La Secretaría de Economía presentó un programa de reactivación económica. Destacan algunos puntos como el apoyo a las Mipymes y continuar con los créditos de apoyo a microempresas o emprendimientos, anteriormente créditos a la palabra, con una meta de 60 mil créditos.
Por alguna razón, se creó el Programa Emergente de Reactivación para las Tortillerías, (¿por qué no a otros giros?) así como apoyos tan necesitados para el sector restaurantero y -que bueno- a los restaurantes formales.
Hamlet dijo: Pedir o no prestado, esa es la cuestión. ¿Podríamos decir que hay préstamos buenos y prestamos malos? Por un lado, está el a quien se le pide prestado. Si se va a pedir prestado al “loan shark” que mas confianza se le tiene y (aviso de sarcasmo) no le importa llegar a tener una o ambas piernas rotas, pues “good luck”. De otra manera, lo más recomendable sería pedir prestado a una entidad financiera regulada (no necesariamente banco).
Quizá lo más importante sea el para qué pedir prestado. Aún y cuando es respetable la decisión, si se pide prestado para la fiesta de quince años, para unas merecidas (¿será?) vacaciones (cuando se pueda), para cambiar de carro cada dos años y en general para aquello que no dejará mas que un bonito recuerdo -por mas bonito que sea- puede ser cuestionable. Si se pide para invertir, ya sea en el negocio o en uno mismo sería ideal (¿No será mejor pedir prestado para que la quinceañera pueda llegar a graduarse de alguna carrera profesional en vez de fiesta?). El (terrorífico) caso de las tarjetas de crédito: hay que pagar el saldo completo. Ahora. No se espere. Puede hacer pausa en esta lectura y pagar el saldo completo. Aún más, se puede entrar en un círculo virtuoso por el que se firma lo que se va a consumir en el mes, invirtiendo a principio de mes la cantidad que se va a gastar y en la fecha de pago se paga (los famosos “totaleros”), entonces se genera -por poquito que sea- dinero a favor. ¡Ah! y, por cierto, se ganan puntos que se podrán cambiar en un futuro por bonitos regalos.
Luego viene el monto. Para el caso de las empresas aplica el concepto de apalancamiento. Hay un par de acepciones, pero en general es una razón financiera que divide el pasivo total entre el activo total. Esta razón nos indica que proporción del activo (con lo que trabaja la empresa) fue financiado por préstamos (Proveedores, préstamos bancarios, impuestos por pagar y otros pasivos tanto de corto plazo -menos de un año- como de largo plazo -obligaciones a más de un año) o por los accionistas. Mientras menos pongan los accionistas -un apalancamiento mayor- menor será el monto que arriesgan, ciertamente, pero ya desde finales de los años 50’s Miller & Modigliani en su Proposición II demostraron que ese capital, aunque menor en términos absolutos, incurre en mayor riesgo que si la empresa no estuviera tan apalancada.
La otra forma de medirlo es pasivo total a capital contable y en este caso se cuantifica en “veces” indicándose por una X, aunque las mediciones son equivalentes. Una tercera manera es ver la estructura de capital, que es el considerar solamente el pasivo a largo plazo y el capital contable. Estos formarán la base para el Costo de Capital Promedio Ponderado (el famosísimo WACC por sus siglas en inglés). Este es un concepto clave.
Independientemente de lo anterior, no hay dinero más caro que el que no se tiene. En modo “sobrevivencia” y para destinarlo a propósitos productivos, ¡adelante!.
Publicado originalmente en El Financiero.