El fin y el primer día del año marcan trágicos aniversarios: El 30 de diciembre de 1922 se establece la Unión de Republicas Soviéticas Socialistas, después de la revolución de 1917 en la que los Bolcheviques derrocaron a la tiranía que vivía con ofensivos excesos: flores frescas traídas desde Francia y el pueblo viviendo en la miseria.
Salió el caldo más caro que las albóndigas puesto que hubo matanzas indiscriminadas, hambrunas hasta llegar al canibalismo (encubierto por un premio Pullitzer) y se volvió un régimen totalitario: todos eran iguales, pero había unos más iguales que otros. Baste un botón de muestra: en las avenidas había carriles reservados para los miembros del partido. Todo estaba centralizado y no se movía nada sin la autorización del partido. Este pésimo experimento duró hasta el 25 de diciembre de 1991 cuando se disuelve ese espejismo de progreso.
El primero de enero de 1959 inicia la dictadura cubana con el derrocamiento de Fulgencio Batista. Cayó un dictador … para que se instalara otro. ¿Cuántos de nosotros no habíamos nacido y no nos hubiera tocado conocer un ápice de libertad? La diferencia con la URSS, es que el régimen cubano siempre ha vivido de otros: de la propia URSS, cuando querían prestarse a instalar misiles nucleares apuntando a Estados Unidos a escasos 500 km (y luego chillan de los bloqueos que por cierto, se bloquea el comercio con Estados Unidos, no así con el resto de los países); luego apuntalaron a -y se la cobraron a- Chávez … hasta que desangraron a Venezuela y la dejaron paupérrima. Le intentaron con Ecuador, pero cambiaron de aires en ese país. Ahora vienen a vivir de México queriendo convertirnos en un “paraíso” cubano.
Esas dictaduras claro que son un paraíso … pero para los que están en el partido. Y viven como reyes, porque el pueblo se los permite. Es la izquierda caviar: “Viva un aniversario más de la revolución cubana”, lo dice una persona totalmente palacio, desde su tweeter for Iphone. Otro más, celebra el año nuevo en Las Vegas y cuando lo encara un ciudadano, responde como solo ellos saben: a groserías, pero en voz baja, no vaya a ser que lo escucharan los agentes de migración de Estados Unidos que, como debe de ser, no se andan con cuentos. Otros más tienen propiedades para aventar para arriba. Que bueno que las tengan pero que creído pueblo que ingenuamente (en mi pueblo le dicen de otra manera) piensa que van a hacer algo por ellos.
Pero esta es la desgracia de Latinoamérica para esta nueva década: unos votaron por un merolico que dice todas las palabras que se sabe en forma aleatoria. Otros, cuando sus abuelos habían creado la París de América vi, en una visita, hambre. El país con menos desigualdad y mayor progreso, se decantó por alguien que no tiene ni idea -ni experiencia- en nada. Vamos a la fiesta del dictador que encarcela a opositores. Es la desgracia de Latinoamérica: un paso para adelante y dos pasos para atrás.
Es una equivocación ensalzar la pobreza: es un cáncer que hay que erradicar. Hay que procurar la igualdad, si no en la abundancia, sí en que todos tengamos los más mínimos estándares de vida. De acuerdo con Statista, y aún cuando la encuesta es a julio del 2021, los mayores desafíos para Latinoamérica son: Generación de empleo; Recuperación de la economía; La pandemia; Vacunación; Reducción de la pobreza y de la desigualdad; Lucha contra la corrupción y la inseguridad y mejora de acceso a la educación. Hay que enfrentarlos.
El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.