La contabilidad administrativa apoya en la determinación de los márgenes de contribución por producto, rentabilidades de áreas, etc. para la mejor toma de decisiones de las empresas. Es de carácter interno porque hacer público los detalles pudiera afectar la estrategia. Uno de sus primeros trabajos es la identificación de centros de costos seguido de la identificación de los costos fijos y variables.
Existen costos fijos, como lo es la renta de una planta manufacturera que, sin importar la cantidad de producto producido, ya sea cero o lo que fuera, se tiene que pagar la renta. Hay casos en los que la renta está ligada al nivel de ventas, por ejemplo, en los locales de los centros comerciales.
Hay costos semifijos que son fijos hasta un determinado nivel de producción y pasado dicho nivel se tiene que incrementar. Por ejemplo, una línea de producción que tiene un límite de capacidad de producción, incluyendo tres turnos, pasado el cual se tendría que invertir en otra línea adicional. El tercer caso son los costos variables, aquellos que se generan sí y solo sí se produce algo.
Hay un empalme entre la contabilidad y la microeconomía. La microeconomía nos ayuda con los criterios de cuando producir …. y cuando dejar de producir. Si los ingresos -aquí hay otro tema toral que es el reconocimiento de los ingresos, es decir, el cuándo se reconoce como tales- son mayores a los costos tanto fijos como variable, thumbs-up como dicen los americanos.
Pero hay otros dos casos: cuando los ingresos cubren los costos variables, pero solo una parte de los costos fijos. La microeconomía recomienda seguir produciendo porque en algo, por poco que sea, contribuyen a pagar los costos fijos. Contribuyen, del verbo contribución marginal.
Sin embargo, si los ingresos no cubren los costos variables, hay que dejar de producir: cada unidad producida requiere que la empresa cubra la diferencia entre el ingreso generado y su costo variable.
Como dicen en las redes, “no tengo pruebas, pero no tengo dudas” … de que PEMEX no está generando lo suficiente ni siquiera para cubrir sus costos variables. Cada barril que produce o procesa, le tenemos que aportar todos nosotros, los que pagamos impuestos. Sin embargo, ¿dejar de producir? Aparte de las condiciones técnicas por las que pudiera ser más caro el dejar de producir y luego arrancar de nuevo cuando se presentaran las condiciones adecuadas, surge la duda de ¿cómo es que las operaciones de la misma empresa, pero en Los Estados Unidos, a mi leal saber y entender sí generan utilidades?
Además, considero que no se ha dimensionado todo el efecto que de estar subsidiando a esa empresa del estado. Si el garante en última instancia es el gobierno federal, Houston tenemos un problema ya que arrastrará a las finanzas del país, con ello se puede degradar la calificación del soberano, incrementando el costo del servicio de la deuda: acabaremos trabajando para pagar impuestos para que se vayan en pago de intereses.
¿De cuándo acá es “patriótico” o “nacionalista” tirar dinero a un barril sin fondo en el que se convirtió “nuestro” petróleo procesado por “nuestra” empresa?
Me recuerda a los documentales de la época dorada del príimso y la estatización de la banca que tenían que ir al zócalo cuando arengaban “viva el control de cambios”, solo que ahora es en las redes vía los Bots pagados con nuestros impuestos. Es un retroceso en el tiempo a la época del arriba y adelante.
Ps 1. ¿Jueces que financien sus campañas con $ 200 pesos? Ahora también habrá el hashtag de #narcojueces
El autor es profesor de Finanzas en EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.