamente preocupantes", tenemos el siguiente orden de importancia: Pandemias y crisis sanitarias 52%; Amenazas cibernéticas 47%; Regulación excesiva 42%; Incertidumbre política 38%; Crecimiento económico incierto 35%; Populismo 31%; Incertidumbre debida a la política fiscal 31%; Aumento de las obligaciones fiscales 30%; Cambio climático 30% y al final, pero no por eso menos importante, la Desinformación con un 28% de respuestas. En la encuesta del año pasado, no aparecía este tema.
Si bien aparece este año, la preocupación no es nueva. Ya desde el 2014 de acuerdo con el World Economic Forum,una de las tendencias top 10 de 2014, era “La rápida propagación de la desinformación en línea” y comentaban que “...cualquier información en línea es parte de una ecología más grande y compleja, con muchos factores interconectados. Debemos esforzarnos por mirar más allá del medio específico y considerar el entorno político-cultural en el que se propaga la desinformación…”
En ese mismo foro, pero en 2016, Walter Quattrociocchi del IMT Lucca en Italia contestaba a la pregunta de si es posible combatir la desinformación difundiendo más y mejor información: “No. De hecho, hay evidencia de que esto sólo empeora las cosas. En otro estudio, encontramos que las personas interesadas en las teorías de la conspiración es probable que se involucren más en la conversación cuando son expuestas a la "desacreditación". En otras palabras, cuanto más se expone a una persona a información contrastante, más se refuerza el patrón…” Ese mismo año, el Washington Post canceló su columna semanal especializada en desacreditar la desinformación.
Por otro lado, no es un tema exclusivo de los CEO’s. De acuerdo con Statista, en otra encuesta aplicada en Estados Unidos en 2019, se encontró que “la desinformación (misinformation) y mala información (disinformation) que es deliberadamente engañosa o sesgada, son vistos como problemas importantes por la mayoría de los estadounidenses con un 65% y 63%.”
Hasta la ONU ha llegado el tema, lanzando la campaña con la etiqueta #piensaantesdecompartir promoviendo el dejar de apresurarnos a “retwitear” -o a través de cualquier otro medio de las redes sociales-, contenido potencialmente dudoso. Más aun, está Verificado “… una iniciativa de Naciones Unidas en colaboración con Purpose para proporcionar contenido que ponga freno a la confusión ofreciendo información que salve vidas, consejos basados en hechos reales e historias que reflejan lo mejor de la humanidad.”
Si bien vemos como hay “medios” y personajes que reciben carretadas de dinero por parte del gobierno para promover su imagen e influir en la población con el único propósito de llegar y -una vez obtenido-, mantenerse en el poder, están los “demás” de cuya seriedad depende el que continúen siendo aceptados por la gente. Precisamente por eso existen tanto los periodistas como los medios serios: porque verifican la información porque es crucial el mantener su reputación.
¿Cómo prevenir la desinformación? Es una labor conjunta entre los padres y la escuela, el inculcar desde niños, la consulta, la verificación (de acuerdo con la edad), y conforme vayan creciendo, un criterio inquisitivo y apegado a hechos. En la educación superior no solo sugerir, sino exigir que cualquier “entregable” este basado en la fuente de información original y confiable (muchas veces es hasta gratuita).
No se valen otros datos, pero tampoco poner palabras donde no las hay o sacadas fuera de contexto. Hasta por salud mental propia.
Publicado originalmente en El Financiero.